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Juan Manuel Roca, la uniformidad de la contradicción

por Luis Miguel Madrid

A Juan Manuel Roca no le ha llegado a seducir el resplandor de un sólo género. Su vida literaria le ha ido llevando por todos los caminos a la vez y no le ha quedado más remedio que tomar medida a las palabras desde el punto de vista de la contradicción. La variedad de enfoque le ha servido para dar largas explicaciones y también se ha visto recompensada con el reconocimiento de los premios, incluyendo los Nacionales de Poesía, Periodismo y Cuento de Colombia. La dirección del suplemento dominical de El Espectador, los talleres literarios y el ensayo, redondean una actividad literaria que también ha obtenido el reconocimiento de los lectores hasta convertirlo en uno de los escritores colombianos más apreciados de su generación.

Nació en Medellín en el año 1946 para vivir montado en un carro de palabras. Del palo más alto cuelgan trece libros de poemas que Roca ha ido publicando entre 1973 y el 2000, con honores, agasajos y traducciones a los idiomas más leídos de Occidente. El número catorce se ha publicado este año en España: Los cinco entierros de Pessoa (1), una antología con prólogo de Héctor Rojas Herazo que demuestra lo que Roca siempre demostró en sus poemarios: la uniformidad de la contradicción.

Los símbolos, los recursos, los modos, las referencias, todo en Roca es consistente y permanente. No cambia su idea ni su poética con el tiempo, tan sólo se separa un libro del siguiente en el punto de mira, pero siempre con una visión de la realidad ajena a la realidad, evadida o quizás en tránsito: evadiéndose. La consecuencia de ello es la construcción de un nuevo paisaje donde los calendarios y relojes usan diferentes medidas y la historia permanece sin envejecer a través de los personajes que la hicieron.

La paradoja, la contraposición, sobreposición y la ironía sirven perfectamente a Roca para diseñar este empeño que vacila entre un cierto escepticismo y una nostalgia sin concreción. Habla Roca de los despojos de un mundo en ruinas, describe un pasado indeciso y un presente que no se termina de comprender.

En Los cinco entierros de Pessoa, comienza situando la poesía, la palabra o el mensaje en el lugar de riesgo que corresponde a la vida misma. No hay nada firme en este universo conocido donde los textos son escurridizos, incontrolados, ajenos. Es todo lo que hay aunque no haya conformismo que lo aguante. Sabe Roca que la escasez acecha, y el tiempo quizás, y también las maldiciones que trae la vida en forma de dudas y resquicios de algo que no fue.

El atrezzo de los poemas de Juan Manuel Roca es de corte sencillo, se alterna lo rural y lo urbano con la provisión de sus elementos más cercanos. Acompañan al tema sin más, que a su vez acompaña al pensamiento, siendo éste la parte fundamental. En la poesía de Roca queda clara la interrelación de los sentidos. Todos se unen para avisar de la idea que va llegando.

El transcurso del tiempo en el poema ofrece todo el movimiento necesario para describir ese grado íntimo de insatisfacción ante lo absurdo. Su transcurso retrata vejez y muerte en el mapa del futuro. Se le escucha al poeta una desolación aceptada que se multiplica cuando aparece la violencia, la justicia, la patria. La fugacidad de la belleza, del amor o de la vida se identifica al transcurrir de las palabras por lo que su pérdida no es otra cosa que silencio. Queda la experiencia como un saco tierno de recuerdos que también se desvanecerán.

"A alguien debió caérsele en el baño
la palabra amor" (2)

Las referencias literarias ofrecen el apoyo necesario para contrastar la evidencia de la información: Baudelaire, Navokov, Ungaretti, Vallejo, Artaud y otros muchos autores son reclamados para estar en el mismo vagón del mismo viaje que recorren los poemas. La incorporación de autores y personajes queda plenamente justificada cuando la descripción del mundo se hace utilizando la historia de la palabra como referencia indispensable. A veces, todo se detiene en un mismo instante, como en "Arte de Tiempo" (3), donde el suicida, la mujer, el caballo y Gregorio Samsa coinciden en una misma página, en una misma quietud depositada en manos del lector, que adquiere entonces el poder para detener o hacer pasar los acontecimientos. Además de los referentes literarios, Roca se pasea por variados paisajes de la cultura: Ulises, Heráclito o Degas reaparecen en sus versos para que la historia tenga otros argumentos en un mismo tiempo y lugar.

Roca es un escritor de imágenes, no un retratista ni un simbolista de pincel grueso. Sus imágenes son de brocha fina y refilón profundo, buscando la alusión que lleve al lector hasta la estructura profunda de las cosas. Su reflexión tiene siempre sentido, siempre hay un pensamiento que enlaza la imagen y el sentir.

La poesía de Juan Manuel Roca parte de la realidad, de la concreción, de la experiencia, sumándose a una de las corrientes más productivas y actuales que hoy recorre el mundo hispano de manos de Mario Benedetti, Antonio Cisneros, Ángel González o Alvaro Mutis. La sencillez de los planteamientos y la claridad semántica y estructural hacen que las emociones aparezcan sin forzarlas, de una forma directa y sentimentalmente llana. De esa manera, Roca hace aparecer sensaciones, recuerdos o amarguras con la fidelidad de una verdad sin eufemismos. Los dolores, el personal y el social, corren parejos, sin que la visión que ofrece a veces Roca de poeta intimista se contradiga con la preocupación social y el orgullo patrio:

"Las mujeres de este país son capaces
de coserle un botón al viento.
De vestirlo de organista." (4)

La zona metafísica de la poesía de Roca es ocupada por la ambigüedad de lo intangible, alrededor de un mundo misterioso que anda de puntillas entre sus versos. La confusión que producen los sueños, espejos, fantasmas y seres enigmáticos dan lugar a la reflexión, configurando esa visión esencialista en la que importa sólo lo importante:

"Si hay algo que encuentren ajeno
                 [en el paisaje,
si los asusta una presencia que
                 [se siente,
les recomiendo no mirarse en el espejo"

La mirada interna ronda permanentemente por los caminos de la duda, sus versos relatan la perplejidad ante las pérdidas y descubrimientos a través de inciertos y concretos personajes que llama "dios", "alguien" o "nadie" y que no son otra cosa que trozos desprendidos del transcurrir de sus vivencias.

"En las fogatas, en torno de las pailas,
nos sorprendemos de alojar
algún dormido dios dentro
                 [del cuerpo."(5)

La fantasía es utilizada en la medida justa que pide la conciencia para huir del absolutismo ideológico y aceptar con la relatividad debida, los palos de ciego que da el mundo. Los fantasmas de Roca no producen miedo, los seres que viven dentro del alma del poeta son, en definitiva, el poeta mismo, sus sueños, sus recuerdos, las ilusiones perdidas, la vida en tránsito.

La plasticidad y la sensualidad son apoyos indispensables, sin ellos la poesía roqueña estaría destinada al oscurantismo de la meditación con luces negras. Pero las vivencias quedan actualizadas a través de los sentidos:

"Otras más hablan con olor de canela,
Pues la voz tiene un olor, hable de luz o
de quebrantos" (6)

Los colores se alternan con la bruma de sombras y recuerdos; los verdes, azules y rojizos aparecen explícitos o sugeridos para dar el contrapunto a los colores opacos de la nostalgia:

"Cuando apago la estancia
Y los objetos pierden sus orillas,
Soy una sombra más llegando
                 [del pasado.
La bruma, de nuevo, me visita." (7)

Tanta riqueza de detalles, la fuerza de la referencia y el uso claro de imágenes y metáforas, hacen de la poesía de Juan Manuel Roca un entrañable lugar donde parar los ojos y luego los sentidos. Se trata de un rincón lleno de espejos donde los rumores, olores, sonidos y visiones transportan a un viaje más largo que la vida misma, llevan al rincón donde está el instante en el que las vidas cambian de argumento.

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Notas:

  • (1) Los cinco entierros de Pessoa (Antología), Tarragona: Editorial Igitur, 2001
  • (2) Del poema "En el café del mundo". p. 25
  • (3) Arte de tiempo". p. 29
  • (4) Del poema "Una carta rumbo a Gales". p. 93
  • (5) Del poema "La palabra perdida". p. 21
  • (6) Del poema "Relación de algunos habitantes". p. 97
  • (7) Del poema "Monólogo del anticuario". p. 116

 

 

Texto, Copyright © 2001 Luis Miguel Madrid. Todos los derechos reservados.
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Última actualización: jueves, 06 de septiembre de 2001

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