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Astrid Hadad
por Raúl E. Romero
Con afecto para Don Oehl, Ambar Abril y Ofelia.
Hace varias semanas asistí a la inauguración de una
controversial exhibición en el Museo Judío de Nueva York, Mirroring the Evil. Esta
muestra colectiva, además de emocionarme, agredirme, entusiasmarme y hacerme valorar mi suerte
de sobrevivir e intentar ser feliz en esta ciudad (en este tiempo y con esta vida), me hizo
recordar (una vez más) las ideas de Hannah Harendt sobre como, para vencer el mal, hay
que trivializarlo, y por ese juego de contextualizaciones que hace la mente, me hizo
pensar en la estética y el oficio de Astrid Hadad, esa "cabaretera postmoderna" que
canta en El bataclan de la Ciudad de México o en cualquier lugar del orbe donde
le ofrezcan iodos, sensaciones, buenas "vibras", un trago de tequila y una mano amiga.
Y realizar un "viaje astral" entre Nueva York y el D.F.
La Hadad, todo un crisol sincrético de la mexicanidad (maya y libanesa), es una
cantante y actriz muy conocida en México, y ya objeto de culto en varias ciudades de
los Estados Unidos, Alemania y Francia. Astrid, nació en Chetumal, en el corazón de
Quintana Roo, y tiene en su haber muchísimos espectáculos unipersonales y una considerable
discografía, con unos discos que te hacen reír, gozar, llorar y cualquier otro sentimiento
que te venga en gana (si me dejan recomendar, los mas "padres" son Corazón sangrante y
Ay). Hadad canta y actúa, actúa y canta, y sobre todo sabe hacernos reír
(y un chingo de veces, llorar), pero sobre todo nos hace pensar, nos hace recapacitar...
La bruja apocalíptica juega con nuestras emociones y con nuestras memorias,
va de María Cristina a La bien pagá y de ahí a Lágrima, y luego
nos cuenta que la dejaron como un "calcetín", y de pronto ataca al presidente Fox,
madrea a Bush, canta un fado, baila una rumba, condena a los machistas y homófobos,
nos conmueve con un texto de Borges, se burla con un "albur", ataca la discriminación
social y racial, y todo con esa mezcla de juego y canto, de canto y placer, de humor
y voluptuosidad. La Hadad, no tiene miedo, su lógica es órfica, es sucia, es libertaria...
Humor, feminismo, críticas contra todo lo establecido: política, religiosa y socialmente;
lágrimas, poesía y mucho color, son algunas de las palabras que bien podrían definir
(si de alguna manera podemos definirla) a la reina del "heavy Nopal", esa suerte
de ranchera postmoderna que incorpora la rumba, el bolero, el mariachi y lo mezcla
con el rock, el fado, el guaguanco y todo lo que se le ocurre por el camino.
Astrid expresa una lucha por la erradicación de las falacias ideológicas, las
falacias morales, la cabaretera con conciencia se me evidencia y se me reivindica
antifreudiana, marcusiana, discípula de kristeva, Harendt, Cixous, Beauvoir; heredera
de la Dietrich, Mae West, la Khalo, Bessie Smith, María Felix, Lucha Reyes, la Lupe,
Chavela Vargas... pero sobre todo lectora meticulosa y desmedida de Pessoa, Borges,
Paz, Novo... Hadad propone con sus rancheras, fados, boleros, sambas y sones cubanos
llenos de humor, saudade, de sarcasmo y dolor, liberarse de la ambigüedad del lenguaje,
liberarse de las "pendejadas" e hipocresías intelectuales y sexuales. Su lado burlesco y
pícaro encubre con frecuencia otro grotesco --satírico--, en el fondo feroz y pesimista.
Esa vis cómica, es el instrumento para desmitificar y desenmascarar lo que sucede en la
vida cotidiana, para desnudar todo el sufrir, el batallar, el cansado andar de su
sociedad, esta sociedad, nuestra sociedad.
Qué puedo agregar sobre esta artista singular, esta sacerdotisa del desmadre,
esta poeta urbana, filósofa del cabaret y reina del "Heavy nopal", podría agregar
un montón de cosas "chidas", ya que la Hadad representa con "ganas" a ese México
"lindo y querido" (y un poco "jodido" y apaleado) que a pesar de todas las "chingadas"
políticas y económicas no se va a dejar vencer, no se va a callar la boca y no parará
de gritar, de cantar, de reír, de madrear, de putear, de coger, de sentir, de trabajar,
de educar, de construir y de ser feliz.
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Texto y fotografías, Copyright © 2002 Raúl E. Romero.
Todos los derechos reservados. |
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