Jorge Edwards: "Yo vivo censurado" por
Sanjuana Martínez
"Los chilenos ya podemos volver a pensar en la poesía, en la
literatura, en el amor y en los celos." (Jorge Edwards)
El escritor chileno Jorge Edwards
acaba de recibir el Premio Cervantes y ahora dedica su tiempo a promocionar su última
novela, "El sueño de la historia", donde repasa en clave autobiográfica los
años más difíciles de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). A sus 69 años,
Edwards es un hombre activo y dinámico, con buen sentido del humor, modales elegantes,
educación refinada y memoria histórica, ese bien común en ocasiones tan poco valorado.
El escritor se lamenta de que muchos lectores lo conozcan solamente por su polémico libro
"Persona non grata", que desliza en clave narrativa duras críticas a la
revolución cubana, lo que provocó que Fidel Castro lo expulsara de la isla, donde vivió
tres meses y medio en 1971 como Embajador del gobierno socialista de Salvador Allende.
"Lo que le voy a decir, no se lo he dicho a ningún periodista. Es
una primicia", comenta al iniciar la entrevista y recordar que su reciente premio se
lo dedicó a Pablo Neruda.
"Yo tuve un gran defensor en ese asunto. Fue Pablo Neruda que le
mandó decir a Salvador Allende que si él me sacaba a mí de la Embajada en París, él
también se iba.
SANJUANA MARTÍNEZ - ¿Neruda estaba dispuesto a dejar
de ser embajador por su amistad con usted?
JORGE EDWARDS - No. Porque él consideraba que eso era
una persecución política y no estaba de acuerdo. Había amistad, pero también había
una toma de posición."
Edwards confiesa que antes de escribir "Persona non grata" era
un "típico intelectual de izquierda", pero señala que la experiencia cubana
fue su desengaño y que otros le advirtieron de ello: "Lezama Lima me dijo:
"Edwards, ¿ha visto lo que pasa aquí?". "Sí Lezama, lo he visto",
contesté. "¿Ha visto que nos estamos muriendo de hambre?. Espero que en Chile sean
más prudentes", dice que le señaló el escritor cubano.
SM - Se ha escrito que le dieron el Premio Cervantes
por su posición anticastrista y por el "caso Pinochet" que tanto había
afectado las relaciones entre Chile y España.
JE - El año anterior había sacado cuatro votos para
el premio Cervantes y todavía no se había producido el "caso Pinochet". Y hace
siete años que yo figuraba entre las personas para darle el premio. Sin embargo,
reconoce: "Claro, que los premios también tienen sus circunstancias. Neruda era
candidato al Premio Nobel y cuando era de la oposición comunista con Frei no se lo sacaba
y cuando era Embajador se lo dieron. Se podría decir que se lo dieron porque era
Embajador. No, se lo dieron porque tenía una obra literaria. Supongo que en mi caso ha
pasado algo parecido. Hay una obra, hay un trabajo de años, hay muchos libros."
Precisamente "El sueño de la historia" (Tusquets) cuenta la
historia de una persona que regresa a Chile después de un largo exilio por la dictadura
de Pinochet, y a la vez descubre una historia antigua.
SM - En su novela, salta de finales del siglo XVIII a
los años 70...
JE - Cuando yo regresé a Chile a fines del 78,
todavía en plena dictadura descubrí esta historia del XVIII que me fascinó y escribí
una primera versión que era básicamente una novela del XVIII con Joaquín Toesca, el
arquitecto, Manuelita, su mujer, y otros personajes de la época. Sin embargo, como había
muchos vacíos en esa historia y había también mucha ficción en mi texto, pensé que mi
narrador que llegaba a Chile, al que le ocurrían cosas en Chile mientras investigaba esta
historia, también era un personaje que tenía un elemento autobiográfico al que el
presente siempre asomaba. Por eso hice una novela en donde existe el pasado y el presente,
el siglo XVIII y el siglo XX. En "El sueño de la historia" además del pasado y
el presente existe otra dualidad: Europa, el viejo mundo, y América, con la atribulada
vida de Joaquín Toesca, arquitecto italiano enviado a la Colonia para terminar los
trabajos de la Catedral, y de su mujer, Manuelita Fernández de Rebolledo, que saltaba las
murallas del convento, donde el celoso arquitecto la tenía encerrada.
SM - ¿También están presentes la Independencia y los
años de la transición a la democracia de Chile?
JE - Sí, la salida de la Colonia y la salida de la
dictadura. Que son dos periodos sombríos, oscuros, pero que también hay momentos de
humor, risa y fiesta. Alguien me reprochó que yo escribiera con humor sobre cosas tan
sombrías. Pero yo pienso que el humor permite soportar estas cosas.
SM - Usted sitúa al narrador, Ignacio II en los años
duros de la dictadura.
JE - Es una experiencia que tiene mucho de personal,
porque ese narrador en cierto modo, soy yo. No soy enteramente yo, porque los personajes
que rodean a ese narrador no son exactamente los que me rodean a mí y las experiencias
que él narra no son todas reales, vividas por mí. Pero muchas si son reales. Por un
lado, hice una especie de novela autobiográfica de mi regreso al Chile de Pinochet y una
novela histórica donde la ficción interviene mucho con esta historia del siglo XVIII.
SM - ¿Usted es el hijo pródigo que vuelve a
Chile?,... ¿como eran esos años terribles del pinochetismo?
JE - La atmósfera de esos años está bien dada en la
novela, el clima, el miedo y al mismo tiempo, las compensaciones de la vida, que también
se daban. Es difícil de explicar como eran esos años, pero yo diría básicamente que
eran años que tenían dos características: primero, el color... que era gris, y después
el sonido. Yo me había ido de un Chile muy bullicioso, alegre, donde la gente se reía en
la calle y hacía bromas, y llegué a un Chile en el que en la calle se hablaba con un
tono muy de sordina en el metro, en los buses, había un tono de precaución, bajo,
sigiloso.
SM - ¿Por qué concretamente el arquitecto Toesca,
discípulo de Sabatini que hizo el Palacio Real en Madrid? ¿Por qué sus edificios, por
qué las construcciones?
JE - Es el europeo en América, el europeo ilustrado,
formado en las mejores facultades de Europa, trasladado a una ciudad de barro. Es un
arquitecto que conoce la obra de Borromini, la arquitectura española y que de repente
tiene que construir una ciudad prácticamente a partir de la nada. Es la idea de la
fundación de la ciudad moderna. Pero también me interesó su historia de amor, sus
cuernos, sus celos, su perversidad.
SM - ¿Es quien construye el Palacio de la Moneda, un
lugar que dice usted que no volverá nunca a ser igual?
JE - Sí, pero (Ricardo) Lagos lo ha abierto como en
mis tiempos. Y ahora ya la gente pasa. Ya mi novela se quedó atrás. El pasado vuelve y
se repite, pero no en forma exacta, y desaparece. Y yo pertenezco a una época, que cuando
era muchacho, los presidentes de la República paseaban por la calle y siempre había un
guardaespaldas, ellos pasaban conversando y saludaban a los niños y a la gente. Supongo
que eso ya no se puede repetir, pero esta entrada del mundo de Santiago a La Moneda es una
recuperación.
SM - ¿A Ignacio III, el hijo, lo detiene la DINA?
JE - La DINA era una policía secreta muy siniestra y
era un momento muy terrorífico.
SM - Parece que no se desprende del tema Pinochet.
JE - Lógico, soy un escritor que ha pasado unos años
muy turbulentos, no puedo pretender ser totalmente ajeno a eso. Y yo tengo una
observación sobre eso. Y he escrito libros sobre eso. Pero hoy día, me parece que la
política puede ser hecha por los políticos. Hay que dejarlos que hagan la política y
nosotros ya podemos volver a pensar en la poesía, en la literatura, en el amor y en los
celos, que son los temas de esta novela."
SM - José Antonio de Rojas, el criollo, ¿por qué le
llama "el resentido"? ¿Acaso todos los criollos son resentidos?
JE - Por lo menos él sí. Él es el típico criollo
que aspira a que le den un título los españoles y que después se va muy resentido
porque no se lo dan. Es un hombre susceptible, pero al mismo tiempo tiene ese gusto por la
naturaleza de Europa, por los productos, las bebidas, las cosas de allá. Es un personaje
contradictorio, ridículo y divertido que mete la pata muy seguido. Hace un experimento
con una máquina de producir electricidad, lo acusan de brujería y lo mandan a las
prisiones del Callao, que son siniestras. Los inquisidores del Perú eran un poco más
cultos que los chilenos, porque Chile era la última provincia y el centro colonial estaba
en el virreinato en Lima, entonces ellos saben que existe la electricidad y lo sueltan.
También tiene un encuentro con unas mulatas en Lima, muy divertido y toda esa historia.
SM - Narra el valor de los mapuches, los indígenas
más irreductibles de América.
JE - Eran grandes guerreros, luchaban a brazo partido.
Y en la novela en algún momento se ve a los embajadores mapuches, porque en Santiago de
Chile eran tan fuertes los mapuches que llegaron a tener embajadores cuando hacían pactos
de paz o de tregua."
"LA DESAPARICION DE PINOCHET"
SM - Estará usted contento, porque ya esta Pinochet en
Chile, como usted quería
JE - No es que esté contento, yo encontraba muy
inquietante el juicio de Pinochet acá, muy peligroso para la transición chilena. Y
siempre pensé que era más importante la transición chilena y la democracia que el
juicio a Pinochet. Y yo creo que los países que han tenido que manejar una transición
han llegado a la misma conclusión. Una prueba palpable y evidente es España, que tuvo
que elegir entre el juicio y el proceso a los torturadores de la Guerra Civil, y una
transición pacifica.
SM - ¿Pero hay realmente transición en Chile?
JE - Ahora Pinochet está siendo juzgado en Chile, pero
yo preferiría que desaparezca del mapa. No le deseo nada físicamente, pero que
desaparezca de forma total del mapa político. Se ha progresado bastante.
SM - ¿La transición parece que no llega a su fin, que
no se concreta?
JE - Ya está llegando a su fin. Con Lagos se esta
tratando la modificación de la Constitución que será el fin real. La Constitución la
hizo el pinochetismo y tiene muchos aspectos autoritarios, pero ahora se está elaborando
un acuerdo para modificarla. Eso va a ser el fin de la transición. Cuando ya no se hable
más de Pinochet, cuando Pinochet se muera, porque no es inmortal, y está enfermo
efectivamente. Es una transición lenta porque si uno sale de una dictadura con el
dictador vivo, la transición es más lenta.
SM - ¿Él vive tranquilamente en sus seis casas
distribuidas por Chile?
JE - No está tan tranquilo. Está muy preocupado. La
familia está muy amenazada. Hay generales muy amigos de él que están en la cárcel. No
es ninguna broma el asunto.
SM - ¿Parece improbable que lo sienten en el
banquillo?
JE - Está sentado en el banquillo, está sometido a
proceso, tiene 101 denuncias; se han descubierto cadáveres de desaparecidos hace pocos
días, con agujeros de bala en el cráneo. Esto es muy importante para un país. Un país
en que mucha gente no creía que esto hubiera ocurrido y ven que salen cadáveres, toma
conciencia. Eso es mucho más importante que un juicio fuera. Nosotros no podemos
arrinconar contra la pared a un Ejército. Ningún país latinoamericano lo puede hacer,
ni un país europeo.
SM - ¿Sobre todo, un Ejército como el chileno,
fuerte, que esta por encima del Estado, según hemos visto?
JE - Un Ejército fuerte que se colocó encima del
Estado después del golpe del 73. Hubo muchas responsabilidades políticas variadas en ese
golpe, no solo la responsabilidad de la derecha. Ese golpe es la consecuencia de una
situación de caos civil que se prolongó demasiado. Y entonces, nosotros ahora tenemos
que hacer los juicios, pero tenemos también que doblar la página, como tiene que hacer
todo país.
SM - ¿Sin embargo, para doblar la página se necesita
saber toda la verdad sobre los 4.000 desaparecidos?
JE - Los desaparecidos están saliendo a flote.
SM - ¿Se sabrá dónde quedaron, se podrá dar los
muertos a los familiares?
JE - Se está haciendo la investigación, porque hay
que devolvérselos a los familiares. Es una cosa muy dolorosa y muy difícil, pero yo creo
que Chile está en una situación política bastante favorable.
Edwards da un ejemplo: "Cuando Allende tomó el poder hubo un
pánico enorme en Chile, la bolsa se derrumbó, la gente de dinero escapó, las empresas
entraron en periodo de crisis, se llegó a 500 por ciento de inflación al cabo del tercer
año."
SM - Usted menciona en su novela los tres méritos de
Pinochet: "convocar un referéndum, acatar el resultado, abandonar el trono".
¿Son méritos cuestionables?
JE - Hay que reconocer que este dictador no hizo eso
por gusto. Lo hizo porque la sociedad civil chilena fue fuerte y le impuso esta
situación. Él había previsto un periodo de 16 años y su gente le dijo que era mucho y
que convocara un plebiscito. De verdad, él lo perdió, porque se confió demasiado. Pero
nosotros, la sociedad civil, trabajamos mucho para que la gente se atreviera a votar. Yo
era miembro de un Comité de Elecciones Libres de 14 personas y tuvimos que demostrarle a
la gente que el voto era secreto. Después él no quiso acatar el resultado, uno de sus
generales declaró a la prensa internacional que Pinochet no había ganado. Allí la idea
de golpe de Estado que pudo pasar por la cabeza de Pinochet desapareció. Y después no le
quedó más que entregar el poder. Ha tratado de retener el poder siempre.
SM - Irse, sin irse, ¿los socialistas han tenido que
transar mucho?
JE - Pero se consiguió libertad de expresión, un
Parlamento elegido, presidentes electos, se consiguió que terminará el predominio de la
policía secreta. ¿Le parece poco?
SM - ¿Usted está en contra de la jurisdicción
universal para perseguir los crímenes contra la humanidad en cualquier país?
JE - Si se crea un Tribunal Penal Internacional y que
funcione está bien. Lo que pasa es que si un juez español juzga a un general chileno,
ese es un juicio de España a Chile. Eso en el fondo es colonialismo.
SM - Cuando son crímenes contra la humanidad,
¿desaparece el concepto de soberanía?
JE - Sí, pero no puede un país juzgar a otro país.
Ese es contrario a la noción más esencial del derecho internacional, que es la igualdad
de los Estados. Tiene que ser la justicia chilena que llegue hasta donde pueda llegar.
El escritor chileno, asegura que la izquierda europea utiliza un doble
rasero con Castro y Pinochet y afirma que el atropello a los derechos humanos por la
derecha es mucho más condenado en el mundo. "Me gustaría que hubiera una librería
en Cuba que pusiera en la vitrina "Persona non grata". Circula de manera
clandestina, pero nunca se ha podido vender. Esa actitud de Fidel Castro es de censor, de
cura jesuita censor como es él. Se vende lo que él permite que se venda.
SM - ¿Con tres meses le bastó para retratar los
defectos de la revolución?
JE - Son memorias de tres meses.
SM - ¿Por qué enojó tanto "Persona non
grata"?
JE - En ese tiempo era considerado una blasfemia atroz.
Añade: "Soy un escritor muy censurado, fui censurado con
"Persona non grata", con "Convidados de piedra", una novela que
irritó mucho a los chilenos y hubo censura más disimulada. "El origen del
mundo" le pareció a cierto sector de la crítica muy ligado a la extrema derecha y
al Opus Dei, inmoral. Yo vivo censurado."
SM - ¿Ese libro le trajo muchos enemigos?
JE - Me trajo muchos enemigos, pero me trajo buenos
amigos, por ejemplo, Octavio Paz, que llegó a Barcelona un día y dijo que me quería
conocer porque había leído mi libro y fuimos muy buenos amigos. Así que hubo de todo.
SM - Pero Julio Cortázar le retiró la palabra.
JE - A Cortazar no lo vi más, ni nos escribimos, ni
nos llamamos. Nada.
SM - Según Ariel Dorffman usted estaba pagado por la
CIA.
JE - Dorffman es un delirante, ni él se creyó eso,
él sabe que a mí no me pagaba la CIA, él quiso caer bien con esa declaración, no sé a
quien. Y ahora me da toda clase de explicaciones y disculpas cada vez que lo encuentro.
SM - Un buen detalle...
JE - Pero me da disculpas insuficientes porque dice que
estábamos todos equivocados, y yo le digo: "Tú estabas equivocado". En ese
tiempo, cuando se publicó ese libro,... es curioso que la gente se creyera esas cosas.
Pero es enormemente simplista. Si alguien es enemigo de uno es un "gusano" y si
alguien le ataca ideológicamente es pagado por la CIA. Es como de niños.
SM - Fidel Castro le echó y Salvador Allende... ¿qué
le dijo?
JE - Viajé a Chile poco tiempo después de ese
episodio y el ministro de Relaciones de Exteriores de Chile, que se llamaba Rodomiro
Almeida era un hombre con una ideología sólida marxista, pero al mismo tiempo, era un
hombre muy humano, tolerante y tranquilo. Él me invitó a almorzar en julio de 1971 y me
dijo: cuénteme qué le paso a usted en Cuba. Y yo le conté: "Persona non
grata" en diez minutos, lejos de publicarse todavía el libro. Me dijo que él
calculó que algo así había pasado y me dijo: "el único disgusto serio que yo he
tenido con el presidente Allende desde que estoy aquí es por usted. Porque el presidente
Allende quería que yo aplicara sanciones contra usted. Y yo le dije que no iba aplicar
sanciones contra usted, mientras no lo escuchara". Después me dijo que me quedara
tranquilo, que hablaría con el presidente Allende. Y así acabó el episodio, nunca supe
qué había dicho Allende. Neruda fue mi defensor".
SM - ¿Pero Neruda era castrista?
JE - Neruda no era castrista en el fondo. En el año de
1966 los escritores cubanos, con Alejo Carpentier y Nicolás Guillén a la cabeza,
publicaron una carta muy violenta contra Neruda, lo acausaban de aburguesamiento, de haber
aceptado una invitación del Pen Club norteamericano y de haber viajado a Nueva York donde
leyó sus poemas sobre la guerra del Vietnam.
Añade: "Neruda sufrió mucho con esa carta, nunca volvió a darle
la mano a ninguno de los que habían firmado esa carta. Le invitaron repetidamente a
viajer a Cuba pero no quiso ir. Si no me dan explicaciones públicas sobre esa carta, no
voy. Y así fue."
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