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Extremoduro y Sociedad: la música aportando palabras al sentido de nuestra existencia (IV).
por Ana M. González Ramos
Capítulo 5. PAISAJES PARA CONTEXTUALIZAR EL MENSAJE: los decorados de la PreApocalípsis de la Humanidad.
El lenguaje vulgar no es más que una forma de protesta, en la
posdata a, J.D. la central nuclear se pide
"no me jodas en el suelo como si fuera
una perra, que con esos cojonazos me llenas el culo tierra..."
¡y es sólo para pedir el cuidado de la tierra! Este es uno de los lados de la figura poligonal
que conforma al grupo, otras facetas también alimentarán ese prisma, por eso la mediocridad
consciente se convierte también en un lenguaje poético y culto en otras canciones. Con el
propósito de refinar el estilo, por ejemplo, se hace referencia a poemas o canciones de otros
poetas consagrados o también, se evoca historias de la mitología clásica. Específicamente sobre
este último recurso, en su discografía se pueden encontrar alusiones al mito de Penélope, en
Buscando una luna, donde el protagonista espera y recuerda a la mujer como esa famosa figura,
cosiendo y descosiendo mientras otros intentan tensar su arco, y también al osado Prometeo, en
Extremaydura y Prometeo.
En la canción Prometeo, los elementos que la componen son especialmente provechosos para el
análisis que aquí nos ocupa. La historia relata el castigo merecido a quien quiso conseguir la
libertad a pesar de la voluntad de alguien mucho más poderoso que él, los dioses. Éste es el
reflejo de la culminación del individualismo por excelencia, en contra de la sociedad, ese
monstruo insano que no permite el desarrollo del hombre en la vida natural, se sitúa el
hombre que lucha por encontrar algo más útil y cercano a la felicidad. El personaje de
Prometeo nos acerca también a la idea del perdedor permanente siempre presente en las
canciones de Extremoduro. A pesar de que a veces sus personajes "ganan y se casan con la
buena", esa ganancia no es más que una pérdida encubierta o parcial, así ocurre en esta misma
canción,
"no me entretengo, estoy en lucha entodavía, hoy voy ganando, ayer perdí".
La imagen del perdedor queda avalada por la cantidad de referencias en que se emplea los verbos ganar y perder en sus diversas modalidades y formas verbales. Así, a lo largo de sus discos uno y otro verbo aparecen:
Se es un fracasado por ser un incomprendido, la imagen cinematográfica más clara es la del
protagonista de la película, Rebelde sin causa, que en el crudo estilo de Extremoduro se
corresponde de manera más idónea con el marciano:
"los perros son mis amigos, el guardia
me quiere morder, me persiguen los vecinos, ¿dónde hemos dejao el OVNI?".
Y, también,
"ya soy muy listo, me sé equivocar, cuando hablo de algo lo he probado ya"
donde queda
acentuada el pragmatismo como valor elemental de la vida.
Así pues, el sentimiento de fracaso le hace convertirse en un ser malo
"soy un hombre bueno en todos los sentidos, pero es que como cada día en el infierno me aburría me vine
a malear",
"desde los cuatro puntos cardinales me llegan todos los vientos, no sé que me pasa que tengo todos
los aires metidos en el cuerpo",
cualquiera tendría que darle la razón si examinara atentamente el panorama contemporáneo. La ira
está ciertamente, a flor de piel y es posible hacer prender la llama con la más insignificante chispa,
incluso con la más débil sugerencia. Por tanto, el perdedor enfurecido se transforma en el pistolero,
en el salvaje e incluso, en el diablo tal como ocurre en Los tengo todos o en Villancico del Rey de
Extremadura.
Entre las canciones se establece una conexión a través de la repetición de imágenes y discursos,
incluso, tal como pasaré ahora a demostrar, a veces se ha producido un fenómeno que podríamos denominar
"espejo", donde los hechos y los discursos de dos canciones son paralelos e, incluso, una es una
versión de la otra. Me estoy refiriendo a Extremaydura donde se vuelve a hacer referencia al mito de
Prometeo, rescribiéndola desde sí mismos, desde su contexto social y geográfico, ubicando su historia
en Extremadura y aderezándolo de elementos rurales propios del lugar del que provienen; indicándose a
sí mismos y a sus circunstancias y explicando de nuevo al personaje central de Prometeo.
Así se describe el punto de partida, "comidos por la desidia" y por eso mismo, colgado por
arañas, en espera de la próxima ola, todos los días recayendo
"yo todos los días me muero y alimento
con mi carne en Monfragüe buitres negros";
no es un castigo inmerecido, que es por causar maldades,
"yo fui quien te quitó el pollo por la tapia del corral, no te quité las gallinas porque no tuví lugar",
aunque en su conciencia, al igual que Prometeo, no hubiera una conciencia de maldad o de estar
causando daño alguno:
"mare, mare, mare, no mate usté al pollo, que las gallinitas quieren matrimonio, mare, mare, mare,
no lo mate usté, que la gallinita deja de poner".
Ante esta evidencia, a nuestro héroe no le queda otra opción que hacerse el fuerte,
reflejándolo en las ironías, los giros de lo serio a las chanzas, de lo poético al otro extremos,
las palabras malsonantes y los tacos:
"decidí a aprender a hacerme yo la maleta, para poder vivir".
Se niega cualquier tipo de debilidad por ejemplo en los siguientes casos:
"Hoy lloré, se me habrá metido un poco de arena, eso no es para mí." (Decidí).
"Si tengo miedo, que no lo tengo..." (Caballero andante).
"¿Que me quieres? Claro, yo también a ti." (El día de la Bestia).
Quizá una salvedad, en Con un latido del reloj se reconoce miedo pero el agente productor de ese
miedo es algo o alguien que se encuentra lejos de su persona.
Siempre intentando romper lo hermoso para no mostrar esa debilidad
"...y sucede que se me ha alegrado el día ¡coño!, al ver al sol secándose en tu ventana ¡tus bragas!.
Empiezo a solas, sigo por ti, y no comprendo nada".
Y, siempre que se pueda, esforzados destructores de los símbolos nacionales, del modo en que
ocurre en la historia de Islero, el toro que mató a Manolete. Su letra es ya, suficientemente,
ilustrativa:
"Obligado a pelear, he aprendido a ser Islero, ¿Manolete, dónde estás hoy? Te cojo por los güevos".
Otro de los paisajes de los que se sirven para contextualizar sus fábulas es el mundo de lo onírico y la fantasía, fácilmente aplicable a la evasión que produce las drogas y atribuible a un estilo de vida que participa de la ilusión (algunas personas dirían la irrealidad o la mentira, como prefieran) como antídoto a la propia realidad. En mi opinión, el recurso se utiliza sobre todo, para poner de manifiesto el propio caos y el desconcierto de nuestra existencia, así se utiliza para:
Denunciar el desastre ecológico en el medio marítimo, se le
"estrellan bloques de acero en la almohada".
Dibujar la incomunicación y el aislamiento de las grandes urbes,
"mi cerebro es asfalto, mi rostro
cemento, las palabras forman grilletes de brillante hielo, suda mi piel y lubrifica mis malos pensamientos".
Describir su propio estado de sitio:
"tú te crees que yo me invento de qué color es el viento, me lo
encuentro por la calle y siempre paro a hablar con él. Ya hace tiempo que no miento y no pienso volverme
atrás, si no puedo equivocarme: ponme riendas y un bozal".
O también, "salgo a pasear por dentro de mí,
veo paisajes que de un libro de memoria aprendí: llanuras bélicas y páramos de asceta".
O para describir las vidas miserables de los otros, porque esos siempre son otros aunque exista
un alto grado de identificación con ellos:
"no son putas, son princesas y un castillo es tu pensión".
Muchos de esos paisajes muestran la ebriedad y la soledad:
"el cielo estaba rojo como una amapola, los
ojos también de no haber dormido, la luna me ha dao el toque: ¡niño, estoy muy sola!".
La vida urbana y su ritmo vital: "las calles desbordadas de soledad, musitan su canción de asfalto y
humedad, la lluvia de gentes cesó a la doce y los escaparates a oscuras consumen la noche".
Del amor, siempre acompañado de la desesperanza, los recuerdos y la desilusión: "fotos de un cajón
rompen mi cabeza, recuerdo su olor y se me pone tiesa: me cuelgo de su pelo, me engancho de
su miel, me encuentro con mi hada, que está loca también, he vuelto a las andadas y he vuelto a
enloquecer, lo vi escrito en la luna, luna creciente: delicada gasa fuerte envoltura, tope gansa
con la natura".
¿Existe entonces la felicidad? ¿Puede el ser humano atreverse a perseguir ese objetivo?:
"voy a dejar esta ciudad, no me pienso despedir de la gente, hace ya tiempo estoy ausente. No
sé ni adónde voy a ir, no me he parado a pensar. A un sitio de color de rosa".
Seguramente para la banda, ese lugar de color de rosa estará pintado con una brocha hecha con pelos
de libertad y esa idea, sí es clara y consiste en mandar uno mismo sobre su propio tiempo. No en su
vida, pues el sentido de la vida como ya hemos dicho, se ha diluido en la pérdida de sentido de la
vida natural y por culpa de la influencia de las estructuras sociales, lo único que le queda al ser
humano es la administración de su propio tiempo, como mejor lo conciba.
"Me gustaría mucho más que te lavaras la cara sólo las mañanas que te diera la gana"
le dice el amante a su compañera, cuando ésta, siempre símbolo de la vida real y de las obligaciones,
se levanta para ir a trabajar, otra de las condenas de las personas normales de nuestra época. El modelo
de libertad "son los duendes del parque que registran las basuras" aunque también es la vida natural,
"sácame algún día del corral, necesito salir" y cualquier etapa preexistente a la civilización.
Pero la felicidad se resiste, así que hay que inventar formas de escapar siempre bordeando
los límites: en la ciudad, en la noche "hago un esfuerzo y me meto en mi caparazón, cierro los bares y se me abre la imaginación",
mediante las drogas "me gustaría sonreír, pero no tengo tantas drogas hoy aquí. Si me quieres arrodillar, córtame las
piernas y aún podré volar", el sexo "si todo me sale de color rosa, te prometo que esta noche tú no duermes sola"...
esos también formarán parte de sus paisajes.
Por supuesto, como se promete en uno de sus pasajes más acertados, la libertad no consiste en
una condición exterior, es sobre todo un estado mental, es decir ni aún preso en esta cárcel
social podrás convertirme en un esclavo:
"Si me encierro, ven a verme, un vis a vis... Caí preso
dentro de mí, dentro, muy dentro de mí. Si escapo, ve a buscarme cualquier día, donde quede alguna
flor... donde no haya policía".
Y con esto volvemos a lo natural:
"Recuerdo un tiempo en que cazar
no era malo, era necesidad. ¡niño, saca ya la recortá! Que quedan muchos malos por matar".
Todos estos son preludios o ambientes para esconderse del caos y la destrucción física y moral
de nuestro tiempo, sin embargo surge otra incongruencia que debe ser atajada: su conexión con la
sociedad, su incorporación a las obligaciones ante la evidencia de que su forma de vida no es
posible por mucho tiempo:
"donde me escondo si no va a salir el sol. Quizá mañana me sienta mejor",
a pesar de esconderse uno incluso de sí mismo,
"ya no me porto tan mal, estoy aprendiendo a mentir, doy
mi palabra de honor que ya no me importa vivir".
Una de las excusas interpuestas para aceptar la aceptación de las normas sociales, la convicción
de que, después de todo, hay que dar curso al sistema es la pareja. Por ella, al menos momentáneamente,
uno se viste de "nombre normal". Sin embargo, en las canciones, se refleja que esta situación siempre
está abocada a la contradicción con uno mismo y, como punto final, a la frustración y obligada separación:
"...me va a perder no encontrar mi papel. Emparedado o subido en los tejados, o no lo entiendo o lo
entiendo demasiado, o lo tengo todo o todo se me va. Me quiero perder, ahora soñaré...".
Acerca de las relaciones sentimentales y de pareja se hablará en el apartado siguiente.
Finalizaremos la interpretación de los escenarios propuestos por la banda para ornamentar sus discursos, con la que hacen sobre la representación de los tiempos. Porque la comparación que se desprende de las actividades y situaciones a las que se alude en cada momento de la jornada permite hacernos una idea de lo sus vidas. Eso, por supuesto si, atendemos al discurso elaborado mediante las canciones como una fuente fiable de descripción de sus vidas:
O también, este relato de la cotidianidad de su protagonista:
La mañana: me contó que estaba loco por ti.
El mediodía: me tranquilizó y me dijo que ya te vería.
La tarde: no me dijo nada, ni siquiera me miró a la cara.
La noche: me meció y susurrando me dijo: (todos me dicen pero y o sigo sin estar a tu lado) tranquilo,
mañana te cegará el sol.
Con este pasaje, podríamos de nuevo avivar el debate acerca de quién es su contraparte, si la mujer o
las drogas, pero nos basta con poner de relieve la imagen central de su discurso: todos los días transcurren
de la misma manera. El punto inicial y el final es el mismo, del cero a la nada, aunque lo que ayuda a la
supervivencia del ser humano es ese momento intermedio, que cada uno conjura de un modo diferente, quizá
de la misma manera que los intérpretes, con las drogas, con cualquier otra adicción o con los momentos
instantáneos que nos regala el presente.
"Salgo de cero, lo primero el frío y el calor, luego me dejo
llevar; salgo de cero a ver si entiendo la vida mejor, luego me estudio cada sensación, salgo de cero,
lo primero aprender a volar, luego me dejo caer, salgo de cero y voy dejando todo tan atrás, que hoy no
me vale la ropa de ayer".
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