"Ahora Me Siento Más Preso Que En El Corredor De La Muerte" El mexicano Mario Flores ha pasado 18 años en el corredor de la muerte
por Ana Anabitarte
El mexicano Mario Flores ha estado 18 años encerrado en una celda del
corredor de la muerte de una cárcel de Illinois (Estados Unidos). Le
acusaron de asesinar a un joven puertorriqueño durante una pelea de
pandilleros. Y el único testimonio de una testigo de 50 años, sirvió para
que el juez le condenara a la pena capital. Sin embargo, la presión
internacional logró que el gobernador de Illinois diez días antes de
abandonar su cargo le conmutara su pena de muerte por 40 años de cárcel. El
haber cumplido casi la mitad unido al buen comportamiento de Flores,
provocaron su puesta en libertad hace unas semanas y su deportación a
México, donde se encuentra en la actualidad. En entrevista con BABAB en
Madrid —a donde ha viajado para agradecer las muestra de apoyo recibidas—,
Mario Flores habla de los 18 años vividos en la prisión, asegura que su
abogado le arruinó la vida al perder el caso, y reconoce que la pintura y la
lectura le ayudaron a salir adelante. Y es que fue en prisión donde obtuvo
un diplomado con Cum Laude y donde pintó numerosos cuadros que expuso en
España, Estados Unidos, México y Suiza. Ahora, a sus 40 años además de
ayudar a todas aquellas personas que se encuentran en el corredor, quiere
dedicarse a la pintura (www.gallerymario.8m.com). Una afición que le ayudó a
sobrevivir.
¿Cómo se siente tras pasar 18 años en el corredor de la muerte?
Muy feliz y muy agradecido por todas las muestras de apoyo que he recibido
desde tantas partes del mundo. Acabo de llegar de Málaga donde se ha
inaugurado una exposición con mis obras y donde el alcalde de la ciudad me
ha dado la medalla de honor, y me siento conmovido. Las muestras de apoyo en
España y en otros países como Suiza han sido impresionantes y este viaje ha
sido para darles las gracias a todos.
¿Recibió el mismo apoyo de México, su país?
Vicente Fox llamó personalmente al gobernador de Illinois pidiendo mi
libertad y también el cónsul de México en Chicago. Luego, cuando me
liberaron su secretaria particular me dijo que me iba a recibir, aunque al
final no lo hizo argumentando que sería mala publicidad para él ya que
técnicamente yo sigo siendo culpable.
Cuénteme cómo ocurrió todo.
El 1 de enero de 1984 a las dos de la mañana se produjo un accidente de
tráfico y al día siguiente una cuadra más lejos de donde ocurrió encontraron
el cuerpo de un puertorriqueño de 21 años que era quien manejaba uno de los
vehículos accidentados. Durante once meses no encontraron a ningún
sospechoso hasta que en noviembre de ese año, una mujer puertorriqueña de 50
años me acusó a mi. Dijo que lo vio todo desde su ventana y que yo fui quien
lo mató. Basándose sólo en su testimonio me condenaron a pena de muerte. Sin
pruebas.
¿Y su abogado?
No tenía experiencia en casos de pena de muerte pero yo no lo sabía y me
arruinó la vida. Él pensó que era un caso fácil y que lo iba a ganar. Me
dijo que no había evidencia en mi contra y que la testigo mentía, y no pidió
que testificara mi familia ni mis amigos. Perdió. Diez años después mis
padres vendieron su casa y pudieron contratar a un detective privado muy
famoso, Paulo Ciolino, que descubrió que esta mujer, que era soplona de los
detectives, tenía un hijo sospechoso del homicidio y con varios asesinatos
pendientes. Y acordó que a cambio de que ella y su hijo declararan en mi
contra le rebajarían la pena a él. Sin embargo, no sirvió de nada porque mi
caso ya estaba cerrado y según la ley estadounidense no se podía reabrir a
no ser que hubiera una prueba de ADN y no era el caso.
¿Cómo ha aguantado todos esos años en la cárcel?
Creo que hubo varias cosas. Sabía que era inocente y estaba dispuesto a
hacer cualquier cosa para probarlo. En segundo lugar mi juventud: no tenía
hijos ni esposa y no tenía vicios, ni fumaba ni bebía. En tercer lugar
porque comencé a leer historia, mitología, religión y a estudiar hasta sacar
un diplomado en Derecho con Cum Laude lo que me sirvió además de para
entender lo que me había ocurrido y a pintar. Y por la pintura que me ayudó
a salir de la prisión, a evadirme. Pinté numerosos cuadros que logré que se
expusieran en 15 ciudades españolas, en Estados Unidos, en Suiza y en
México. Por supuesto, también porque conté con el apoyo de mi familia, de
mis padres y de mis hermanos que me ayudaron siempre.
¿Cómo era un día normal en el corredor?
De 4 a 6 de la mañana era el desayuno, luego nos sacaban una hora a un
patio de diez en diez esposados y custodiados por dos vigilantes, a
continuación nos duchábamos, a las 12 almorzábamos, luego siesta, a las dos
de la tarde llegaba el correo, y a las cinco nos daban la cena. Hasta el
2001 podía pintar y leer pero a partir de ese año me quitaron todo el
material de pintura y los libros porque los presos utilizaron los pinceles
como dagas, el aguarrás como llama flameante, y en la tapa de los libros
escondieron droga. En la celda tenía una pequeña televisión, una mesa, una
silla y una cama. Me permitían ver a mi familia dos horas una vez a la
semana, siempre esposado y sin contacto físico, sólo me dejaban un abrazo al
llegar y otro en la despedida. Y la comida era pésima hasta el punto de que
se me ha encogido el estómago y sólo soy capaz de comer hamburguesas, que
era lo último que comí antes de ser detenido hace 18 años.
¿Cómo le trataban los funcionarios de presiones?
Como un número no como un ser humano. Les prohibían tener ningún
sentimiento hacia nosotros y para lograrlo los cambiaban cada tres meses.
¿Y con el resto de los presos?
En los casi 20 años que estuve presencié de todo, desde suicidios hasta
homicidios. Ellos han perdido toda la esperanza y a veces me contagiaban su
estado de ánimo. Hay un dato muy significativo y es que de los 17 a los que
pusieron en libertad, soy el único que sigue vivo y en libertad. El resto o
han muerto de infartos, o de sobredosis o han sido condenados de nuevo.
Durante los 18 años que pasó en prisión ¿confiaba en recobrar la libertad?
Al principio si, pero al estudiar Derecho me di cuenta de que según las
leyes del estado de Illinois me iban a ejecutar. Entonces acepté mi
ejecución. Me sentía en paz y tranquilidad porque había luchado. Pero pensé
que debía seguir luchando y que antes de morir debía conseguir que mis
pinturas llegaran a todos los rincones del mundo para que la gente se
enterara de lo que estaba pasando y provocar una indignación generalizada.
Así llegaron a España donde todos los medios de comunicación se hicieron eco
de mi caso y lo denunciaron.
Durante estos 18 años y hasta en tres ocasiones su ejecución se pospuso.
¿Por qué?
Mis abogados presentaron dos recursos de amparo y por una razón misteriosa
el juez no los resolvió en tres años. Y hasta la fecha no sabemos por qué.
Yo creo que fue Dios quien lo paralizó. Porque si el veredicto del juez
hubiera sido en contra, mi ejecución se hubiera producido; y si hubiera sido
a favor también porque la fiscalía hubiera apelado a la Corte que le hubiera
dado la razón. En ambos casos el proceso hubiera seguido adelante, lo que
ocurrió es que como el juez no dijo ni que si ni que no yo gané tiempo.
Me decía antes que al enterarse de que iba a morir se sentía en paz. ¿Cómo
era la sensación que sentía?
Descubrí que existe otra vida además de esta, que esta vida no era la
única. Creo que cuando el ser humano muere, su alma se sale de su cuerpo, se
sacude y despierta a una nueva realidad que es la vida postrera. En el
corredor yo sentía que ese alma había salido de mi cuerpo. Me sentía cansado
porque pintaba y hacía mucho ejercicio, pero mi alma se sentía fuerte porque
había trascendido. Es muy fuerte decirlo pero sentía que me había convertido
en un ángel. Además, al llegar mis pinturas a España era como si yo hubiera
llegado también y pensaba: ya gané. Si quieren que me ejecuten.
Me decía antes que al enterarse de que iba a morir se sentía en paz. ¿Cómo
era la sensación que sentía?
Descubrí que existe otra vida además de esta, que esta vida no era la
única. Creo que cuando el ser humano muere, su alma se sale de su cuerpo, se
sacude y despierta a una nueva realidad que es la vida postrera. En el
corredor yo sentía que ese alma había salido de mi cuerpo. Me sentía cansado
porque pintaba y hacía mucho ejercicio, pero mi alma se sentía fuerte porque
había trascendido. Es muy fuerte decirlo pero sentía que me había convertido
en un ángel. Además, al llegar mis pinturas a España era como si yo hubiera
llegado también y pensaba: ya gané. Si quieren que me ejecuten.
¿Ni pensó en el suicidio?
No. Iba a luchar hasta el final porque como deportista sabía que el campeón
es el que lucha hasta el final. Y eso fue lo que yo hice.
¿Temía el momento de la muerte?
No. Tenía miedo por mi familia, porque iban a sufrir mucho y no sabía que
decirles. Les animaba diciendo que nos íbamos a ver en la otra vida.
¿Qué ha sido lo peor de estos 18 años?
Haber perdido mi juventud. ¿Qué hago ahorita? ¿de qué trabajo? Quiero tener
un coche, una novia, hijos. Tengo 40 años y de aquí a que consiga un trabajo
y me pueda comprar una casa y un carro va a pasar mucho tiempo. Y yo quiero
gozarlo de joven. Además, me he quedado en otra época. No se usar la
computadora, ni el teléfono celular, ni ver mi correo electrónico. Me siento
un satélite que intenta entrar en la tierra y al que rechazan. ¿Cómo me
puedo reintegrar en la sociedad? Los 18 años fueron fáciles porque ya han
pasado. Ahora empieza lo difícil.
¿Se siente rechazado por la gente?
Si. El mundo me rechaza por eso prefiero estar solo, comer solo. Me siento
más a gusto cenando solo en la habitación del hotel que en Burger King
rodeado de gente. Cómo romper eso es lo difícil. Y ni siquiera sé si quiero
romperlo porque en soledad me siento seguro y en confianza. En la cárcel me
reinventé y ahora tengo que reinventarme de nuevo. En el corredor de la
muerte sabía lo que quería hacer y lo hacía. Tenía una dirección. Ahora no
la tengo. Quiero ir a la universidad, quiero volver a competir, quiero ser
pintor, quiero ayudar a los que están en el corredor... Ahora que he salido
sufro por la parálisis que me provoca la indecisión. Tanta lucha por la
libertad, y ahora me siento más preso que antes.
Texto, Copyright © 2005 Ana Anabitarte.
Todos los derechos reservados.
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