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El azar de las lecturas: Edgar Morin

por Rafael Fouquié


"Cada uno de nosotros, en nuestra sociedad,
intenta resistir a la prosa del mundo, como,
por ejemplo, en los amores clandestinos,
a veces efímeros, siempre errantes".
E. Morin: Amor, poesía, sabiduría

En su libro Amor, poesía y sabiduría1, Edgar Morin habla de la "dificultad, tan frecuente en las ciencias humanas, que consiste en hablar de un objeto como si éste existiese fuera de nosotros, sujetos". A la hora de escribir de aquello que nos concierne, y precisamente porque nos concierne, no podríamos nunca dejar de ser perceptores, o, como dice Morin, sujetos.

Morin es un testigo que, además, es académico. Escribe porque sí: porque disfruta haciéndolo. ¿No es, no debería ser ése el caso de todos los intelectuales que escribimos? Escribir porque no podríamos dejar de hacerlo, porque forma parte de nosotros. Del pensador-académico suele esperarse —o, a veces, se lo exige él mismo sin que yo haya terminado nunca de entender muy bien porqué— que anule la libertad de la escritura, o, incluso, su pasión por la escritura, en beneficio de la contemporización con los dialectos de otros. En suma: que convierta su pensar y la expresión de su pensar en ortopedia de fórmulas y códigos; expresión aburridamente anónima y neutra, agobiada por vocablos y referencias que no son sino mimetismo de palabras ajenas.

Morin reúne en este libro tres conferencias. En ellas, se abarcan los temas del amor, la poesía y la sabiduría. Amor que es poesía, poesía que es sabiduría o una forma de sabiduría, sabiduría que es una forma de amor: el círculo se cierra en un juego de correspondencias y encuentros esenciales. Morin cita ejemplos, describe situaciones, modelos y escenarios. En el caso del amor, habla de lo sagrado y lo animal. Amor sagrado es el que se relaciona con lo establecido, lo programado. Es el amor convertido en signo de lo instituido y acatado. El amor animal se relacionaría con esenciales mecanismos de comunicación y supervivencia. Los signos de la existencia están escritos siempre a partir de ciertas reglas de comunicación sexual encargadas de regir el ciclo de vida y muerte de toda especie.

Necesidad de amor, de amar y de ser amados; todos la tenemos, dice Morin: hombres y mujeres. El papel de la mujer, su protagonismo ha ido cambiando dentro de la historia de Occidente, y ese protagonismo luce inseparable de la imaginería de lo amoroso. Hoy la mujer habla por ella misma y de ella misma; y su lenguaje, de muchas maneras, resulta nuevo para los hombres. La voz de la mujer es fundamental en la verbalización de un espacio otro, de una enunciación de la alteridad de lo masculino. Cualquier alusión que no incorpore esa voz será incompleta o será una caricatura.

En relación a la poesía, Morin dice que el hombre posee dos lenguajes. Uno es el poético; el otro, el lenguaje de la prosa. "De poesía-prosa está constituido el tejido de nuestra vida", concluye Morin. Dos lenguajes, dos palabras, dos miradas, dos formas de nombrar y percibir, dos maneras de ver y entender; la realidad de la prosa y la realidad de la poesía; la vida prosaica y la vida poética; lo prosaico contradiciendo a lo poético. La prosa es una forma de vivir y de construir, lo poético también. Hay vidas prosaicas y vidas poéticas. Hay sentimientos y verdades deudores de la prosa o de la poesía. Todos tenemos en nuestra alma algo de prosa y algo de poesía. Hay temperamentos y actitudes más propensos a la una o a la otra. Atmósferas, ambientes, realidades, acciones: de casi cualquier cosa podría concluirse que ella es prosaica o poética. Hay épocas donde prosa o poesía prevalecen. La modernidad, por ejemplo, pareció caracterizarse por el tajante predominio de la prosa y, además, por su brutal separación de la poesía. La modernidad en algún momento, sostiene Morin, llegó a imponer eso que él llama la "hiper-prosa", esto es, "el desencadenamiento de un modo de vida moneratizado, cronometrado, parcelizado, compartimentado, atomizado...". Y, frente a esta "hiper-prosa" Morin propone la conveniencia de oponer una "hiper-poesía"; introducir la poesía en la vida, poetizar el conocimento; incorporar en éste nociones como las de asombro, maravilla, perplejidad, impredecibilidad, fantasmagoría, imagen...

Sobre el último tema del libro, la sabiduría, dice Morin: "Una de las más grandes adquisiciones de la conquista contemporánea es la conciencia de los límites". Imagen doble del límite: por un lado, el lugar que separa; del otro, la noción de final o línea última, emblema de un "hasta aquí" tras el cual aguarda lo desconocido. La sabiduría podría asumirse, entonces, tanto como el trazado de límites diferentes o un esfuerzo por desvanecer límites anteriores a fin de adentrarnos en lo inesperado.

Ningún saber en particular garantiza al hombre el alcance de la plenitud. No existen saberes únicos o ejemplares. Hay saberes. Punto. Saberes que sirven, que son útiles. Saberes que proponen la virtud y la felicidad; y que, en ese sentido, son válidos y necesarios. Y hay, también, saberes inútiles, o, peor aún, destructivos. Hay saberes atemporales, colocados más allá o más acá de cualquier definición cultural. Existiría así —o, al menos, debería existir según propone Morin— una nueva sabiduría humana capaz de abarcar todas las viejas formas de sabiduría: la oriental y la occidental, la antigua y la moderna. Una necesaria sabiduría contemporánea que debería partir del supuesto de que cada vez es más necesario integrar todas las visiones y comprender todas las tradiciones y perspectivas.

Veo en este libro de Morin una de las opciones más válidas en la palabra de todo intelectual: convertir la escritura en instrumento de una razón enfrentada al mundo y tratando de entender éste a través de metaforizaciones personales que describan las cosas según la comprensión del espectador. En un texto poco conocido de Octavio Paz2, leemos: "El destino del hombre es el de conocer, el penetrar. Y hacer claras y fáciles las cosas, aun a costa de su riqueza y verdad". Escribir, pues, para nombrar esos espacios en los que hemos penetrado y que conocemos por y para nosotros mismos, aún a costa muchas veces de eso que solemos llamar "verdad".

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Notas:

1. Amour, poésie et sagesse, Paris, ed. Du Seuil, 1997.
2. "Vigilias", en: Primeras Letras.



Texto, Copyright © 2009 Rafael Fouquié.
Todos los derechos reservados.


 


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Última actualización: 2009

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