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53 Festival Internacional De Cine De San Sebastián
(15-24 Septiembre 2005):

por Rafael Nieto


Fallecido hace 25 años, habiendo realizado tantas películas como ediciones cumple este festival, Hitchcock es el símbolo elegido como imagen promocional del festival de este año. Sin embargo, su espíritu no ha insuflado suspense a una edición que ha resultado anodina. El nivel medio ha sido más que correcto, pero ha faltado ese gran cine que pueda traspasar el olvido al que irremediablemente están abocadas la mayoría de las películas. En mi opinión, dentro de la Sección Oficial, sólo merecería salvarse del olvido la francesa Je ne suis pas là pour éter aimé, aunque también hay pinceladas de verdadero cine en las irregulares Obaba, Sunflower y El aura. En cualquier caso, el tiempo dictará su sentencia. Ahora sólo puedo aportar mi visión actual, sin duda subjetiva, y por tanto discutible, de lo que considero ha sido un flojo concurso. Veámoslo película por película, para luego hablar de algunas sorpresas habidas en las demás secciones, que no compiten en los premios oficiales.



PELÍCULAS DE LA SECCIÓN OFICIAL

Obaba (Montxo Armendáriz, España)

Meritoria adaptación de la novela de Bernardo Atxaga, Obabakoak, por la sabia armazón narrativa creada para dar coherencia y unidad a los diversas historias que componían la obra del escritor vasco, Premio Nacional de Literatura pese a la desigual calidad de los 28 relatos que la componen. Si bien, inicialmente, algunos de los episodios parecen introducidos en el film forzadamente, especialmente el protagonizado por Eduard Fernández, todo cobra sentido finalmente al enlazarse personajes y situaciones en una especie de "colmena" fascinante observada con curiosidad por la cámara de vídeo de la protagonista, una estudiante de imagen. Este personaje, inexistente en la novela, sirve de nexo de unión y, lo más importante, para reflexionar metalingüísticamente sobre el arte de contar historias visualmente, al igual que hacía la novela con la palabra escrita; y a la vez, reflexión sobre el pasado y sus visibles huellas en el presente.

El ambiente rural y la infancia, con sus misterios y descubrimientos, vuelven a cobrar importancia en un film de Armendáriz como hicieran en sus dos mejores películas, Tasio (1984) y Secretos del corazón (1997). Sin llegar a la perfección de estás debido a leves caídas de ritmo, Obaba nos ofreció, como película inaugural, los primeros y escasos momentos de gran cine que se vieron en el festival, principalmente monopolizados por una Pilar López de Ayala cada día más actriz, logrando una profundidad en su personaje muy por encima de su corta duración en pantalla.

A Cock and Bull Story (Michael Winterbottom, Reino Unido)

El cine de Winterbottom podrá gustar más o menos, pero es indudable que no es un cine acomodaticio, que busca nuevos caminos y que, por tanto, asume mayores riesgos que muchos cineastas actuales. Que su búsqueda no sea recompensada siempre con el acierto es otra cuestión. Este su último trabajo se puede colocar en los aciertos.

Después de pasar por el western en The Claim / El perdón (2000), el musical en 24 Hour Party People (2002), el drama documental en In this world (2002), la ciencia-ficción en Code 46 / Código 46 (2003), el erotismo en 9 songs (2004), le tocaba el turno a una comedia. Pero no a una comedia cualquiera, si no a una comedia que, cogiendo como excusa la sorprendente y vanguardista, pese a ser del siglo XVIII, obra de Lawrence Stener La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, le sirve a Winterbottom para jugar con la naturaleza misma del cine, es decir, del arte de narrar con imágenes sin sujetarse a unas estrictas reglas, tal y como hacía Sterne en la novela. Esto le da la oportunidad a Winterbottom de introducir elementos extraños y desconcertantes en una historia de estas características, así como de reflexionar sobre la vanidad, la excentricidad y, en fin, la locura del mundo del cine, con directa inspiración en Fellini 8 ½ (1963). La función se sostiene brillantemente gracias a la actuación de Steve Coogan y Rob Brydon, aunque es bien posible que tanta autorreflexión del autor se le atragante a más de un espectador.

Xiang ri kui / Sunflower (Zhang Yang, China)

El cine chino dejó de ser un desconocido cuando la llamada "quinta generación", encabezada por Zhang Yimou y Chen Kaige, eclosionó a finales de los años 80 en las pantallas occidentales a través de los festivales de cine. Sin la notoriedad que alcanzaron estos, la cantera china ha seguido aportando cineastas interesantes que, sin renunciar a sus raíces culturales, hacen un cine más fácilmente consumible por el público occidental. Ya lo demostró Zhang Yang con la comedia agridulce Xizao / La ducha (1999). Ahora vuelve a convencer con la historia de una familia a lo largo de tres décadas, entre 1967 y 1999, marcadas por el cambio político y social que se produjo en China tras la muerte de Mao. Inicialmente agradable y conmovedora al narrar el reencuentro entre un niño y su padre, tras ser "reeducado" en un campo de trabajo, la película se desliza por terrenos más duros cuando se hace patente la distancia de pensamiento entre las dos generaciones. Lejos de dramatizar exageradamente, la relación entre los padres y el hijo se mantiene pese a circunstancias tan graves como un aborto deseado por ellos al no considerar apropiada la novia de su hijo. Y es que las complejas relaciones amor-odio son tratadas en el film con una convicción y naturalidad admirables, no sin algunos rasgos de humor, lejos de los tópicos del melodrama convencional que la hubieran llevado a rupturas extremas entre los personajes.

Excesivamente larga en su sorprendente desenlace, no se puede negar el exquisito gusto en la puesta en escena y la credibilidad que respira todo el film, merecedor finalmente de dos premios correspondientes a la mejor fotografía y al mejor director.

El aura (Fabián Bielinsky, Argentina-España-Francia)

Se esperaba con gran interés la segunda película del director de la exitosa Nueve reinas (2000). Lo que se conocía previamente de su argumento, más el protagonismo de Ricardo Darín, hacía esperar otra brillante muestra de cine de atracos con diálogos vibrantes e ingeniosas sorpresas. El arranque del film también parece seguir ese camino, mostrando con similar eficacia las fantasías criminales de un taxidermista, epiléptico y aburrido de su vida, obsesionado en realizar un atraco. Pero pronto el film sigue otros derroteros cuando los sueños del protagonista se hacen realidad al inmiscuirse en un atraco preparado por otros, descubriendo las dificultades y consecuencias reales de tal acto criminal. La película realiza una hábil mezcla de cine de introspección sicológica y thriller duro y violento, logrando tener al espectador en tensión durante sus más de dos horas de duración, pese a que uno se quede con la sensación de que se le ha hurtado algo, de que no se han cerrado todos los hilos del guión. Y así es, porque poco importa cuando la intención de Bielinsky es explicar la evolución de un personaje en una situación extrema, y no hacer un juguete, artificial aunque fuera redondo, como era Nueva reinas.

Así pues, Bielinsky defraudará a los que esperen algo similar a su anterior film, pero creo preferible que haya intentado adentrarse por nuevos caminos, con una elegancia y sobriedad admirables, antes que acomodarse repitiendo una fórmula de éxito que sería difícil de igualar ante unos espectadores prevenidos.

Drabet / Manslaughter (Per Fly, Dinamarca-Noruega-Reino Unido-Suecia)

Conclusión de una trilogía formada por Baenken / The Bench (2000) y Arven / Inheritance (2003), con la que Per Fly pretende retratar las clases sociales de su país, Dinamarca. Esta corresponde a la clase media, pero eso es lo de menos. La película se adentra en dilemas morales que pueden afectar a toda persona en cualquier lugar. Aparentemente es un film político protagonizado por un profesor universitario cuyos ideales de justicia social ve puestos en práctica por su amante, una activista de extrema izquierda culpable de asesinar a un policía. Pero en el fondo estamos ante un film sobre la mentira y la culpa. El profesor, sabedor de la culpabilidad de ella, la protege en aras de unos principios morales superiores desde su punto de vista. Los acontecimientos demuestran su error y le precipitan en una degradación social inesperada. Aunque correcta y sobriamente dirigida, y magníficamente interpretado por Jesper Christensen, el film no puede evitar caer, tras un inicio prometedor, en un ridículo suceder de ilógicas reacciones de los personajes que llegan a causar la carcajada del público. Lamentable resultado para una propuesta interesante que merecía haber tenido mejor desarrollo.

7 vírgenes (Alberto Rodríguez, España)

El cine de índole social, con jóvenes desarraigados como protagonistas, tiene abundante representación en el cine español y en los últimos tiempos ha merecido un reconocimiento importante, encabezado por el cine de Fernando León y Achero Mañas. Es difícil ser original en este terreno y 7 vírgenes no lo es. No se puede poner pegas a un film competentemente dirigido, excelentemente fotografiado, muy bien interpretado y con diálogos eficaces (aunque en ocasiones no se entiendan debido al argot y el acento andaluz tan marcados), pero lo cierto es que el film da una sensación de déjà vu, de cansina repetición de esquemas y personajes ya vistos, incluido el previsible final (homenaje a los 400 golpes de Truffaut incluido), que hace echar en falta la frescura de los anteriores títulos de Alberto Rodríguez, El factor Pilgrim (2001) y, sobre todo, El traje (2002), película que con menos medios lograba más originales resultados.

El film narra los horas de libertad que disfruta un chaval durante el permiso que le han concedido en el reformatorio para asistir a la boda de su hermano. Libertad que sólo es un espejismo ya que sus vidas no tienen muchas vías de escape a la situación de precariedad económica y familiar en la que viven. El mayor descubrimiento del film está en la interpretación del debutante Jesús Carroza, que consigue una sintonía perfecta con el ya consagrado con el premio al mejor actor Juan José Ballesta.

Sommer vorm Balkon / Summer in Berlin (Andreas Dresen, Alemania)

La canción "Always look on the bright side of life", que cantaban los Monty Python, podría haberse utilizado en este film intrascendente en el que hechos tan trágicos como la muerte, las violaciones, el alcoholismo, el divorcio, e incluso el machismo más exacerbado quedan diluidos por un agradable y liviano humor blanco que quita hierro a todo lo malo que les sucede a las dos amigas y vecinas que protagonizan el film. Su búsqueda de la felicidad, a pesar de las graves dificultades que padecen, concitan la complicidad del espectador hasta el punto de simpatizar con el personaje más original visto en el certamen. Se trata de un machista redomado y seductor, interpretado divertidamente por Andreas Schmidt, que resulta paradójicamente entrañable por su inocencia. Su machismo no es mal intencionado, si no producto de la ignorancia. Gracias a estas dos mujeres, que soportan su cara dura, parece que empieza a aprender el valor del respeto hacia los demás. No poca importancia habrá tenido este personaje en la concesión del premio al mejor guión para este film que, si bien entretiene, se antoja algo insustancial como para haber logrado colarse en la Sección Oficial.

La vida perra de Juanita Narboni (Farida Belyazid, España-Marruecos)

De Mariola Fuentes sabíamos que era una buena actriz que cumplía con creces los papeles que le tocaban, pero sólo en El cielo abierto (Miguel Albaladejo, 2000) había podido desplegar su talento ampliamente. Pero nada comparado con la excelente oportunidad que ahora se le ha ofrecido, monopolizando todo el metraje del film y componiendo un personaje inolvidable que tendrá, inevitablemente, que satisfacer a los fanáticos de la novela de Ángel Vázquez. Su composición de una solterona amargada, víctima de una educación conservadora, a través de varias décadas en la ciudad de Tánger, es merecedora de todos los elogios. Lástima que el film sea tan irregular, con una narración tan dislocada y con unos personajes secundarios tan poco desarrollados, porque su esfuerzo interpretativo queda desaprovechando en un film mediocre que tampoco ha sabido aprovechar el especial marco geográfico y cultural que fue Tánger.

Je ne suis pas là pour éter aimé (Stéphane Brizé, Francia)

Sin hacen ruido, como sus delicados personajes, llegó este sencillo (que no simple), film francés para poner las cosas en su sitio y demostrar que no hacen falta grandes alardes escénicos y narrativos para construir una película llena de vida, emotiva, que hace vivir con intensidad al espectador las emociones de sus personajes. Narra el encuentro entre un funcionario judicial de vida gris, encargado de ejecutar desahucios, con una joven de 36 años a punto de casarse con un escritor frustrado. El amor inesperado, que ya no esperaban encontrar en sus vida, supone un terremoto interior que los magníficos Patrick Chesnais y Anne Cosginy logran transmitir con la mayor sutileza y economía gestual. La música de tango, que ambos aprenden a bailar en la escuela donde se conocen, marca el tono melancólico que preside toda la función, en la que también hay sitio para el humor y las pequeñas tragedias familiares. En definitiva, como la vida misma, y además con un final esperanzador.

Incomprensiblemente ignorada por el jurado oficial, se tuvo que conformar con el premio a la mejor película concedido por el Círculo de Escritores Cinematográficos.

Wae Chul / April Snow (Hur Jin-ho, Corea del sur)

Nadie duda que el cine coreano está viviendo una época dorada que ha posibilitado su salto al mercado internacional, invadiendo los festivales cinematográficos de una gran variedad de películas. Pero no es oro todo lo que reluce, y este film es ejemplo de ello. Sospechamos que si no fuera por su nacionalidad difícilmente se hubiera tenido en cuenta un melodrama tan espeso, falto de ideas y con propiedades soporíferas tan notables.

Partiendo de una premisa inicial similar al film de Sydney Pollack Random Hearts / Caprichos del destino (1999), un hombre y una mujer descubren la infidelidad de sus respectivos cónyuges gracias a un accidente de tráfico en el que se han visto involucrados los adúlteros. Mientras esperan que sus parejas se recuperen de sus heridas ellos inician a su vez una relación. Falsamente lírica y de una lentitud sobresaliente (pasan 30 segundos entre frase y frase), el desenlace deja de interesar al espectador mucho antes de que concluya el film.

Iluminados por el fuego (Tristán Bauer, Argentina)

Ganadora el año pasado del Premio Cine en Construcción, hemos podido ver el resultado conseguido gracias a esa ayuda financiera. Es un film motivado por una noble causa: sacar a la luz los padecimientos de los soldados enviados absurdamente en 1982 a luchar en las islas Malvinas, con la excusa de recuperar la soberanía perdida ante el Reino Unido siglo y medio antes. El film no pone en duda la legitimidad de la reclamación argentina sobre las islas, si no que le interesa rescatar del olvido a unos soldados que fueron a luchar como héroes y que al volver derrotados fueron olvidados, no recibieron ayuda material ni sicológica, por lo que muchos acabaron suicidándose a causa del trauma padecido.

La narración gira en torno a tres amigos, uno muerto en el frente, otro que se intenta suicidar en el presente de 2001, y finalmente el narrador de la historia, con el que volvemos al pasado, al año 1982. El atractivo planteamiento no impide que pronto decaiga la función. No resultan excesivamente interesantes ni emotivas las peripecias de los tres soldados, víctimas tanto del enemigo como de sus superiores. Las escenas de batalla, deudoras de Saving Private Ryan / Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998), transmiten el horror de la guerra, pero no logra animar este apagado film, que sin duda será motivo de polémica en su país, pero que dejará indiferente al resto del mundo. Sus elogiables intenciones fueron recompensadas con el Premio Especial del Jurado.

Stetsi / Something Like Happiness (Bohdan Sláma, Alemania-República Checa)

Es inexplicable que esta película haya sido la ganadora del principal premio del Festival. Renunciado expresamente a cualquier cuidado estético, el directo se limita a poner la cámara ante una colección de personajes desesperados, víctimas de la difícil situación económica del país, entre los que destaca una chica con vocación de mártir, un chico enamorado secretamente de ella, una amiga desquiciada que abandona a sus hijos, etc. Todo muy deprimente y relatado con una falta de pasión alarmante. No es que la película sea rematadamente mala, es simplemente que no transmite nada, se queda en la superficie, y los minutos pasan con una lentitud exasperante.

Si inexplicable es el premio a la mejor película, inaudito es que la actriz Anna Geislerová lograra el correspondiente a mejor actriz, por encima de Mariola Fuentes o la Isabelle Carré de Entre ses mains.

Tideland (Terry Gilliam, Canadá-Reino Unido)

Más inexplicable que los premios a Stetsi es la presencia de este bodrio en la Sección Oficial. Si Terry Gilliam nunca demostró una especial habilidad al dirigir las películas protagonizadas por los Monty Python, cuyos valores se concentraban exclusivamente en los irregulares aciertos del grupo de cómicos; su carrera posterior ha sido la de un privilegiado niño al que le han dado la posibilidad de crear carísimos y vacíos juguetes para su exclusivo disfrute y el de sus "modernillos" fans, para desgracia del resto del público. La obligación de informar sobre las películas del festival me impulsó a volver a sentarme ante un film de este señor, pero nada pudo impedir que abandonara la sala una hora antes de finalizar la proyección, espantado de tal sucesión de disparates sin sentido. Aunque quizá se deba mi incomprensión a la "estupidez" que Terry Gilliam nos atribuyó al más de un centenar de personas que seguimos el camino hacia la salida antes de tiempo.

En cuanto al argumento, por llamarlo de algún modo: una especie de Alicia en el país de las maravillas, pero ambientado en una tétrica casona, con una padre drogadicto al que la niña prepara los chutes, y unos misteriosos vecinos; todo transformado por su exuberante imaginación, creadoras de increíbles visiones alucinógenas. El jurado Fipresci tuvo la ocurrencia de premiar el film, quizá en desagravio por el feo que le hicimos unos cuantos desaprensivos.

Odgrobadogroba / Gravehopping (Jan Cvitkovic, Eslovenia)

La constante presencia de la muerte preside esta desconcertante película que se inicia como una comedia negra protagonizada por un profesional de los discursos funerarios, y que finaliza necrofílicamente tras un brusco giro hacia el dramatismo más extremo. Si bien el público ríe con ganas buena parte del film, congelándose posteriormente la sonrisa con el inesperado cambio de tono, no termina de cuajar la combinación de costumbrismo a lo Kusturica con el discurso metafísico que subyace en su interior. La utilización en la banda sonora de la archifamosa canción "I Will Survive" no puede menos que provocar el sonrojo por su simplicidad como recurso exorcistador del miedo a la muerte, muy lejos de inteligente utilización que hacía de ella, con el mismo fin, Milos Forman en Man on the Moon (1999).

O veneno da madrugada (Ruy Guerra, Argentina-Brasil-Portugal)

Hay películas que estriban su encanto en la atmósfera que transpiran más que en la excusa narrativa que les da pie, caso por ejemplo del cine de Atom Egoyan, en especial Exotica (1994), o de Alexander Sokurov. Sin embargo, en esos casos es necesario, al menos, que el espectador sea acunado por un adecuado ritmo cinematográfico que le sumerja en esa atmósfera y no le permita desligarse de lo que sucede en la pantalla. Sin duda algo difícil de lograr y que está película no acierta a conseguir. Confesando mi lamentable desconocimiento de la obra de Ruy Guerra, ilustre representante del Cinema Novo brasileño de los años 60, no creo que la presente película añada nada a su gloria cinematográfica.

Narrada con una estructura peculiar, en la que se repiten cíclicamente los hechos para llegar a conclusiones diferentes, pocos espectadores podrán soportar esta barroca historia de venganza y muerte ambientada en un villorrio oscuro y lluvioso de Sudamérica. Sólo la matizada labor de fotografía podría haber merecido una galardón en el palmarés.

Malas temporadas (Manuel Martín Cuenca, España)

Algo falla en esta película sobre gente desesperada que busca una nueva oportunidad. Su debut en el cine de ficción, La flaqueza del bolchevique (2003), sirvió a Martín Cuenca para demostrar su eficacia dirigiendo actores, pero delataba una cierta torpeza para culminar la narración con la misma autenticidad que su desarrollo previo. El defecto se repite de nuevo. Los personajes interesan, están bien interpretados, pero llega un momento, tras tantos vaivenes y tormentos en esas vidas, que todo resulta artificial, demasiado reiterativo y retórico. Los personajes hablan demasiado para expresas sus sentimientos, y tanta verborrea pretendidamente sustancial, lejos de la sutileza de los mejores momentos de su anterior film, conducen irremisiblemente al aburrimiento.

Entre ses mains (Anne Fontaine, Bélgica-Francia)

Igual que Je ne suis pas là pour éter aimé, el cine francés da otro ejemplo de contención y corrección a la hora de poner en escena una intensa historia sin vanas excentricidades autorales. Del romanticismo de aquella pasamos a un thriller, con el riesgo que supone contar con esa contención escénica un relato en el que el suspense es fundamental. La relación de una trabajadora de una compañía de seguros con un extraño hombre, probable asesino en serie que está sembrando el terror en la zona, se sostiene a gran altura en todo su metraje. Sólo resulta algo incompresible las reacciones de ella en la parte final, pero no invalida una de las escasas películas vistas sin que el cansancio haga mella en el espectador. Los actores Isabelle Carré y Benoît Poelvoorde cumplen a la perfección sus papeles.

Bang Bang Orangutang (Simon Staho, Dinamarca-Suecia)

Dice el directos danés de este engendro que su película no es fruto del intelecto, sino del corazón. Así se explica tal acumulación de memeces en este estruendoso film, tanto por su insoportable banda sonora como por sus estridentes virados de color, que sigue los pasos de un ser anormal que atropelló a su propia hija y perdió su empleo. En el camino para lograr recomponer su vida se enamora de una chica que le desprecia y, en fin, transita por la pantalla sin que sepamos la razón de ser de sus actos. Sin duda es la película más absurda que se ha podido ver en todas las secciones del festival, realizada por un director que dice odiar las películas perfectas rodadas en 35 mm, y preferir tener muchos errores y cometer imperfecciones técnicas, que no dejar al público indiferente. Sin duda lo ha conseguido.

Sud Express (Chema de la Peña y Gabriel Velázquez, España-Portugal)

La línea de ferrocarril que une Lisboa con París es el hilo que une las pequeñas y cotidianas historias que jalonan su recorrido. Unas despiertan el interés y la simpatía, otras se acercan a la emoción, pero otras dejan indiferentes o molestan por su falsa trascendencia. Es un irregular trabajo que por momentos parece concebida adrede para recabar premios en festivales y la aprobación de la crítica especializada, resultado de un frío calculo y no de un genuino sentimiento, en un director, Chema de la Peña, quizá preocupado en borrar las huellas de su alimenticio anterior trabajo en el film Isi/Disi (2004). La desigual capacidad interpretativa de sus actores, algunos no profesionales, tampoco ayuda a lograr el objetivo naturalista perseguido.

The World's Fastest Indian (Roger Donaldson, Nueva Zelanda)

Para clausurar el festival, y fuera de concurso, se seleccionó este tópico film de superación personal al que tan acostumbrados nos tiene el cine americano. Aunque la nacionalidad oficial sea la neozelandesa nadie notará diferencia alguna con otros productos hollywoodienses llenos de moralina, ensalzadores del espíritu individualista necesario, e infalible, para lograr lo que deseemos en la vida. En este caso, el objetivo del protagonista es acudir a una carrera en Estados Unidos para batir un record de velocidad con su vieja moto Indian. Con un Anthony Kopkins excesivo, capaz de soltar citas de Rooslvelt sin ruborizarse, la película transita por la pantalla sin el menor atisbo de originalidad, aunque técnicamente sea un film impecable.


OTRAS PELÍCULAS

Ante la imposibilidad de dar noticia de la totalidad de la programación, repartida en múltiples secciones, con Zabaltegui a la cabeza, sólo me centraré a continuación en las películas y detalles más relevantes, a mi entender, entre todo lo visto, sin cansar al lector con un exhaustivo repaso de las películas visionadas, pues sería inevitablemente estéril detenerse en tantas olvidables películas.

Entre lo escogido para dar a conocer la labor de nuevos directores, destacó sobre todas El taxista ful (Jo Sol, España), falso documental donde la peripecia de un taxista que trabajaba con taxis robados (cuando sus propietarios no los usaban y devolviéndolos con una cantidad de dinero que compensara el gasto de gasolina), da la excusa para reflexionar sobre el sistema de trabajo impuesto por la sociedad contemporánea y, sobre todo, para ironizar con inteligente humor sobre los colectivos antisistema, portadores de bellas ideas de utópica realización pero de las que también se puede sacar útiles lecciones.

Sauf le respect que je vous dois (Fabienne Godet, Francia) es una curiosa mezcla de drama social a lo Ken Loach y película policíaca, desencadenado por el suicidio de un trabajador injustamente despedido, y el posterior homicidio (se desconoce si accidental o no) del empresario por parte de uno de sus compañeros. Se desaprueba la voracidad de las empresas, y también el conformismo de los trabajadores, haciendo un discurso moral necesario pero teñido de desesperanza

L' iceberg (Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy, Bélgica) desarrolla los personajes, interpretados por los mismos Abel y Gordon, creados en el divertido cortometraje Walking on the Wild Side (2000). Ahora ya son un matrimonio con dos hijos, pero ella no es feliz, presa de un grave problema de incomunicación con su familia. Sus peripecias en el trabajo y la posterior huida en busca de aventuras da pie a situaciones hilarantes, en la que la palabra queda en segundo plano ante la pantomima y los imaginativos y coloridos recursos escénicos. Directamente influenciada por el cine de Jacques Tati, su gracia se resiente pasada una hora de metraje, pero el dulce sabor de un cine hecho con talento y fino humor permanece, descubriéndonos que Tati tiene unos inesperados y dignos sucesores.

Oyun (Pelin Esmer, Turquía), documental en vídeo rodado con muy escasos medios, es un valioso testimonio de las condiciones de vida de la mujer rural en Turquía, a través de la grabación de una obra de teatro puesta en marcha por esas mujeres. Con humor y una naturalidad asombrosa ante las cámaras, y conscientes del atrevimiento que supone airear sus insatisfacciones vitales a través del teatro, es inevitable sentir admiración y simpatía hacía esta modesta película y las mujeres que la protagonizan.

Ganadora del premio de la Juventud, Aupa Etxebeste! (Asier Altuna y Telmo Esnal, España) es una comedia divertida pero intrascendente, aunque se agradezca entre tanto film torturante y desesperado, pero que no hubiera tenido la oportunidad de participar en un festival como este si no fuera por estar rodado en vasco, razón también de su favorable acogida entre el público local. Su argumento es muy sencillo: las peripecias de la familia de un aspirante a la alcaldía, que se ve obligada a pasar las vacaciones encerrados en la casa para que no se descubra que no tienen dinero para ir a la playa.

Del resto de la programación sólo merece destacarse dos sobresalientes interpretaciones desaprovechadas en dos mediocres películas: Yoima Valdés en Agua con sal (Pedro Pérez Rosado, España-Puerto Rico), que transmite verismo a un personaje de inmigrante que busca su sitio en el mundo; y Óscar Jaenada en Camarón (Jaime Chávarri, España), dando vida, nunca mejor dicho, a Camarón de la Isla, en un biopic que sólo podrá interesar a los más flamencólogos o a los admiradores del artista, presentada en una sesión especial en el Velódromo.

Hubo mucho más: Perlas de otros festivales, que no lo fueron tanto; la proyección sorpresa del necesario, no sólo en Italia, documental ¡Viva, Zapatero! (Sabina Guzzanti), la Selección Horizontes dedicada al cine hispanoamericano, el Encuentro Internacional de Escuelas de Cine, las magníficas y completas retrospectivas sobre Robert Wise, Abel Ferrara y las mujeres rebeldes e insumisas que nos dio la historia del cine. En fin, una fiesta del celuloide, pese al peligro de empacho que siempre tienen estos eventos, perfectamente organizada y a la que sólo desearía para ser perfecta, aparte de mejores películas, que Rafael Moneo hubiera pensado en la comodidad del espectador cuando diseñó el famoso Kursaal, sede principal del Zinemaldia.

PALMARÉS OFICIAL
otorgado por un jurado compuesto por Anjelica Huston (Presidenta), Verónica Forqué, Enrico Lo Verso, Claude Miller, Lone Scherfig, Antonio Skármeta y Dean Tavoularis:

CONCHA DE ORO A LA MEJOR PELÍCULA:
Stesti (Something Like Happiness),
de Bohdan Sláma (República Checa-Alemania).

PREMIO ESPECIAL DEL JURADO:
Iluminados por el fuego, de Tristán Bauer (Argentina),
"porque es un film que transporta con emoción e inteligencia el trágico sinsentido de la guerra y el efecto de la memoria de una experiencia dolorosa en la vida cotidiana de la gente".

CONCHA DE PLATA AL MEJOR DIRECTOR:
Zhang Yang, por Xiang Ri Kui (Sunflower) (China).

CONCHA DE PLATA A LA MEJOR ACTRIZ:
Ana Geislerová, por Stesti (Something Like Happiness) (República Checa-Alemania).

CONCHA DE PLATA AL MEJOR ACTOR:
Juan José Ballesta,
por 7 vírgenes (España).

PREMIO DEL JURADO A LA MEJOR FOTOGRAFÍA:
Jong Lin,
por Xiang Ri Kui (Sunflower) (China).

PREMIO DEL JURADO AL MEJOR GUIÓN:
Wolfgang Kohlhaase,
por Sommer vorm Balkon (Summer in Berlin) (Alemania).




Texto, Copyright © 2005 Rafael Nieto.
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Última actualización: enero 2006

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