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El otro patrimonio iraquí

por Yashmina Shawki*


Apenas si habían transcurrido unos meses desde el ascenso al poder de Hasan Al Baker tras el golpe de estado de julio de 1968 cuando los hermanos Bashir y algunos artistas más lograron hacer realidad su sueño: la inauguración de la "Escuela de Música y Ballet" en Baghdad. La apertura de la docencia en este centro suponía, un paso importante en el camino emprendido para hacer de Iraq uno de los países más cultos y progresistas de Oriente Próximo. Y ello, a pesar de que con la suspensión de las actividades de la Orquesta Sinfónica de Iraq en 1962, las actuaciones musicales en Mesopotamia habían tenido que desarrollarse sin el apoyo gubernamental.

No había sido tarea fácil lograr que un país sin una tradición cultural vinculada a la música y a la danza clásica pudiera alzarse como el pionero en la formación de talentos artísticos. Aunque el Instituto de Bellas Artes de Baghdad y otras instituciones culturales impartían formación musical, en aquel momento, el gusto iraquí se decantaba, en una clara mayoría, por la música tradicional árabe cuyo estilo derivaba de la lectura cantada del texto sagrado por excelencia: el Corán. Un concepto musical muy diferente al occidental que todavía no era conocido por todos.

Cantantes con gran capacidad vocal tales como Um Karzum o Fairuz constituían la vanguardia musical del mundo árabe en la década posterior al ascenso de Nasser al poder y su consiguiente apertura cultural y económica. Abdul Gamal Nasser había roto moldes facilitando un "florecimiento" artístico en Egipto, limitado cierto es, porque la situación política no garantizaba la libertad de expresión en su plenitud, pero que acabaría contagiando, con todas las salvedades propias de su idiosincrasia, a los países árabes más aperturistas del momento, entre los cuales se encontraba Iraq.

La pequeña elite cultural que se había ido formando desde finales de la década de los años cincuenta en Iraq, gracias al programa de becas para estudiantes universitarios que querían desarrollar su formación en el extranjero, demandaba una apertura artística que la sociedad nunca antes había conocido. La demanda de variedad en la oferta musical y de otras artes fue transmitiéndose a otros sectores de la sociedad al tiempo que los modernos medios de comunicación tales como la prensa, la radio y la televisión iban introduciéndose en todo el país.

A pesar del gusto musical predominante y, quizás como reacción a una influencia occidental denostada pero también admirada, poco a poco, las emisoras de radio iraquíes fueron incluyendo piezas musicales clásicas en su programación extendiéndose esta idea a la incipiente televisión iraquí. Parecía evidente que una música tan armoniosa e inspiradora no podía contrariar, siquiera a los más recalcitrantes musulmanes practicantes.

En este entorno poco favorecedor por la precaria situación política del país por la inestabilidad gubernamental, músicos con talento, nadaron contra corriente durante años intentando, por ejemplo, que la Orquesta Nacional Iraquí volviera a funcionar. Los golpes y contragolpes, las represalias y purgas que se sucedieron en Iraq, de 1958 a 1968, desde la revolución de Qasem al golpe de estado de Al Baker no favorecieron el desarrollo artístico en libertad.

Músicos, como el difunto Munir Bashir navegaron en las procelosas aguas de la diplomacia entre políticos que obtenían y perdían el poder con gran facilidad, logrando lo que parecía imposible: construir un nido en el cual educar a niños iraquíes desarrollando su talento natural e incentivando su creatividad. Un lugar en donde no se discriminaría a nadie por razón de su sexo, su etnia, su confesión religiosa o su nivel social y en el que todos estarían hermanados por su amor a la música y a la danza.

El programa docente de la escuela se elaboró con cuidado y con cierta prevención: nunca antes se había hecho algo así, no sólo en Iraq sino en ninguno de los países árabes.

El objetivo principal era lograr una formación integral y especializada del alumnado. Para ello, se llegó, no sin serias reticencias por parte de los sectores más conservadores del Ministerio de Educación y el de Cultura, al acuerdo de que, fuera un colegio mixto, que la admisión sólo fuera posible para niños y niñas de cuatro años de edad y que el número de alumnos admitidos fuera restringido para garantizar la calidad de la enseñanza.

No se escatimaron gastos para su puesta en marcha. Se construyó un complejo de edificios, en uno de os cuales se prepararon cuatro aulas de ballet perfectamente equipadas, se compraron todo tipo de instrumentos musicales, zapatillas y ropa para la danza en grandes cantidades y, se contrataron profesores de música y danza de la URSS y otros países de la Europa del Este.

La elección de estos profesores se debió, en primer lugar, a que muchas de las personas que habían inspirado y apoyado el proyecto, se habían formado en países de la órbita soviética, por lo que tenían una vinculación académica, profesional e, incluso, personal con sus conservatorios musicales y de danza.

En segundo lugar, también influyó de forma decisiva que el Partido Baaz, recién llegado al poder, no escatimara esfuerzos en manifestar su vocación "socialista" para contrarrestar la importancia "capitalista" y "colonizadora" de Gran Bretaña que, para su gusto, todavía ejercía un excesivo control sobre el país. No se puede olvidar que, desde 1958, fecha del derrocamiento y asesinato del rey Faisal II, cuya monarquía había sido impuesta por los británicos, los sucesivos gobiernos iraquíes mantuvieron agrias y difíciles negociaciones con los dueños de la Compañía Iraquí de Petróleo, es decir, los ingleses. Fueron discusiones de importancia capital sobre la mayor fuente de ingresos para el estado iraquí, un país subdesarrollado y necesitado de fondos. Contratar a profesores provenientes del otro lado del "telón de acero" era una forma de reivindicar que Iraq nunca sucumbiría a la educación y el dominio occidental, al tiempo que, servía para reforzar los lazos de amistad con "nuevos" y prometedores amigos.

Fueron estos profesionales los que colaboraron decididamente en la elaboración del programa educativo. Este se dividía claramente en dos áreas. La primera correspondía a la formación escolar general, destinándose las cinco primeras horas de la mañana a enseñar las asignaturas generales que se impartían a todos los niños iraquíes. La segunda, de formación artística se desarrollaría en las cuatro horas restantes.

El programa educativo estatal constaba de doce cursos. Los seis primeros correspondían a Primaria, los tres siguientes a Intermediaria y, los tres últimos, a Secundaria. Para superar cada uno de estos tres grupos y garantizar una formación completa, los alumnos tenían que realizar los exámenes estatales de "Baccalauréat" o selectividad como el resto de los niños iraquíes.

Por otra parte, para la formación artística se dividía a los alumnos en dos grandes secciones, totalmente independientes y paralelas: la musical y la de danza. Dentro del departamento musical, los alumnos se subdividían a su vez en los que se formaban en música clásica árabe o folklórica y los que lo hacían en música clásica occidental. Tanto el programa musical como el de ballet se desarrollaban en doce cursos para hacerlos compatibles y simultáneos a la educación reglada. Desde el solfeo hasta el ensayo de piezas orquestales o de cámara, desde el entrenamiento básico en la barra hasta coreografía, el programa educativo artístico era tan completo que, permitía, una vez finalizado, que los alumnos con mejores calificaciones pudieran optar a una beca de formación bien en la URSS bien en cualquier otro país del este de Europa.

Los primeros alumnos que regresaron como profesores a la Escuela de Música y Ballet lo hicieron en 1983. Así, lo hizo, por ejemplo, Dikra Monem tras su formación en la URSS. Se marchó de Iraq tras la Guerra del Golfo pero ha regresado de nuevo a su escuela para enseñar danza clásica a los niños.

Muchos de los músicos formados en esta escuela son reputados solistas que, desafortunadamente, han tenido que desarrollar su carrera artística fuera de Iraq, entre los cuales, se encuentra el hijo del difunto Munir Bashir, Omar.

Treinta y cinco años han pasado por el complejo de modestos edificios de ladrillo amarillo en el que se ubica la "Escuela de Música y Ballet" de Baghdad. Las construcciones, los profesores y los alumnos han soportado la larga Guerra entre Irán e Iraq, la Guerra del Golfo y la invasión del pasado año inspirados por su amor al arte. Paradójicamente, ha sido con la ocupación norteamericana cuando más ha sufrido este centro único en su género. Vándalos descontrolados e ignorantes destrozaron y saquearon todo lo que encontraron a su paso, dañando no sólo los maravillosos instrumentos musicales sino los suelos y espejos de las aulas de ballet.

Afortunadamente, la colaboración de ciertas organizaciones internacionales ha permitido la reconstrucción y reequipamiento de esta escuela. Las donaciones, aunque generosas, no son suficientes ya que tienen un límite. Los gastos se mantienen y no pueden reducirse: las zapatillas de punta apenas si duran una semana de entrenamiento, las mallas aguantan un poco más pero los niños crecen con rapidez, los instrumentos se desgastan y necesitan repuestos, los pianos requieren afinadores profesionales. La esperanza de esta institución descansa en la pacificación y en la recuperación económica del país.

Pese a todas las dificultades vividas, a las carencias, a los sufrimientos, la escuela cuenta con lo único que es irremplazable y que permite que siga funcionando: el amor por el arte que sienten sus alumnos y la vocación de los pocos profesores que se han arriesgado a seguir su tarea.

Esperemos que pronto, en el Teatro Nacional de Baghdad o en el destruido Teatro Rashid estos pequeños puedan interpretar con virtuosismo, talento, pasión y alegría a Mozart, Schubert y Chopin llenando de giros, piruetas, saltos y emoción el escenario al representar sus piezas de ballet y, sobre todo, esperemos que las generaciones de músicos y bailarines que salieron de sus aulas destino al exilio puedan regresar para verlos y colaborar en su formación. Es el otro patrimonio iraquí a conservar.

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*. Yashmina Shawki fue alumna de la Escuela de Música y Ballet de 1981 a 1984. Actualmente es escritora, licenciada en Derecho e Historia Contemporánea y colaboradora habitual de la Voz de Galicia.




Texto, Copyright © 2004 Yashmina Shawki.
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Última actualización: jueves, 1 de enero de 2004

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