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Francisco Nieva: viento en las venas.
por Luis Miguel Madrid
Crítica teatral de Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Francisco Nieva,
basada en la novela homónima de Jan Potocki.
Madrid, Teatro de La Latina, CDN, y posterior gira.
La elección de esta valorada pero poco difundida novela de Jan Potocki merece por sí misma una alabanza. Se trata de un texto que camina por delante de su tiempo. Es ingenioso, valiente, precioso. De su inaudita fantasía recoge Nieva unos retales y los hilvana con la gracia y sabiduría que siempre dispone para conseguir ese trenzado dramático tan difícil de conseguir en los espacios dedicados al teatro.
La obra se estructura a manera de viaje iniciático, el de Don Alfonso Van Worden y Gomélez, un militar que ha perdido las armas y montura en su trasiego caballeresco por la Andalucía de los bandoleros, las supersticiones y la permanente picaresca hispana. Su aparición ingenua en la Venta de la Juncosa será el punto de partida de su verdadero viaje.
La aparente escena costumbrista, con ventera, monje y bandoleros se transforma rápidamente para entrar en los caminos de la irrealidad. La mentira entonces juega con la magia y los sueños se configuran como la realidad más verdadera. A través de La Juncosa y Florestán, el protagonista descubre el placer en el abandono de un sueño con princesas tunecinas. El destino de perfección que acepta tomar Don Alfonso es el de la libertad y su camino se llamará lujuria, contradicción o culpa. Se trata de liberar la conciencia dejando al hombre a solas consigo mismo, libre de cadenas, de prejuicios, libre incluso para morir. Y eso es lo que el protagonista consigue, adquiriendo con la muerte dar sentido a su vida.
La transgresión, elemento fundamental en la obra de Nieva, es en este Manuscrito parte fundamental de cada personaje, desde el monje besucón o el inquisidor "desmelenado" hasta llegar a la transgresión fundamental, en cuyo centro está en el erotismo.
Para que el texto se confirme, Francisco Nieva recurre al oficio y engalana la obra con el trabajo de un grupo magnífico de actores. Juan Ribó hace el papel de Don Alfonso de Worden, respondiendo con categoría al carácter de buscador sin rumbo que su personaje pide. El hermano Florián es dibujado con la contundencia y gracia que Walter Vidarte pone siempre en sus trabajos. Traza para el monje matices nerviosos, sosegados, burlescos, reflexivos. Se hace cándido y provoca risas. Julia Trujillo es la ventera inclasificable, el doble filo de la bondad y la culpa por la carga de maldades son bien narradas por esta actriz de trayectoria clásica y arte cuajado. Para el personaje de Pacheco, el "endemoniado sabio", Nieva ha recurrido a Juan Matute, un polifacético creador que pone en sus movimientos y expresiva voz los calores más entrañables y definitivos. Los personajes dobles de las princesas infieles o los hermanos bandoleros son cubiertos con discreción, quizás de manera algo rígida en comparación con la soltura imperante.
La trama resulta sencilla a pesar de narrar un mundo de ensoñación articulado por las contradicciones de una vida extraña y ajena, donde la fantasía impone su criterio. Francisco Nieva siempre ha utilizado la realidad para buscar esos recovecos donde la individualidad, la ruptura de las normas o el sabor de la contracorriente hace al hombre más persona. En esta versión del Manuscrito aprovecha los elementos que Potocki presentaba en su novela y los concreta en el triunfo de los placeres y la libertad sobre los usos que la tradición y la norma social trata de imponer.
La elección de los sucesos que Nieva selecciona de las "jornadas" de Potocki -66 en el texto original-, quedan enlazadas con agilidad y concreción. El ritmo hace que las más de dos horas se hagan breves y placenteras. Para ello influye el otro gran elemento expositor: el humor, que fluye en cada personaje quitando trascendencia -o dándosela- a los vitales acontecimientos. Todos los personajes sacan a relucir su vis cómica y la esparcen sin reparo aunque con medida por las tablas, ayudados incluso por el juego que la música aporta. De hecho, si algo sobra en la versión de Nieva son los momentos serios, las recurrencias formales dedicadas a explicar la historia: no hay motivos para la clásica presentación y mucho menos para la aclaración final de los sucesos. La pose final de los actores desluce la magia de los sucesos y evita sorpresa e interpretación al público a costa de un redondeo innecesario.
Se echa de menos el no haber puesto en manos de Nieva la disposición de más medios económicos para
que su imaginación configurara con mayor detalle el ambiente pre-romántico y la fantasía de su argumento.
Duele un poco tanta sencillez en una obra tan valiosa aunque sirva como compensación a algunos el
célebre argumento de que así se realza el texto, la esencia o la actuación. Y de alguna manera pasa
así, el transcurso de la obra es un puro poema dramatizado, el tan bien aprovechado humor se
complementa con la poesía, presente en el texto primigenio y recreado por Nieva. La confusión
dibuja límites inexistentes y los conceptos se convierten en algo menos que simple referencia.
El espectador presencia el disfrute de otro tipo de valores: el de las cosas sin precio.
Un ataque sibilino al sentido práctico impera en este Manuscrito que dibuja un mundo diferente
a modo de verso libre en el cual se busca la delicadeza, se practica la estética y se adora el
desconcierto. Fórmulas que insinúan algún concepto parecido a tolerancia y que resuenan como
viento en las venas, como si acaso Nieva quisiera referirse a libertad.
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Texto, Copyright © 2002 Luis Miguel Madrid.
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