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Consuelo Triviño Anzola, La casa imposible
Verbum, Madrid, 2005, 139 páginas.

por Samuel Serrano


La búsqueda de la verdad ha constituido uno de los principales móviles del cuento desde que ese visionario precursor del género que fue Edgar Allan Poe expusiera sus modernas normas. Nos referimos, claro está, a una verdad de orden estético que restituye y restablece lo vivido hasta alcanzar, por medio de la evocación poética, la razón y la satisfacción de la existencia. A esa forma de verdad corresponde el libro de cuentos "La casa imposible", de Consuelo Triviño Anzola, en el que la escritora colombiana, residente desde hace más de dos décadas en España, elabora por medio de una serie de relatos descarnados un mosaico de la Bogotá de las décadas 70-80 y del Madrid de finales del siglo XX, en el que las mujeres de la machista cultura hispánica se afirmaban en el curso de ese largo camino que habría de conducirlas en la búsqueda y conquista de su propia identidad.

Los personajes de Triviño —mujeres condenadas por una sociedad hipócrita, clasista y patriarcal a representar el prototipo de la candidez, la sumisión y la ignorancia— se esfuerzan por encontrarse a sí mismas, librando una constante lucha contra esa tradición opresiva que las segrega y amenaza con frustrar sus aspiraciones. En "Una va sola" la anónima protagonista, una niña bien de Bogotá sometida a las asfixiantes normas de una sociedad machista y a las reconvenciones de una educación cristiana que la han llenado de temor y miedo, decide que "hay que morirse para saber lo que es vivir" y se arriesga a tener una aventura con un desconocido. "Emma", una muchacha encerrada en los barrotes de una educación perversa que le impide dialogar con su parte más profunda y vital, siente que sus días son como "la piedra de Sísifo, pesados, monótonos y puntuales", y decide una noche, después de muchas dudas, emprender la búsqueda de esa otra Emma postergada que la condena y al mismo tiempo la justifica. "La puerta cerrada" es la trágica historia de una chica condenada a servir de enfermera a un padre valetudinario y tiránico que la chantajea recurriendo a su condición de inválido y le niega la amistad, el amor y hasta el más ínfimo resquicio de libertad, hasta que finalmente encuentra en la muerte la única puerta de salida posible al destino que le han impuesto y se entrega a sus manos, como la única alternativa posible de negarse a transigir con su destino ancilar.

"La muñeca", que acaso sea el más admirable de sus relatos, nos presenta a una muñeca inflable que, expuesta en un sex shop, se convierte en el símbolo escogido por la autora colombiana para delatar la relación de servidumbre asignada por el hombre a la mujer en el matrimonio tradicional y señalar, por medio de la ironía y del humor, la conmovedora fragilidad y el desamparo que constituyen la verdadera esencia del hombre, ese ser antaño dominador que ha perdido en nuestro tiempo su arrogante supremacía y su poder.

La "libertad", que da título a uno de sus relatos, es el tesoro más preciado por las mujeres de Triviño que, prisioneras de esa antigua jaula de cristal, el matrimonio, o de sórdidos inquilinatos que recuerdan el Boedo malevo de Roberto Arlt anhelan dejarse llevar por lo desconocido y vivir una aventura que les permita dejar atrás las convenciones sociales y mostrar su verdadero rostro, sin embozos ni máscaras. Pero la realidad mezquina y chata se yergue contra ellas y sólo queda atender a su íntimo deseo de huir, de escapar, de errar tortuosamente por calles y cafés sin rumbo fijo e incluso de llegar al supremo sacrificio de matar a los amigos para nacer a la vida y conquistar su identidad.




Texto, Copyright © 2006 Samuel Serrano.
Todos los derechos reservados.


 


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Última actualización: julio 2006

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