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Hugo Burel: "La primera frase de La Metamorfosis cambió la literatura para siempre"

Entrevista al ganador del Premio Lengua de Trapo de narrativa 2001

por Armando G. Tejeda


Hugo Burel es un escritor que asume en su literatura que "la realidad está llena de actos absurdos, de personas dañinas, de insania y caprichos menores". Nacido en Montevideo hace 44 años, este novelista es meticuloso en la precisión de las palabras, su lenguaje es directo y sin florituras.

La última novela de Burel, El guerrero del crepúsculo, obtuvo el Premio Lengua de Trapo de narrativa 2001, un galardón que festeja ante todo la calidad literaria de la obra. El novelista uruguayo, que reconoce que el placer de la lectura ahora sólo lo encuentra al releer a Jorge Luis Borges o Juan Carlos Onetti, entre otros, compartió con Babab sus reflexiones sobre los Ulises de barrio, sus recuerdos, sus anécdotas más misteriosas. Hugo Burel también es autor de la novela El elogio de la nieve y de un libro de cuentos, por el que recibió el premio Juan Rulfo en 1995.

BABAB: El guerrero del crepúsculo ha sido elogiada por su defensa de la cultura libresca

HUGO BUREL: Para llegar a escribir El guerrero del crepúsculo tuve que escribir antes otras novelas y otros cuentos. En todo escritor el tema evoluciona y la posibilidad de escribir sobre ciertas dimensiones depende de la madurez, de la evolución como ser humano y como escritor, porque más allá de los temas que elijas, que no son tantos, siempre te planteas algún tipo de interrogantes que van a temáticas finales, si no la literatura sería demasiado momentánea, demasiado puntual sobre ciertas cosas.

La narración en sí consta de ocho escenas que van ordenándose de una manera bastante caprichosa, que quizá no guarden la frecuencia estrictamente cronológica, pero que van de alguna manera pautando un viaje hacia atrás, hacia el pasado o a una involución del tiempo que no es demasiado manifiesta, pero que en definitiva después de que concluye la historia podemos apreciarla. Las ocho escenas apuntan a ocho momentos diferentes y a ocho situaciones, que van sucediendo de manera en la que se pueda crear finalmente el lugar y la geografía, el espacio de la pequeña odisea de un Ulises de barrio.

B.: Y el lector va de la mano de ese Ulises de barrio

H.B.: La narración está marcada por el presente real del protagonista, el lector no sabe más de lo que sabe el protagonista, debe saber su vagabundeo sin adelantarse, porque no va a encontrar nada delante de él. No avizora nada ni geográficamente ni temporalmente, él no tiene futuro en ese momento.

 

B.: La historia llevaba guardada veinte años, ¿verdad?

H.B.: Escribí el primer capítulo de la novela en función de un cuento empezado 25 años atrás, después empecé a escribir lo que iba a ser una posible obra de teatro, que equivalía al segundo capítulo de la novela, cuando los uní tenía prácticamente el tema de El guerrero del crepúsculo, las otras seis escenas lo desarrollé hasta una resolución final que tenía muy clara pero que no sabía como la iba a formular. El proceso fue dándose, el protagonista me fue guiando a mí en sus caminatas. Qué paradójico, ¿no?

B.: El lenguaje es directo, sin florituras

H.B.: No es que yo haya hecho una circunstancia programada, sino que creo que la propia temática también me exigió ser muy vago en algunos momentos, muy exacto en otro y con un lenguaje que tenía que tener la virtud de no predisponer a interpretar nada antes de que eso estuviera dado. Pero al final todo se arma.

B.: La historia se desarrolla en el Montevideo en los años 50.

H.B.: No hay una definición temática explícita, pero puede inferirse a través de cierta geografía y algunos lugares que hay una ubicación temporal entre los 50 y 60, después estaría toda la secuencia del interrogatorio que podría remitir a los años de dictadura, en los 70, o sea que hay una deliberada confusión y fusión de tiempos que entornan el planteamiento de la novela bastante atemporal, precisamente por la confusión, pues no me interesaba que los hechos se circunscribieran a una época y un tiempo determinado. La irrealidad también parte de no saber en qué año o momento estamos.

B.: Pero la marca perversa de la dictadura resulta escalofriante en la novela.

H.B.: Es una referencia que está acorde con el tono del relato y con la peripecia del protagonista, no es grandilocuente, si se quiere es de un tono menor y no hay un énfasis demasiado marcado ni en la violencia de la dictadura ni del padecimiento del protagonista. Está todo en función de ese universo tan peculiar del relato.

Sí que la secuencia es emblemática de la represión, pero es una violencia que se dramatiza más por la indefensión que tiene el protagonista y por su actitud desprovista de heroísmo, por eso nos golpea más. No es para nada un héroe, no es un luchador, es una persona común que padece la violencia. Es otra víctima.

B.: Por eso en parte aquel soliloquio de Gabriel Cavalieri: "La realidad está llena de actos absurdos, de personas dañinas, de insania y caprichos menores" o la referencia a La Divina Comedia de Dante.

H.B.: Sí, es esa situación la que está explicitada en el interrogatorio. Mientras que la cita de La Divina Comedia es un planteamiento que de alguna manera está enmarcando en el territorio temporal y geográfico, "Io non mori` e non rimasi vivo". Es esa dimensión a la cual apunta la narración. Me pareció interesante esa cita de Dante, que por otra parte utiliza Graham Greene en su novela Un caso acabado. Esa cita establece una dimensión de lo que va a ser el espacio y el tiempo en la novela. Es hasta cierto punto onírico y con una territorialidad que va más allá de la vida misma. Es distinto, creo que eso es muy claro.

Gabriel Cavalieri es un Ulises de barrio que vende enciclopedias, que publicita como "el antídoto para vencer la ignorancia", con armas muy precarias porque él también considera que el conocimiento máximo es el reconocimiento de la ignorancia básica. Cuanto más reconocemos nuestra ignorancia, teóricamente más conocimiento tenemos, porque admitir que no conocemos todo y que lo básico lo ignoramos es una forma superior de conocimiento.

B.: También sufre la contundencia de la vida.

H.B.: Hay aspectos de la vida que él padece, el amor, la pasión, la violencia, la soledad. Como que vas atravesando de manera inconsciente quizá una serie de etapas de la vida. Cuando se dice a sí mismo "amor, después el espasmo de su negrura", ahí a lo mejor había una formulación de lo que podría llamarse una visualización verbal del final de un orgasmo, simplemente a través de una imagen.

B.: También se aprecian evocaciones platónicas: "otro día es cualquier día o la eternidad".

H.B.: El tiempo en la novela es arquetípico. Es como una unidad que no tiene significado salvo en el momento en el que se relativiza: ¿Qué es un día? Un día es igual a todos y la vez la eternidad, es un concepto que además de los filósofos griegos también ha manejado Borges.

 

B.: Entiendo que también admira a Franz Kafka, a Graham Greene, a William Faulkner, a Raymond Chandler y a Juan Carlos Onetti

H.B.: Son escritores que frecuento, que los tengo cercanos, que me han facilitado transitar mi propio camino sin necesidad de la copia. Simplemente por ese impulso que han marcado sin ningún tipo de duda mojones en la literatura, con distintas obras y distintos momentos. Por ejemplo, uno debe empezar una novela con una primera frase que plantee un lazo muy poderoso con el tema, no se puede ignorar la primer frase de La metamorfosis, que cambió la literatura para siempre.

Ahora releo y algunas cosas contemporáneas me interesan, pero no me siento obligado a leer a nadie. La literatura es entendida como un mecanismo que debe cumplir ciertas premisas, en el caso de la lectura no me siento obligado a leer nada ni a terminar nada y me siento con el derecho de exigir un cierto interés en lo que estoy leyendo. Creo que la lectura es muy importante porque le va dando a uno la posibilidad de ir manejando ciertos recursos, estrategias narrativas que a veces no surgen tan fácil.

En cuanto a la condición de escritor, tampoco me obliga nadie a escribir, sale de una necesidad verdadera, no soy un escritor a pedido ni en función de las modas. El guerrero del crepúsculo es una novela distinta, el resultado es a mi modo de ver un ajuste exacto del tema, no le faltan ni le sobran palabras y sobre todo creo que desde el punto vista literario expresa una dimensión que sólo la literatura puede ofrecer.

B.: ¿Usted se siente parte de una generación?

H.B.: Soy consciente de que soy coetáneo de otros autores, lo que sucede es que esa costumbre que hay en Uruguay de definir a las generaciones se ha dejado de lado, al menos no ha surgido hasta ahora una nueva definición generacional como antes hubo con la Generación del 900, la Generación del Centenario, del 45 y del 60. Los que venimos después todavía no hemos sido definidos, pero eso no me preocupa pues si existe una generación no hay necesidad de que sea definida.

Por otro lado creo que las generaciones también forman parte de una supuesta visión de la literatura como un fenómeno de comarca o de región determinada, de alguna forma la literatura se ha transformado en algo mucho más abierto, sujeta a influencias desde todos los ángulos posibles. Entonces la pertenencia a un grupo puede representar una cierta sujeción a códigos o metas comunes y creo que eso no sucede, la generación actual de escritores de mi país no tiene un comportamiento o conciencia grulla. No tienen una coherencia generacional.

B.: ¿Pero se siente influenciado por otras vías, más allá de la comarca?

H.B.: Puedo estar influenciado por un montón de fenómenos en la medida en que he podido madurar como autor, pero los he ido incorporando sin ponerles una definición de escuela o lo que fuere, simplemente forman parte de mi visión como autor, mi concepción y cosmovisión como ser humano y de alguna manera justifican el hecho mismo de la escritura, en el sentido de poder transmitir algo y no ser simplemente un mecanismo autoreferente o un ejercicio vano de individualidad, sino que una vez que uno termina con el texto se diga algo mas.

B.: A Eduardo Galeano le inspiró uno sus textos una vivencia que tuvo con usted, que resultaba un tanto mágica, ¿cómo fue?

H.B.: Tuve un amigo que se llamó Ivan Kmaid. Trabajó conmigo en la época del El Diario, pero más allá de ese vínculo profesional y amistoso, Ivan era una persona muy decisiva a la hora de leer lo que escribía. Era uno de mis primeros lectores junto con mi esposa, era una persona muy culta y llena de conocimientos y sabiduría. Por esas cosas que tiene la vida un día Ivan se nos muere, se nos muere a todos, a Eduardo (Galeano) también, porque era un tipo muy entrañable y querido, además de formidable poeta.

Al cumplir el primer año de la muerte de Ivan, decidimos aprovechar que en aquellas fechas se organizaba, como todos los años, la Feria del Libro en el Parque Rodó y hacerle un homenaje a Ivan. Yo preparé mi discurso y tuve la precaución de escribir de forma manuscrita siete páginas, normalmente cuando hablo en público improviso. Se produce el acto, expreso todo mi sentimiento a través de esas hojas, culmina el acto en el cual estaban su familia, escritores, etcétera. Me voy para mi casa, subo al auto, tuve que pasar a recoger a mi hijo en la casa de un amigo, justo en la esquina de dos importantes avenidas. Recojo a mi hijo y cuando llego a casa noto que los papeles de lo que había escrito sobre Ivan no estaban.

Desesperado vuelvo al lugar donde había hablado, busco en la vereda, no aparecen por ningún lado. Hago el mismo recorrido, llego al lugar donde recogí a mi hijo, estaciono el coche en el mismo lugar y ahí encontré toda la acera del lugar tapizada de volantes de una manifestación que había pasado por ahí, hacía pocos minutos por un tema de cooperativismo.

Miro en la vereda donde había estacionado el auto y me doy cuenta de que la rueda del coche había aprisionado un papel escrito de puño letra y reconocí que era la mía. Ahí apareció una de las hojas. Más atrás, encontré otra hoja, en un cartero que hay en el medio de la avenida, sobre un arbusto, dos o tres hojas metidas. Sigo caminando, llego a recuperar seis, pero me falta la séptima.

Miro por todas partes pero no la encuentro, cuando estoy volviendo, en la entrada de un edificio de apartamentos, me encontré un papel y alguien o algo había cortado un pedazo de esa hoja, con una forma muy graciosa, que le daba la forma a la hoja de un muñequito. Finalmente, con todas las hojas recuperadas regresé a mi casa, pero hasta el día de hoy estoy convencido de que esas hojas fueron esparcidas por Ivan, en una especie de broma y para lanzarnos a todos los que lo quisimos, una especie de mensaje.


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MADRID * El escritor uruguayo Hugo Burel ganó el VII Premio Lengua de Trapo de Narrativa.
Ignacio Vidal-Folch, uno de los integrantes del jurado, fue el encargado de leer el fallo, en el que se premia la novela de Burel, El guerrero del crepúsculo. Vidal-Folch, junto con los otros jurados (Martín Casariego, Fernando Royuela, Antonio Orejudo y el editor José Huerta, creador de Lengua de Trapo), valoraron "el especial trazado fluctuante entre la realidad y el sueño, el particular humor, la creación de una atmósfera claustrofóbica donde se disuelve el concepto del tiempo, y la defensa de la cultura del libro" que el autor despliega en su obra.
El guerrero del crepúsculo trata de un vendedor de enciclopedias que de pronto se ve envuelto en una trama extrañísima que mantiene la intriga hasta el final. Según Casariego, la obra es "una pieza de relojería perfectamente compuesta". Huerta destacó por su parte que en esta ocasión se violó una regla no escrita del premio, que consiste en otorgarlo a un escritor joven o a una primera novela. El editor señaló que en la convocatoria de este año hubo autores que son publicados en sus países por sellos internacionales, pero en ediciones que no trascienden sus fronteras. Por ello, muchos han optado al galardón, no tanto por su dotación, de 750.000 pesetas (unos 4.000 dólares), sino por la proyección que tiene en España y los otros países de habla hispana. De las 212 obras concursantes, 60 provenían de América Latina.
Burel nació en Montevideo en 1951, ha trabajado en publicidad, como diseñador gráfico y como periodista. Entre sus obras se cuentan las novelas Matías no baja (Sudamericana), Los dados de Dios (Alfaguara), El autor de mis días (Alfaguara) y el libro de cuentos El vendedor de sueños (Sudamericana). En 1995 fue galardonado con el Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional por su cuento El elogio de la nieve.

 

 

Texto, Copyright © 2002 Armando G. Tejeda. Todos los derechos reservados.
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Última actualización: jueves, 28 de febrero de 2002

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