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La música como profesión por
Manuel Barón
De las múltiples profesiones con
las que podemos tener "derecho a retribución" (me refiero a las honradas),
existen algunas con un gran componente vocacional. Esta vocación, que en el caso de las
artes suele despertarse a edades muy tempranas, a menudo está ligada a un entorno
familiar y social; aunque en algunas ocasiones surge por generación espontánea.
Uno de los casos de profesiones vocacionales es la música, donde
podemos encontrar a personas "privilegiadas" que han logrado convertir su don en
su profesión. Y esta es la primera impresión que puede producir a los ajenos a ella que,
por otro lado, no está lejos de la realidad, aunque esta realidad no es tan sencilla.
En primer lugar, esta situación de "privilegio" no es en
absoluto un regalo, sino fruto de un esfuerzo y un trabajo duro y constante. Poder llegar
a ser un instrumentista es una ardua tarea, en la que el esfuerzo y la ilusión casi nunca
son proporcionales a las satisfacciones, tanto artísticas como profesionales (¡y no
digamos las económicas!). La relación de un músico con su instrumento llega a ser a
veces más estrecha que con la familia o con los amigos; incluso que con la de su pareja.
En este sentido, tu pareja o tus amigos pueden comprender que algún día no les dediques
el tiempo ni la atención necesarias; el instrumento no. De hecho son muy pocos los que
soportan la tensión y el trabajo que se requiere para tal menester, y la mayoría
abandonan por el camino (no digo que con mal criterio).
Si no fueran suficientes todos estos obstáculos, nos encontramos con el
inestimable "apoyo" de las instituciones educativas, con sus vacíos legales,
irracionalidad en la implantación de reformas, no inclusión en el espacio
universitario...; y otros aspectos más prosaicos, como son el apoyo a las Escuelas
privadas (eso sí, no a cualquier escuela privada...), cuando hay centros públicos que se
caen, literalmente, a pedazos.
En este paradisíaco entorno surgen, de vez en cuando, instrumentistas
capacitados en nuestro país, con el ánimo de poder desarrollar su profesión. Para ello
se presentan a pruebas en las que tienen que competir con profesionales de todo el mundo.
Imagínense si trasladamos esta situación a cualquier otro gremio: no se cuantos médicos
o ingenieros que no fueran españoles (sin desmerecer en absoluto la valía de nuestros
profesionales) coparían los puestos de trabajo, ¡con lo bien que se vive aquí! Si a
esto le añadimos la costumbre de algunos directores "estrella", que suelen ser
españoles, de no ver con buenos ojos a sus compatriotas (que mejor que ver, tendrían que
escuchar).
Tampoco quisiéramos dar la impresión de que los músicos tienen
prácticamente que abrazar el celibato y dedicarse a una vida de sacrificio y penurias
(aunque en épocas no muy lejanas en la historia sí haya sido así). No, la música da
satisfacciones; no muchas pero sí grandes. Solamente el que ha estado en un escenario
tocando ante el público puede saber lo que supone la mezcla de estos ingredientes junto
con la música.
La mayoría de la gente que asiste a un concierto no tiene idea del
esfuerzo del que estamos hablando. Pero también es cierto que no tiene por qué saberlo.
El público tiene derecho a escuchar lo mejor que se le pueda ofrecer; no obstante,
tampoco puede pensar que quienes están detrás del atril no son personas como ellos, con
las mismas sensibilidades y vulnerabilidades ("cuando les pinchan, también
sangran...").
A un músico que trabaja en una orquesta le gustaría conocer su horario
de trabajo, saber cuando va a disponer de vacaciones, si el año próximo va a continuar
en su puesto de trabajo..., en fin, todas esas "nimiedades" que desearía
conocer cualquier persona de su puesto de trabajo. También le gustaría saber que si
algún día tiene una enfermedad o un accidente va a tener cierta seguridad. La mayoría
suelen tener pareja y planes de formar una familia, para lo cual dependen de cierta
estabilidad laboral.
Me parece casi imposible creer que haya gente que piense que un músico
con un contrato precario rinde mejor que con mejores condiciones laborales; o que piense
que solo los músicos "mediocres" reclaman estabilidad laboral. La imagen de
"orquestas felices" en esta situación nos lleva más a pensar en que
interpretan la situación de "Esclavos Felices", y no precisamente de Arriaga
(nos consta, además, de que estas situaciones distan de ser idílicas).
De la misma manera que se exige seriedad en las interpretaciones, creo
que es de recibo que esta misma seriedad se exija tanto a los responsables de las
instituciones como a la crítica, trasladando a esta profesión todas las prerrogativas de
cualquier otra en nuestro país, y no pretendiendo que el trabajo en orquesta se convierta
en una profesión liberal, dependiendo del arbitrio de los gestores de turno, que bien
podrían pensar en invertir los recursos de todos de manera más racional, para que en el
futuro podamos encontrarnos con músicos españoles con la formación suficiente (que por
cierto, ya los hay) y puedan llenar las Orquestas y los Auditorios que tanta prisa se
dieron en construir, empezando, como siempre, la casa por el tejado.
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Texto, Copyright © 2001 Manuel Barón. Todos
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