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"Sólo lo difícil es estimulante". José Lezama Lima y la revista Verbum I
por Luis Alvarenga
A Blanca Curiel
Al escritor cubano José Lezama Lima (1910-1976) se le conoce,
fundamentalmente, por su poesía y por su novela Paradiso. No es posible, empero, tener
una visión completa sobre su obra si no se toma en cuenta su labor al frente de diversas
publicaciones. Entre estas, destaca sobremanera la revista Orígenes, que articuló
a una de las generaciones literarias más importantes del siglo XX en Cuba. Junto al propio
Lezama, el llamado Grupo Orígenes reunía a Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina García
Marruz, Octavio Smith, Ángel Gaztelu, Gastón Baquero, al músico Julián Orbón, a los pintores
Mariano y René Portocarrero, entre otros. La hornada más joven de Orígenes la constituyeron
Roberto Fernández Retamar -actual director de Casa de las Américas-, Pablo Armando Fernández,
Fayad Jamís y Heberto Padilla. La revista fue financiada por un amigo de Lezama, José Rodríguez
Feo, quien aprovechó sus estudios universitarios en Princeton y sus viajes a Europa para conseguir
colaboraciones de autores de peso como Wallace Stevens, T. S. Eliot, George Santayana, Efraín Huerta,
Carlos Fuentes, Jorge Guillén, Saint-John Perse, Pedro Salinas, Octavio Paz, entre otros.
La odisea que constituyó la publicación ininterrumpida de Orígenes durante el tiempo
comprendido entre 1944 y 1956 no fue un episodio aislado dentro de las preocupaciones intelectuales
de Lezama. Éste concebía la publicación de revistas como un medio de "irradiación" de lo mejor de
la cultura cubana. No es extraño que, antes de Orígenes, haya impulsado publicaciones como Espuela
de Plata, Nadie parecía, Clavileño y Verbum, la revista sobre la que tratan las siguientes
páginas. Ha sido gracias a la labor de la editorial sevillana Renacimiento, que el contenido
íntegro de Verbum se ha podido recuperar para los lectores contemporáneos. Para escribir la
presente noticia, ha sido de valor capital dicha edición, en la cual figuran palabras introductorias
de Gema Areta Marigó -que proporcionan datos importantes para comprender el clima cultural que rodeó
a la primera revista de Lezama-.
1. Lezama Lima en 1937
Según Eloísa Lezama Lima, entre 1930 y 1933, la Universidad de La Habana estuvo cerrada, merced a los problemas políticos nacionales. Dos años después, en marzo de 1935, el entonces jefe del Ejército cubano, Fulgencio Batista, ocupa militarmente el campus universitario, acción que se prolonga hasta 1937. En medio de esa inestabilidad, el joven José Lezama Lima ha iniciado sus estudios en la facultad de Derecho.
¿Qué movió al joven poeta a estudiar Leyes desde 1929? Su inclinación natural era la de inscribirse en Filosofía y Letras, pero la crisis económica familiar -motivada en gran medida por la muerte de su padre, el militar José Lezama Rodda-, lo obligó a lidiar con una carrera a grandes trechos áspera. Tuvo que estudiar materias francamente áridas, reñidas con su vocación poética: "una concretera conocida con el nombre de Legislación Hipotecaria", como escribe en su novela Oppiano Licario.
Empero, sus estudios de Derecho siempre estaban relacionados con su vocación
de poeta. "Su decisión de estudiar Derecho fue favorable para su labor poética. Prefería -me decía-
trabajos donde no tuviera que prostituir su vocación literaria. Hoy creo que esa dicotomía salvó su
destino1", afirma Eloísa Lezama Lima. Hubo algo más: su paso por la Universidad de La Habana le permitió conocer a otros jóvenes con similares inquietudes literarias y, además, "me dio una raíz ética2".
1937 es un año interesante para Lezama. Publica su primer libro de poemas: Muerte de Narciso y
debuta como conferencista, con El secreto de Garcilaso. Pese a las irregularidades que enfrenta la
Universidad por esos años, el poeta ha avanzado con sus estudios y le falta poco para graduarse.
Es en ese momento en que Roberto Agramonte, decano de la Facultad, acepta la idea del poeta,
de trabajar en un proyectado órgano de divulgación de la Asociación Nacional de Estudiantes de
Derecho. La nueva publicación se llamará Verbum y será costeada por el propio decano.
El director de la revista será un compañero del poeta: René Villarnovo. Sin embargo,
el Secretario de la misma, Lezama Lima será el motor de la publicación.
¿Una revista de Derecho en manos de Lezama Lima? Gastón Baquero y Eliseo Diego, ambos compañeros
del poeta en Orígenes, lo aclaran enseguida. Recuerda Gastón Baquero:
Él comenzó a sacar la revista Verbum, gracias a Roberto Agramonte, el decano de Derecho,
que la pagaba. Recuerdo incidentalmente que Lezama nunca le pidió colaboración. Me atreví un día
a decirle: "Maestro, ¿por qué usted no le pide colaboración a Agramonte?" Y me contestó: "No, ese señor
no colabora aquí, porque no tiene nada que ver con nosotros." Y era quien pagaba la revista, pero
bueno... era el carácter de Lezama3.
En realidad era una revista literaria en la que a veces aparecían trabajos de derecho
romano para justificar la edición -afirma Eliseo Diego-. Pero de todos modos al tercer número se dieron
cuenta de que aquello era una farsa, se trataba simplemente de una revista literaria,
Lezama los engañaba, les tomaba el pelo: cerraron la revista4.
Tres números. Apenas tres números. Sin embargo, el contenido de las páginas de Verbum es de una
calidad impresionante, que la sitúa entre aquellas revistas literarias que han marcado época: Sur,
Orígenes, El corno emplumado, Casa de las Américas y, entre nosotros, los centroamericanos,
Gallo gris, Alero, La Pájara Pinta y El pez y la serpiente. Aparte de los importantes
trabajos de Lezama (los ensayos El secreto de Garcilaso, Gracia eficaz de Juan Ramón y su
visita a nuestra poesía, así como el poema Muerte de Narciso), también se publican ensayos o
comentarios de Juan Ramón Jiménez -quien trabaría amistad con JLL-, Eugenio Florit, Julien Benda,
Paul Cladel y Eugenio D'Ors. Asimismo, pueden hallarse textos de algunos autores que se religarán
en derredor del proyecto de Orígenes: El sacerdote navarro Ángel Gaztelu, Gastón
Baquero, Guy Pérez Cisneros y los pintores Mariano y René Portocarrero.
2. Juan Ramón Jiménez: su colaboración en Verbum
A primera vista, parece asombroso que una de las grandes figuras de la literatura española del siglo anterior, Juan Ramón Jiménez, haya accedido a publicar en una revista dirigida por un muchacho de veintiún años. Esto tiene su explicación: José Lezama Lima se había hecho amigo del poeta andaluz, a su paso por la isla caribeña.
Fue en 1936, año del estallido de la Guerra Civil Española. Juan Ramón llega a La Habana.
Ahí es donde Lezama lo conoce. El poeta español está impresionado al entrar en relación con un
hombre joven que
tenía la cordura y el equilibrio de un hombre experimentado y era conocedor profundo de lo
cubano esencial5.
La amistad entre ambos duraría hasta la muerte de Jiménez. Lezama intercambió correspondencia con su
maestro español y le enviaría sus libros y sus nuevas revistas. El autor de Enemigo rumor recuerda a
Juan Ramón,
silente y sentado meditando paisajes del trópico, como un arabesco emblemático del aire.
Aunque a veces calculo que la inefable sombra inicial y la dantesca de las postrimerías,
siempre refiriéndome a Juan Ramón, contrapunteadas con el momento mítico en que ofrece y me
otorga su amistad de transparencias y sonajeros, podría ser el sustratum de toda la historia
contada. Su presencia no siempre audible pero sí siempre imprescindible en cualquier versión,
gravita sobre mí y gravitará hasta la eternidad6.
Jiménez publica en los dos primeros números de la revista. En la edición primera, figura
su Brazo español7, un comentario sobre
pintores españoles contemporáneos: Eduardo Rosales
...no tenía estudio y tal ministro amante de las artes
le había cedido un salón alto del Congreso. En el salón no había más que el cuadro, Rosales y el frío.
Me dijo que cada vez que daba una pincelada grande tenía que sentarse ¿dónde? a toser, como si
la fuerza, el volumen, el peso que dejaba al brazo de Lucrecia, por ejemplo, se los arrancara del pecho
José Gutiérrez Solana
En la decoración de Juicio final español que nos deja colgando a su paso impar,
nuestro insigne exemparedado empuja la vida más rara a su tránsito más feo
Juan de Echevarría
Fueron años en que los pintores españoles de Historia (...) pintaban con conservas, con porquería
de gallina, con papel mascado, etc. Época odiosa del «Boceto para un cuadro», del «Apunte de paisaje»,
de la «Cabeza de estudio» (...) Juan de Echevarría, heredero mejor, por encima de los otros, de Rosales,
los alcanza todavía, o mejor, ellos lo alcanzan todavía a él
Eduardo Vicente
La ocupación principal
de Eduardo Vicente parece que es venir a borrar, a dejar, repudiar, irse, venir a irse
Limite del progreso8 es una reunión de notas escritas durante el viaje de Juan Ramón a la
ciudad de Nueva York, procedente
"de una España levantadamente infernal en lo fuerte paradisíaco libre y oro".
Básicamente, constituyen una crítica a la idea de progreso basada en la acumulación
de capital y en la primacía de la tecnología, que soterran al ser humano. La encarnación
de esta idea de progreso sería precisamente Nueva York,
Babel de la melancolía progresista,
no es ya sino una sola desmedida máquina que su hombre ve desde dentro.
El paisaje que pinta es desdichado:
Porque la ciudad del progreso tenía que ser necesariamente última cárcel, la cárcel
laberíntica del hombre estraviado por los salientes, los picos del injenio: el mal ruido,
el mal olor, el mal sabor, la mala vista, el mal toque.
No es casual que otro poeta español, Federico García Lorca, haya escrito un gran libro de
desesperanza titulado Poeta en Nueva York.
En esta crítica al progreso, Juan Ramón se adelantó en décadas a la alarma formulada por el
Club de Roma: es necesario ponerle freno a ese progreso si no se quiere poner en peligro la vida.
Y contra la vida va atentando el progreso desde cada avance de lo superfluo y lo monstruoso:
"todos los inventos del progreso y del progresillo".
El tipo humano que ha inventado tanta máquina inútil, llega a ser él mismo una inframáquina
de inventar vano; inventa como máquina y tiene que cumplir toda su función y su visión como máquina.
Este hombre es ya una yerta máquina, con aceite de triste sangre; máquina temblorosa de calcular lo
verdaderamente falso, lo llenamente vacío
anota.
El artículo también es una crítica al concepto de progreso de los países socialistas de
Europa Oriental. Recordemos que Stalin había cifrado la salida del atraso de la URSS en la industria
pesada, descuidando la calidad de muchas de las necesidades básicas de las personas. Capitalismo y
comunismo staliniano se parecerían, pues, en la delirante idea de progresar en desmedro de los
individuos.
En realidad -apunta- New York es el centro del comunismo capitalista, que corta al hombre a una
medida escéntrica
No obstante, opina lo siguiente:
El comunismo céntrico, en cambio, sería el que redujera al hombre a su centro en lo material,
a lo necesario; y a lo necesario bueno, bello y suficiente; a lo necesario justo, a lo necesario
amado, a lo necesario necesario. El que dejase al espíritu, rico en el modesto cuerpo, libre y
dueño de sí para las grandes invenciones
porque
el hombre es libre, tiene que ser libre; su primera virtud, su gran hermosura es la
libertad.
En todo caso, el verdadero progreso es humanización, no compraventa:
No inventemos, no compremos, no fomentemos ni ayudemos nada injenioso, menudo vanamente artificial.
Limitemos con nuestro espíritu, con nuestra intelijencia, y aún con nuestro instinto, nuestro injenio.
3. Los textos lezamianos
Hay dos textos descollantes de Lezama en Verbum: La transcripción de la conferencia
Secreto de Garcilaso y el poema Muerte de Narciso. En el tercer y último número
también hay una valoración sobre Juan Ramón Jiménez.
En Secreto de Garcilaso9 recorre la
trayectoria de Garcilaso de la Vega, comparando su poesía con la gongorina:
Mientras Góngora domina dentro de las posibilidades de su orbe poético, Garcilaso es
penetrado por el ambiente. En el orbe poético el poeta lucha con elementos impares, agrios,
de extrema violencia, y se ve obligado -natural reacción que marca su unidad incontrastable
en la fiereza domada- a colocarse por encima de las exigencias con sus imposiciones.
El lenguaje de esta conferencia, así como el de sus ensayos venideros tiene la complejidad de su poesía.
Dice sobre el maestro cordobés:
Góngora es sin duda no un barroco, en el sentido de ser arrastrado por una fuerza poético-religiosa
que nace sin resignarse a constituirse en expresión, como familia de sirenas que pudiesen vivir sin
respirar. Es un barroco post-renacentista.
El barroco español, fue la fuente de la que su poesía se nutrió ampliamente para ensayar un barroco
americano. Eliseo Diego recuerda que una de las obsesiones del entonces joven poeta era
su propia obra, porque estaba convencido de que era el igual de
Luis de Góngora, Francisco de Quevedo o Lope de Vega.10
Lezama pertenece a esa estirpe de poetas que echa mano al ensayo para configurar su concepto
de poesía, alrededor del cual su obra se va vertebrando. T. S. Eliot, Paul Valéry, Octavio Paz,
son otros ejemplos del poeta que reflexiona intelectualmente sobre esa materia en la cual se mueve su
hacer: la poesía. Cien años más para Quevedo, Esferaimagen y Sierpede Luis de Góngora son algunos de
los ensayos en que Lezama bucea en el Siglo de Oro español para configurar su poética.
Muerte de Narciso, publicado en Verbum N° 2, está dedicado
"A mis amigos José Ardévol y René Villarnovo", dedicatoria que ha sido suprimida, al menos en
los libros de Lezama que he frecuentado: No aparece en su Poesía completa, de la editorial
Letras Cubanas; en la antología que figura en la colección de Cátedra ni en la antología que
preparó el poeta mexicano David Huerta, la cual tiene el nombre de ese poema.
El poema recrea el mito griego de Narciso: el joven que estaba condenado a embelesarse viendo su propio rostro reflejado en las aguas:
Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo,
envolviendo los labios que pasaban
entre labios y vuelos desligados.
La mano o el labio o el pájaro nevaban.
Era el círculo en nieve que se abría.
Mano era sin sangre la seda que borraba
la perfección que muere de rodillas
y en su celo se esconde y se divierte.
Contemplarse en el espejo y enamorarse de la imagen es ceder a las trampas del espejismo:
Rostro absoluto, firmeza mentida del espejo.
El espejo se olvida del sonido y de la noche
y su puerta al cambiante pontífice entreabre.
Hay en el poema una atmósfera que anuncia la inminencia de la tragedia:
Fronda leve vierte la ascención que asume.
¿No es la curva corintia traición de confitados mirabeles,
que el espejo reúne o navega, ciego desterrado?
¿Ya se siente temblar el pájaro en mano terrenal?
Ya sólo cae el pájaro, la mano que la cárcel mueve,
los dioses hundidos entre la piedra, el carbunclo y la doncella.
El reflejo -no la imagen poética- suplanta a la realidad:
Narciso, Narciso. Las astas del ciervo asesinado
son peces, son llamas, son flautas, son dedos
[mordisqueados.
Narciso, Narciso. Los cabellos guiando florentinos reptan
[perfiles,
labios sus rutas, llamas tristes las olas mordiendo sus
[caderas.
Reflejo, espejismo: Imitación, esto es, no creación, no poema, que tal vez es decir también: reino de la muerte, ausencia de resurrección, de transubstanciación del verbum en carnal realidad:
Si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan el oído.
Si se sienta en su borde o en su frente el centurión pulsa
[en su costado
Si declama penetran en la mirada y se fruncen las letras en
[el sueño.
Ola de aire envuelve secreto albino, piel arponeada
que coloreado espejo sombra es del recuerdo y minuto del
[silencio.
Ya traspasa blancura recto sinfín en llamas secas
[y hojas lloviznadas.
Chorro de abejas increadas muerden la estela, pídenle
[el costado.
Así el espejo callado, así Narciso en pleamar fugó sin alas.
Siempre nos ha rechinado, nos hemos sublevado ante la frase «no entiendo esto o aquello» refiriéndose
a materia poética. Como si se tratase de un aserto o verdad
filosófica11
escribe el sacerdote y poeta Ángel Gaztelu en su comentario Muerte de Narciso, rauda
cetrería de metáforas.
En filosofía -podría estar bien no decirlo- ya sabemos el papel tan primordial y pleno que juega la
verdad en sus varios planos, cuyo órgano de captación es el entendimiento, algo así como el espejo de
aquella. En poesía nada de esto ocurre. La poesía es a manera del fluido eléctrico, sentimos en nuestro
sistema de hilos emocionales sus sacudidas y temblores, no su verdad, ni su esencia.12
Tras encomiar la magia del primer verso del poema («Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo»),
Gaztelu afirma que
Lezama tachona su poema con mórbidos y sutiles hallazgos, eufemismos de preciosista, que tienen
dentro del poema su aislado sistema de belleza y sugestión. Sus metáforas sustantivas, desligadas,
consiguen matices emocionales del más puro y acendrado metal.13
En opinión del clérigo navarro, estilísticamente Lezama confluye con Góngora
por la desligada y lujosa -gulosa, lasciva- ornamentación de la metáfora, por esa constante y
dulce huida del nombre, reduciendo a veces las cosas a una pura ecuación de color y acento.14
Ciertamente, el hecho era que Lezama era un poeta joven que había hecho
en Cuba el más alto y atrevido intento de llevar la poesía a su desligamiento y región sustantiva y
absoluta en virtud y gracias de esa esencial y mágica deidad de la metáfora.
Un prodigio que sería confirmado por Juan Ramón Jiménez.
Sobre este último poeta, Lezama escribe en Gracia eficaz de Juan Ramón y su visita a nuestra poesía,
en el último número que saldrá de Verbum. Son emocionadas líneas dedicadas a la limpidez de su
poesía y a la generosidad de su magisterio. Porque eso también fue el poeta andaluz: un generoso
maestro que se prodigaba para quienes cuyos primeros tientos poéticos le suscitaban fe. De eso puede
hablar, mejor que nadie, Claribel Alegría.
Jiménez se encontró con una cultura en crisis.
No es el menos importante de los inconvenientes -escribe Lezama- con que ha tropezado J. R. al visitar
nuestra poesía, la falta de una crítica equivalente al esfuerzo poético. La carencia de ese material
crítico previo obliga al visitante a un poderoso esfuerzo por captar aquello que en poesía es raíz y
es lo puro. Lo puro que está en contacto con un centro de tiempo creador. Raíz en la tierra y también
en la cobertura terrígena.15
En ese artículo, Lezama es demoledor con Emilio Ballagas, uno de los poetas cubanos más nombrados:
En nuestra opinión, ningún poeta como Emilio Ballagas revela las influencias mal asimiladas,
las simpatías inconsecuentes, los plagios porque sí, y el atolondramiento por incorporar a su obra
las realizaciones técnicas y formales de otros poetas que han ganado en verdad esas posiciones.16
Opuesta a esa superficialidad, a esa prostitución de la poesía, la lección de Juan Ramón para
el autor de Oppiano Licario no sería una novedad, precisamente, pero sí algo tan diáfano
como esencial: la poesía es autenticidad.
Juan Ramón nos señala los cantos peligrosos y aquello que podemos llevar a una incorporación que
es en sí calidad. Y luego lo mejor en lo mejor del suceder poético, pues para la poesía, «el alimento
es de cultivo más aun que de cultura». Acento y carácter, nos exige J. R. para nutrir la verdad
de una unidad poética que sea flor y fruto, eticidad y mera exigencia conciencialista. Y así vendrá
la poesía -como en los mejores tiempos de todos- a colocarse entre la oración de quietud y las glorias
del cuerpo y de la sangre preciosa, inalterable, eterna, eternizada. Cuerpo traspasado y ardiente
claridad de la sangre. Y desde luego, las palabras, en sus cuerpos y sangres especiales, eso sí,
especialísimas.17
Poesía y eticidad. Tales los términos de la especial preocupación política de Lezama. Veremos algo al respecto en el próximo capítulo.
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Bibliografía:
- Guerra, Félix. Entrevista inédita. Lezama: Una salita de imágenes contigua. Revista Bohemia, 5 de agosto de 1994, año 86, número 16.
- Lezama Lima, José. Cartas a Eloísa y otra correspondencia. Edición comentada e introducción de José Triana. Prólogo de Eloísa Lezama Lima. Editorial Verbum, Madrid, 1998.
- Lezama Lima, José. Imagen y posibilidad. Selección, prólogo y notas de Ciro Bianchi Ross. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1992.
- Lezama Lima, José. Paradiso. Edición de Eloísa Lezama Lima. IV edición: Cátedra, Madrid, 1993.
- Pin Vilar, Juan. Conversación con Eliseo Diego. Suplemento La Jornada Semanal, México, Núm. 237, 26 de diciembre de 1993.
- Samour, Héctor. Voluntad de liberación. Tesis de doctorado, UCA, San Salvador, 2000.
- Verbum. Edición facsimilar. Introducción: Gema Areta Marigó. Editorial Renacimiento, Sevilla, 2001.
- Vitier, Cintio: Obras (1): Poética. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1997.
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Notas:
1. Cfr. " Para leer Paradiso", prólogo de Eloísa Lezama Lima a Paradiso, p. 21.
2. Citado en Ídem
3. Citado en Avisos y cautelas, prólogo de Gema Areta Marigó
a Verbum, p. 33. De aquí en adelante, toda referencia a la revista se remitirá a la edición
facsimilar de Verbum, en la cual hay una doble numeración: la de cada edición de la revista y la general del volumen, esto es, correlativa. Esta última será la numeración de páginas a la que haré referencia a lo largo de este trabajo
4. Cfr. Conversación con Eliseo Diego, de Juan Pin Vilar, publicada en La Jornada Semanal, número 237, p. 26.
5. Para leer Paradiso, p. 23.
6. Cfr. Lezama: Una salita de imágenes contigua, entrevista de Félix Guerra, publicada en Bohemia, N° 86, p. 65.
7. Verbum, p. 63 y ss.
8. Verbum, p. 137. Es una necedad decirlo, pero las citas de J.R.J. respetan la ortografía particular del poeta.
9. Publicado en el primer número de Verbum y dedicado a Juan Ramón Jiménez. Cfr. Verbum, p. 69 y ss.
10. Conversación con Eliseo Diego, ídem.
11. Verbum, p. 251.
12. Ídem.
13. Ibid, pp. 252-253.
14. Ibid, p. 253.
15. Ibid., p. 265.
16. Ídem.
17. Ibid., p. 266.
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Todos los derechos reservados. |
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