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Juan Carlos Pérez de la Fuente, un director con vocación de servicio
por Paz Mediavilla
Siete años como director del Centro Dramático Nacional (España) y su último
estreno Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, en el Teatro María Guerrero de Madrid.
Juan Carlos Pérez de la Fuente trasmite buena energía y se apasiona cuando habla de teatro. Da la impresión de que acabe de iniciar su labor como director de esta institución por la frescura y el entusiasmo que trasmite pero la realidad es que lleva siete años en este puesto y que han sido siete años en los que ha habido de todo: rehabilitación de edificios, burocracias, realizar programaciones teniendo que buscar las salas para poder estrenar, dirigiendo sus propios montajes a su vez, teniendo a sus colaboradores dispersos... En fin, no ha sido una travesía fácil, pero aquí está con muchas ganas de hacer cosas y con muchos proyectos.
Cuando inicia su andadura en el año 1996 encuentra unos índices de asistencia pobres, un edificio abandonado -el Teatro Olimpia (Centro de Nuevas Tendencias Escénicas)- que estaba gestionado por el Ministerio de Cultura, pero que era privado y eso ha conllevado muchas gestiones hasta que se ha conseguido comprarlo y rehacerlo nuevamente. (Calcula J. C. P. que en un año y medio podrá abrirse), y un Teatro María Guerrero que parecía que estaba muy bien pero que con el primer montaje se da cuenta de que necesita hacer obras (que llevó a cabo) y que en breve necesitaría una obra mayor que también acometió y acaba de terminar.
Teatro María Guerrero: la obra
Nos encontramos para realizar la entrevista en el recién rehabilitado Teatro María Guerrero de Madrid, sede del Centro Dramático Nacional. Juan Carlos Pérez de la Fuente, su director, es el responsable de la magnífica obra que se ha realizado en este teatro en el que tanto se ha vivido a lo largo de los años desde su inauguración en 1885, en que se llamó Teatro de la Princesa.
La obra ha durado tres años y con ella se han conseguido varias cosas: una de ellas y fundamental, que el edificio no se cayera. Dice J.C. P. "sí, se hubiese caído. Si no nos encontramos a las termitas se cae. Incluso la pregunta que se hacían los arquitectos y que me hacía yo como neófito en esta materia, es por qué no se había caído si había pilares de madera que faltaba 80 cm para llegar al suelo. También estaba dañada la estructura del edificio porque las dos plantas superiores son un añadido que hizo María Guerrero cuando se trasladó a vivir aquí, pero ella no consultó con arquitecto alguno... entonces el edificio estaba soportando un peso excesivo para la estructura que tenía. Todo eso se ha arreglado y se ha sellado para que nunca más animalitos de éstos como termitas u otros que dañan la madera puedan entrar al edificio".
Otros logros han sido, por ejemplo, renovar y limpiar la sala, en la que el fantástico techo que
la corona llevaba 125 años sin ser limpiado y que pasaba desapercibido siendo -ahora que podemos
verlo- muy hermoso. Recuperar columnas de fundición que inexplicablemente estaban tapadas. Se
descubrió el entelado original de la sala que era papel de 1885, de color granate con cruces
doradas, y se ha hecho una reproducción con la que se han entelado las paredes. Se ha reconstruido
una balaustrada que originalmente volaba sobre el hall de entrada y que alguien en algún momento
decidió tirarla. El María Guerrero es el único teatro de Madrid que conserva el cocherón que actualmente está cerrado como ampliación del vestíbulo pero que originalmente se utilizaba para dar acceso a coches de caballos. Antes de la reforma estaba empequeñecido, bajo y angosto y, al tirarlo todo se ha recuperado su tamaño original y se ha visto que estaba construido sobre unos muros de sillería de piedra preciosos que se han dejado vistos.
Al oírle hablar sobre el edificio y la obra te das cuenta de que ha seguido paso a paso todo el proceso y se ha documentado todo lo que se pueda uno documentar para realizarlo codo con codo con los arquitectos de la mejor manera posible. También cuando habla de su trabajo trasmite entusiasmo e intenta ser lo más preciso posible con sus explicaciones. Así funciona este hombre con todo lo que acomete. Con entusiasmo e intentando hacer lo mejor posible en función de la documentación, el trabajo y las ganas.
Nombramiento y comienzo: rompiendo moldes
Fue nombrado director del Centro Dramático Nacional en 1996, durante la legislatura del Partido Popular, por la ministra Esperanza Aguirre y sorprendió a todos rompiendo los moldes y los tópicos que son esperables de una gestión de derechas. "Mira, cuando llegué se decía que había llegado la derecha y que lo normal, que el tópico funcionaba si yo montaba a Pemán, a Benavente, a los Quintero. De tal forma que la primera programación se convertía en un símbolo".
Y montó nada menos que Pelo de Tormenta de Paco Nieva-. "Había tanto riesgo, era un texto poco conocido. En la calle estaba la lectura de -si le sale bien, le echan los que le han nombrado, porque era un escándalo, esas monjas por el suelo con aquellas pollas y todo aquello ¿no?. Y si le sale mal, le echan todos-. Yo sabía que aquel 20 de marzo del año 1997 esa obra era un símbolo de la cultura... casi del Partido Popular... porque me habían nombrado... entonces me dije que me la tenía que jugar a una carta y la carta fue saliendo y hasta aquí hemos llegado. Pero aquella noche no la olvidaré mientras viva".
Reconoce que el factor suerte fue importante a la hora de conseguir el puesto que ahora desempeña, pero hay otros factores que han de confluir para que le nombren a uno director de una institución como es el Centro Dramático Nacional: "Yo creo que primero uno tiene que tener claro que quiere algo. Fíjate, en este momento, yo más que pensar en mí estoy pensando en José Luis Alonso, en el gran maestro, el que se suicidó, el que fue para mí el pionero del teatro público español en esos años tan difíciles de la dictadura. Director de esta casa durante tantos y tantos años. De él hay una anécdota muy bonita: en los años 50, la primera vez que le llaman para dirigir este teatro -aunque él dice en sus memorias que siempre le había hecho ilusión pensar que algún día dirigiría un teatro público- pues, salió corriendo, se fue a El Escorial, se encerró en una biblioteca y no quería salir. Aparte de esto, yo creo que estos teatros tienen que estar dirigidos por directores artísticos, pero a la vez por directores gerentes. Artísticos porque esto no es un cajón de sastre. Creo que aquí se trata de que haya un discurso, y segundo, te tiene que gustar la gestión del teatro. Poca gente valora que para que un telón se levante hay mucha gente detrás trabajando desde distintas áreas: producción, oficina técnica, sala... incluso, fíjate, la oportunidad que he tenido ahora de rehabilitar y abrir edificios".
Su gestión. Su discurso.
Acometió todo ello en cuanto al trabajo de la infraestructura y con éxito, pero hay otro punto que le interesa dejar claro: "Vine con un discurso y lo sigo manteniendo y lo mantendré hasta el último día que me marche: yo creo que (y me voy a los primeros estatutos del año 1978) esta casa nace para potenciar la dramaturgia española contemporánea y aunque se han realizado buenos proyectos no se ha apoyado abiertamente la autoría española. Y ahí están los viejos tópicos de que no hay autores. Parece un poco provinciano apoyar a los españoles... que si no estamos a nivel europeo... pero yo creo que en esta Europa de la globalización en la que nos encontramos, así como hay una moneda única, corremos el riesgo de que haya un teatro único. Si no perdemos un poco el miedo que tenemos a lo nuestro o este complejo de inferioridad y apostamos por el buen teatro... me di cuenta de que en los veinticinco años que tiene el Centro Dramático Nacional nunca se había hecho a Antonio Buero Vallejo, una vez se había hecho a Nieva, a Arrabal también una vez un mes por ahí perdido. Y yo me decía que hay que apostar por esto. Son nuestros autores".
El concepto de lo español
"Yo siempre digo que me gusta... que me siento español. Decir esto hace unos años implicaba que
infaliblemente se dijera "es un facha". No, cuando digo "lo español", este concepto, que se acuñó
hace mucho tiempo, y que pasa por autores tan importantes como Valle-Inclán, como Lorca, como
Unamuno, como Arrabal, como Buero, como Nieva. Son unos conflictos que nacen de esta tierra -y
cada vez que utiliza esta palabra la enfatiza haciéndola tan densa y profunda que casi pone
delante de ti tierra física- que tantas paradojas y tantas contradicciones ha tenido. Esta
tierra que ha estado incluso poniendo una vela a Dios y otra al Diablo, esta tierra que no
ha podido vivir sin sus Vírgenes y a la vez crucificando a sus Vírgenes. Es la tierra del
surrealismo. Y yo me siento español y quizá soy de los pocos directores -por los años que
tengo- que le interesan estos temas. Creo que no debemos perder nuestra memoria. Se tiene
tendencia a cortar en Lorca. Lorca es español (¡por Dios!). cuando ves La casa de Bernarda
Alba ves los conflictos de la religión, del sexo, ese extraño gazpacho y vómito español
contradictorio donde está todo metido en el mismo saco. Tenemos que meter la mano y meter
la mano en el vómito".
En su opinión, los pilares del siglo XX dramatúrgicamente hablando son: Valle, por lo que supone en cuanto a la revolución del lenguaje; Unamuno al que hay que investigar y arriesgarse con él; Lorca y Antonio Buero Vallejo.
Encuentro con Buero y admiración mutua. Proyectos.
"Miller estaba estrenando en 1949 en Nueva York La muerte de un viajante y Buero
aquí Historia de una escalera. Hablan de cosas muy parecidas, pero se ha montado a Miller,
se ha hablado mucho de Miller y no de Buero, ¿por qué?. Porque Buero era nuestro autor, el que teníamos ahí. Un hombre que luchó contra el franquismo, un hombre que luego fue condenado a muerte. Un hombre que estrenaba y hablaba en tiempos difíciles, que se la jugaba subiendo textos a los escenarios. Que a un hombre así cuando llega la democracia lo olvidemos no me parece justo. Yo creo que nos falla a los españoles un respeto a la memoria. Corremos el riesgo de cometer errores si no miramos nuestra historia y recuperamos la memoria y aprendemos de los maestros". Y me recuerda a José Tamayo, gran hombre de teatro, que ha muerto recientemente y del que dice, nadie se ha hecho eco y la profesión no lo ha recordado y reconocido de la manera que hubiera debido hacerlo.

Recibiendo los aplausos del público en el estreno de Historia de una escalera. 14 de octubre de 1949.
Con Buero contactó a raíz de una visita de éste al teatro con motivo del estreno de San Juan de Max Aub (1998, dirección Pérez de la Fuente). "Vino a verme y me dijo -"quiero felicitarle porque me ha gustado mucho, porque además ha recuperado usted el espíritu de un viejo luchador"-... hay una frase de Max Aub que él repetía y que decía que era su obsesión -"siempre hay que intentarlo"-. E iniciamos un camino. Yo le dije -bueno, maestro, a mí me interesa también su teatro- A él le ilusionaba que me gustase. Te voy a contar un pequeño secreto: él siempre quería que hubiera montado su última obra y yo no la leí nunca. Le dije -no, es que yo creo que hay textos muy importantes suyos que me gustaría contrastarlos en ESTE nuevo tiempo, porque yo no los vi en el año 1978...".
"A Buero, de verdad, le llegué a apreciar mucho. Durante los cuatro meses que estuvo en el
María Guerrero La Fundación (1998, dirección Pérez de la Fuente), todos los sábados
venía a la función y, como un rito, salía a saludar al finalizar. Pero venía al teatro sobre
las seis de la tarde y ahí hacíamos una pequeña ceremonia de tomar un vino, charlábamos,
hablábamos mucho y egoístamente le quería exprimir y sacar muchas vivencias que aquel hombre
tenía. Era un hombre entero, de una ética... que yo no había encontrado. Recuerdo un día
hablando de Dios. Yo siempre le decía que andaba bordeando, ... buscando. Me decía -"sí,
sí, toda la vida, buscando una verdad"-. Ya en los últimos meses de su vida leí que había
dicho -"los lunes, miércoles y viernes creo en Dios, los martes y jueves, no"-. Estabas con
un ser español. Tenía yo la sensación de estar con la herencia de todos aquellos grandes
hombres que lucharon por la libertad. Yo creo -aunque parezca un tópico- que le dolía España.
Conocía mucho a este país. La noche del estreno de La Fundación, habían estado los
Reyes aquí y fue una noche "el teatro puesto en pié" y, cuando nos quedamos solos, me dice -
"ha sido un gran éxito ¿verdad?. No se fíe De la Fuente, no se fíe, mañana no vendrá nadie
porque este teatro que yo hago es un teatro muy duro". Él era consciente de que era un teatro
muy duro porque nos pone un espejo delante y te dice. ¿Te atreves a mirarte?. Y claro, es mucho
más fácil vivir en una campana, protegidos".

Comida de celebración de las 100 representaciones de Historia de una escalera
(con María Jesús Valdés y Buero en el centro de la foto).
Permítaseme incluir aquí como anécdota personal de impertérrita "presenciadora" y admiradora de teatro, algo que sucedió el día que tuve la oportunidad de ver la función.
Historia de una escalera de Buero Vallejo ha sido estrenada tres veces. El 14 de octubre de 1949, en el Teatro Español, riguroso estreno, con Buero a la cabeza y recibiendo la ovación del público al final de la representación. En 1968, en el Teatro Marquina y dirigida por José Osuna y en 2003, dirigida por Pérez de la Fuente y justo un año después de su muerte y en el mismo escenario en el que estuvo su féretro para darle el último adiós al autor.
Todo esto ya impone un poco pero, viendo la función, Buero te lleva de viaje por la historia
contemporánea de este país, España, reflejando mucho de lo que somos y hemos sido y, al mismo
tiempo, poniéndote delante verdades universales en las que puede reconocerse cualquier individuo
sea de donde sea y haya vivido la cultura que haya vivido. Y esto sucedió, creo yo, el día que
tuve la oportunidad de ver en el María Guerrero, hace unas semanas, la función. Historia de una
escalera movió conciencias e incomodó acomodos. Me explico: sucedió unos días antes de que se
llevasen a cabo las elecciones locales de Madrid y los ánimos estaban encandilados. Los actores o
mejor dicho, una representación de los mismos, encabezan un movimiento llamado "No a la guerra"
(que se origina por la partición de España en el conflicto de EEUU contra Irak). Al finalizar
la función parte de ellos mostró la pegatina roja emblemática de este movimiento pacifista al
saludar al público [No a la Guerra] y algunos de los asistentes comenzó a gritar en contra
interrumpiendo el fluir lógico de aplaudir a los actores y al director por su buen hacer.
Estas personas (en general de edad media), pienso, no sabían canalizar por qué estaban
molestos y en mi opinión era el texto de Buero, era el reflejo de su propia historia lo
que les incomodaba. No les sabía bien verse en escena, ver su propia historia. Los conflictos
de la escalera bajaron al patio de butacas y hubo participación (bastante maleducada, todo hay
que decirlo) por parte de cierta parte del público asistente.
Arrabal, Nieva, Fernán Gómez, Max Aub
En enero de 2002, Pérez de la Fuente, estrena en los sótanos del Museo Reina Sofía de Madrid
y con un éxito que hizo que la obra se prorrogase y que ahora continúe de gira, Carta de amor
(como un suplicio chino), de Fernando Arrabal. "Arrabal, dice Juan Carlos, es como nuestro Puck
de El sueño de una noche de verano española. Arrabal y la religión, eso es inseparable. Arrabal
y el sueño español y lo surrealista. Arrabal y Dios y el Infierno". Con Nieva se estrenó como
director del CDN y de él opina "Nieva es el heredero de Valle. Valle ya es un clásico y a Nieva
le tenemos ahí. Dentro de unos años, cuando Nieva haya muerto y digan -Nieva, lo grande que
era...- pues lo tenemos ahí y ahí están sus textos. Complejos, difíciles de montar. Bueno...,
Pelo de tormenta eran 30 folios y si te das cuenta, con todos ellos haces el friso de España:
una España realista, social, comprometida, la de Buero. Una España de juerga, de disparate, de
sacar a la plaza pública todos nuestros trapos sucios, de procesión, de charanga, de... por ahí
está Goya, Nieva, Valle, el surrealismo de Arrabal. Es como que tiene la necesidad de
destrozarlo todo para volver a buscarlo. No le sirven los conceptos de bueno y malo que
ha heredado, sobre todo católicos y su educación es muy tópica española".
Una de sus asignaturas pendientes es Fernando Fernán Gómez "tenemos que seguir diciéndole -aparte
de Las bicicletas son para el verano, tiene que escribir usted-. Hay un pequeño secreto y es que
acaba de terminar una obra y es posible que se vaya a montar en esta casa. Es un texto que se
llama Morir cuerdo y vivir loco. Son los últimos días de Don Quijote y es un texto bellísimo.
Fernando es el teatro, aunque él reniegue del teatro. Es un escritor como la copa de un pino,
además muy sencillo y que llega al corazón. Primero tiene la necesidad de contarte una historia y
luego la sabe contar muy bien".
Y con este hombre podrías seguir hablando de teatro hasta el infinito por su entusiasmo y porque sabe lo que busca desde su llegada a la dirección del CDN: "Si algo he querido en estos años y he pretendido es estar lúcido y leerlo todo. La llegada fue dura y he contado con el trabajo de mi gente y el mío. También con no desfallecer y tener ilusión. Yo creo que estos teatros pasan una vez en la vida y te tienes que dejar lo mejor de ti mismo porque, si tienes una vocación de servicio y sabes que esto no es tuyo, trabajas para rehabilitar edificios pero también para dar un discurso porque algo tienes que querer contar".
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