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António Botto, un poeta órfico...
por Raúl E. Romero
Con afecto para Angel Lozada, Ricardo Berriózabal y
René Garay.
El poeta, dramaturgo y cuentista António Botto (1897-
1959) fue un hombre singular, cosmopolita,
transgresor, dandista, desinhibido, marinero,
sensible y valiente. Sus poemas van desde la total
euforia del placer, a la expresión más patética y
dolorosa de la existencia , van desde la perdida del
amor y la fe, a la observación minuciosa--casi
barroca-- del cuerpo masculino; desde la descripción
sinestésica de encuentros sexuales, al más auténtico
narcisismo. No hay otro poeta como Botto en la
historia de la poesía lusitana, su poesía posee un
desarrollo discursivo, que oscila entre la reflexión y
el coloquialismo popular, su poesía está llena de
humor, de rabia, de luz, de sexo y sobre todo de
música. Botto, uno de los defensores más entusiastas
del fado impregnó su obra de la atmosfera del género,
entregándole ese sabor a mar, a saudade, a nostalgia;
ese gusto de humanidad y de sensualidad plena que
caracteriza a la cantiga tradicional lisboeta.
António Botto, al igual que Raúl Leal
(Sodoma Divinizada) y Judite Teixeira (Decadencia)--
otros dos grandes exponentes de la literatura de
carácter homosexual dentro del Modernismo portugués--
sufrió la persecución y la condena del poder sexista y
homofóbico de la Europa de principios del siglo XX. Su
obra fue literalmente quemada y paso a formar parte de
esa larga lista de autores cuyo nombre raramente
aparecía en los diccionarios, antologías y
enciclopedias. Hoy en día , gracias al interés que
existe en escritores pertenecientes a minorías
genéricas, raciales y sexuales, el trabajo y el
talento creativo de este poeta y cuentista portugués
se ha rescatado. Demostrando una vez más que António
Botto, posee una evidente importancia dentro del
movimiento modernista lusitano, sobre todo dentro de
esa tendencia peculiar que llamaré "Modernismo órfico"
y cuyos máximos exponentes son nuestro autor y los
otros dos escritores antemencionados. Botto se
singulariza dentro de este grupo especial, debido a
que su poesía flagrantemente homoerótica ofrecía ese
acercamiento revolucionario al deseo erótico que tanto
necesitaba la literatura portuguesa. Su honestidad
sexual lo colocan dentro de este grupo de poetas que
representan la mas alucinante de las experiencias
vanguardistas en su país.
Fernando Pessoa, definió el poemario Canções como el
ejemplo máximo de una nueva conciencia de aceptar la
imperfección como un acto único y maravilloso. Este
himno al placer y a la belleza física, como también lo
llamara en su ensayo António Botto e o ideal estético
em Portugal , se considera la obra más importante de
una de las voces más originales e (injustamente) poco
recordadas de la literatura de expresión portuguesa y
universal, el poeta, dramaturgo y cuentista António
Botto (1897- 1959)
Tanto la vida como la obra de este poeta único parece
estar delineada por la emoción. Sus poemas van desde
la total euforia del placer, a la expresión más
patética y dolorosa de la vida, van desde la perdida
del amor y la fe, a la observación minuciosa --casi
barroca-- del cuerpo masculino; desde la descripción
sinestésica de encuentros sexuales, al más autentico
narcisismo. La poesía de Botto posee un desarrollo
discursivo, que oscila entre la reflexión y el
coloquialismo popular, Su poesía está llena de humor,
de rabia, de luz, de sexo y sobre todo de música.
Botto, uno de los defensores más entusiastas del fado
impregnó su obra de la atmosfera del género,
entregándole ese sabor a mar, a saudade, a nostalgia;
ese gusto de humanidad y de sensualidad plena que
caracteriza a la cantiga tradicional lisboeta.
La estética bottiana representa un desafío a la
estética tradicional. Si ésta exigía orden, aquella
demanda caos, subversión del modo como las cosas se
presentan a nuestros ojos. Al poeta le interesa
transformar el orden en caos, no satisfacer el
instinto de conservación, sino el de subversión, no
intentar la superación de las pasiones, sino el
desenfreno de los instintos, no alienarse con la
tendencia de la conjunción, sino a la disyunción. El
poeta viola las reglas de juego establecidas e inventa
otras que el lector debe descubrir cada vez. Su
rompecabezas estético es un problema a resolver, pero
que en realidad carece de verdadera solución, ya que
las normativas del poeta y del lector no son las
mismas. Su lengua se empeña en destruir la moral
existente, la vida “normal” y respetable, a la vez que
la recrea imponiendo su sello propio, único, diferente
de comportamiento biológico, sexual, moral, otra
respetabilidad... o la no respetabilidad total.
Botto ofrece en su poesía homofílica una alternativa
a la solución catártica y moralizante de la literatura
masculinizadora y erosexista nos ofrece la
satisfacción de nuestros más bajos instintos:
venganza, lujuria. Satisfacernos, en una palabra,
observando la actividad perversa de los otros... y la
nuestra.
La poesía del modernista lusitano recuerda las
palabras de Herbert Marcuse cuando dice:
“La tradición
clásica asocia a Orfeo con la introducción de la
homosexualidad. Como Narciso, él rechaza el Eros
normal, no por el ideal estético, sino por un Eros
más completo. Como Narciso, protesta contra el orden
represivo de la sexualidad procreativa. El Eros órfico
y narcisista es hasta el fin la negación de este orden. Se reivindica la emancipación del yo de las
restricciones propias del principio de actuación,
integrado en una organización represiva de la
sexualidad, para dar cabida a los instintos
destructivos. Es clara la protesta contra la
organización de la vida basada en la lógica y se
preconiza el retorno de lo reprimido. Se restablece la
función crítica de la fantasía que se niega a aceptar
las limitaciones impuestas sobre la libertad y la
felicidad por el principio de la realidad. Este
rechazo encuentra a su más firme aliado en el
surrealismo de la fantasía erótica. Frente a la
correlación de Freud: represión-instintiva-trabajo
socialmente útil-civilización, propone la liberación
instintiva. Frente a Prometeo, símbolo del esfuerzo y
la fatiga, la productividad y el progreso mediante la
represión, toda la poesía homoerótica y en este caso
particular la poesía de Botto, enarbola la bandera de
Orfeo y Narciso, imágenes del gozo, de la voz que
canta, la liberación del tiempo y el lazo unitivo del
hombre con la naturaleza; del Nirvana concebido como
vida y no como muerte. El único orden al que se apunta
es al de la gratificación, que crea un Eros libre, y
la productividad se reduce a voluptuosidad, juego y
canto. "En el mundo simbolizado por el héroe cultural
Prometeo, ellos son la negación de todo orden; pero en
esta negación, Orfeo y Narciso revelan una nueva
realidad, con un orden propio, gobernada por
diferentes principios. El Eros órfico transforma al
ser: domina la crueldad y la muerte mediante la
liberación. Su lenguaje es la canción y su trabajo el
juego".
(Marcuse 163)
Fácil es colegir que, a través del yo poético, eje
central e hilo conductor de su poesía, se fustiga la
represión de las exigencias corporales en razón de
unas normas morales arbitrarias e impuestas a la
colectividad por una interpretación errónea, y
petrificada en mito, y donde la mitología
judeo-cristiana rige, coordina, y niega el valor
fundamental de la sexualidad en el hombre. Botto rompe
el entramado ideológico-moral sustentador de la
anomalía secular, y proclama como norma suprema el
erotismo en todas sus ramificaciones, se establece la
moral natural de búsqueda del placer sin más, teniendo
como límite único el prejuicio ajeno. Botto parece
gritarnos con su poesía de sexo, tristeza, humor y
lucha, que no puede darse libertad para uno y
represión para la otra, o viceversa. La genuina
transformación de la moralidad establecida empieza
siempre con la revolución sexual, anticipo del
despertar de la conciencia.
En la supresión de lo reprimido, en el nuevo
resurgir del placer corporal, en la erradicación de
las falacias ideológico-morales, el escritor se
evidencia antifreudiano y discípulo de Nietzsche y
Marcuse. Con Nietzsche coincide en haberse apercibido
en cómo la llamada moral occidental ha transformado
los hechos en esencias, las condiciones históricas en
metafísicas. Así las calamidades del hombre fueron
atribuidas a algún crimen y a una culpa
transcendentales. La rebelión del individuo pasó a
significar desobediencia contra Dios, y el impulso
hacia la gratificación corporal se entendió como
concupiscencia. De Marcuse recoge la idea básica de
que la cultura, al exigir la continua sublimación,
debilita el erotismo, y el erotismo desexualizado
desata los impulsos destructivos. Tal fracaso del
Eros, la falta de satisfacción en la vida, aumenta el
valor instintivo de la muerte. Las diferentes formas
de rebeldía serían una protesta contra el hecho de que
prevalezca el esfuerzo sobre el placer. La actuación
sobre la gratificación. (Marcuse 58) O, dicho en
otras palabras, la desalienación del individuo, la
recuperación de todo su poderío erótico sólo se
lograría con el "abandono de las nociones cristianas
de culpa y sacrificio en favor de la reapropiación del
cuerpo y la consecución de una sociedad que se
proponga otorgar la felicidad física, material y
moral para todos, en lugar de proponerse la conquista
del poder para los que se supone posean una sexualidad
correcta o establecida dentro de los conceptos
religiosos impuestos”.
La estética de Botto es una estética de lo obsceno,
lo marginal, lo erótico per se, lo libertario, una
estética completamente órfica y narcisista que
pretende, pues, reconciliar las facultades superiores
e inferiores; o sea, la sensualidad y el intelecto, el
placer y la razón. Su proceso cognoscitivo es sobre
todo sensual, su disciplina literaria la que opera
bajo el impulso del juego. Su lógica la de la
gratificación y no la de la represión, y su arte se ha
comprometido con el principio del placer. La libertad
estriba en salirse de la realidad establecida sin
sentirse constreñido ni por la ley ni por la
necesidad. La verdadera civilizaci6n será el recreo y
no el esfuerzo y la renuncia. La abolición de todos
los controles que la supuesta civilización ha impuesto
sobre la sensualidad, tiene su manifestaci6n más
inmediata en la sexualidad, que genera relaciones
eróticas entre los individuos. La resexualización del
cuerpo, en sus manifestaciones polimórficas, tiende a
la destrucción de la familia monogámica y a su
constreñimiento bajo la supremacía genital, a la
abolición de la prole familiar, siempre enmarcada en
el orden socioeconómico del matrimonio. Dentro de este
contexto, la sexualidad tiende a su propia
sublimación. La libido no reactivaría simplemente
estados “precivilizados” sino que “transformaría
también el contenido perverso de estos estados”
(Marcuse 189) ya que, silenciada la supremacía
genital monogámica, se verían desde un prisma
diferente. Sublimada la sexualidad, rota la
supremacía de la función genital, todo el organismo
llega a ser el sustrato de la sexualidad. Esta
resexualización se resiste a la idea de la asimilación
de una estética o más bien un comportamiento
heterosexista, la sexualidad homosexual infiere, la
multiplicidad de relaciones y esta resistencia a
imitar modelos de relaciones heterosexuales es
evidente en la poesía novotiana. El poeta crea una
estética de la promiscuidad, de libertad del deseo,
sin las ataduras de las prisiones ideológicas y
religiosas del judeocristianismo, la no permanencia
con una sola pareja es consistente con la idea de que
toda relación homoerótica está condenada al fracaso.
No sólo el sexo destruye las ilusorias apariencias de
la realidad social, psicológica y moral del individuo:
lo que es peor, el sexo no existe, es una ilusión, es
un elemnto transgresor. Lo que cuenta no es la
veraciddad del hecho, sino la verdad literaria, la
evidencia estilística y narrativa del poema. Y este es
el modo de leer la poesía de Novo: no como la
autobiografía de un sexómano, un erotómano, un
exhibicionista..., sino como creaciones exquisitamente
literarias, geniales, e invenciones estilísticas, que
hacen reales los destellos sexuales más sorprendentes.
Su obra, en cuanto asume la verdad incontrovertible
del arte es un “hacer creer”.
Para terminar podriamos agregar que la poesía de
Botto es una poesía de ingenuidad naturalista , pero
sin los recursos simbólicos de un Alberto Caeiro o la
cultura metafórica y la dispersión de imágenes de
Mario de Sá-Carneiro. En Botto no hay la pansexual
humanidad de Walt Whitman, ni la refinada sensualidad
homoerótica de Kavafis o Cernuda, pero si hay un canto
desmedido a la tolerancia sexual y poética, una
ambición libertaria, unas ganas de gritar su
sexualidad y un constante enfrentamiento al poder
truncante y represor, que lo acercan a un autor
situado en las antípodas geográficas, el mexicano
Salvador Novo. La obra de António Botto es, a su vez,
un canto a la sinceridad y a la ruptura de las
fronteras sociales, sexuales, filosóficas y
literarias, en la que no hay esquemas, no hay límites,
donde la filosofía es la del deseo y la honestidad de
saber quién se es y qué se quiere. Botto es la voz --a
gritos-- de los que no --tenían-- voz, con Canções se
enfrenta al desprecio, a la crítica erosexista, a la
ignorancia; a los prejuicios y a las represiones de
todo tipo. No hay duda alguna, Botto canta al amor
con pasión y desmesura, con ironía y con rabia, con
violencia y ternura, pero con una profunda belleza.
Sin miedo alguno Botto describe como ningún otro poeta
sus fantasías, sus ansias y sobre todo el objeto de su
deseo, o de sus deseos. Botto es un poeta valiente, un
poeta-hombre, un poeta-niño, un poeta-alegría, un
poeta-dolor, un poeta-poeta, un poeta buscador del
tiempo y del deleite, un poeta que se transforma en
herida y se revierte en risa, que con su voz de terror
sublime y de descarado desenfreno logra transformarnos
y hacernos perder en ese laberinto infinito que es la
palabra poética.
___________________
Bibliografia:
- Botto, António. As Cançoes de António Botto. Lisboa:
Editorial Presença, 1980.
-
Marcuse, Herbert. Eros y civilización. Barcelona: Seix
Barral, 1969.
- Paz, Octavio. Poesía y fin de siglo. Barcelona: Seix
Barral, 1990.
- Teixeira, Judite. Decadencia. Lisboa: Etc, 1996.
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Texto, Copyright © 2002 Raúl E. Romero.
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