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From Hell: Alan Moore, el diletante y su chistera

por Sergi Puertas

Cuando la atmósfera de una estancia esta muy viciada, lo mejor es abrir la puerta para que la estancia se ventile. Cuando un medio esta viciado, se precisan renovadores. A ser posible que vengan, como el aire fresco, de afuera.

Seguramente pocos medios han estado tan viciados como el comic book yankee de los 80. En los 60, Stan Lee y Jack Kirby lo habían redefinido como nueva forma de arte llevándolo a la que fue, durante casi dos décadas, su cima. Salvo honrosas excepciones, la siguiente generación de guionistas y dibujantes se había dedicado a calcarles, con la consiguiente degradación que comporta toda copia. En los 80, andábamos ya por una tercera entrega de plagiadores desvergonzados que ni siquiera habían mamado del dueto original Lee / Kirby, sino de la segunda generación de copias baratas. Los resultados, ni falta hace decirlo: espantosos. Y entonces llegó Alan Moore.

No es que Alan Moore fuera un personaje ajeno al mundo del comic book. Obviamente se implicó porque amaba el medio. Lo novedoso de la irrupción de este británico en la escena yankee era que no sólo controlaba perfectamente todo lo referente al cómic: también andaba muy versado en literatura, en poesía, en pintura, en filosofía, en teatro... en fin, prácticamente en todo.



Dos generaciones de escritores de cómic habían demostrado que escribir tebeos cuando tus únicas influencias provienen, precisamente, de los tebeos, conduce al atolladero. Moore demostró en seguida, que no hay mejor influencia que Nietzsche para escribir sobre superhéroes, que los textos de William Burroughs, adecuadamente asimilados y metabolizados, puede ser un elemento enriquecedor para escribir cómics sobre mundos apocalípticos, que, en definitiva, la vida no empieza ni termina en las viñetas. Todo ello, además, sin perder ni por un momento de vista que el cómic tiene su propio lenguaje, que su identidad nace del entretenimiento, y que de ningún modo tiene por que convertirse, por muy ricos que sean sus contenidos, en un insufrible ladrillo intelectual.

Con sus tres primeras obras magnas, Miracleman, V For Vendetta y Watchmen, Alan Moore se ganó, tanto a nivel de crítica como de público, el merecido titulo de "El mejor escritor de cómics del mundo". Su trabajo dio pie a que una nueva hornada de escritores de cómic "intelectuales" hiciera su entrada en el mundillo con desiguales resultados. Muchos terminaron, como era de temer, embruteciendo al cómic con pretenciosa bazofia pseudoexistencial. Otros, hoy ya consagrados como Grant Morrison o Neil Gaiman, comprendieron que guionizar un tebeo y escribir un tratado de filosofía son cosas bien distintas y todavía hoy siguen abriendo nuevos caminos.

A Moore, por su parte, inquieto como todo genio verdadero, el asunto del tebeo estaba dejando de interesarle a marchas forzadas. Debe de ser muy aburrido, digo yo, eso de ser el mejor, de carecer de rival, en el medio de expresión que has elegido. Desde entonces, su obra en lo que al cómic se refiere ha sido más bien escasa: tras una personalísima recreación de Swamp Thing, en pequeñas editoriales aparecieron A Small Killing, Lost Girls, la inconclusa Big Numbers, algunos trabajos alimenticios en títulos de superhéroes de renombre y poco más. Y es que Moore ha andado liado con otros proyectos. Así por encima: novelas, libros de cuentos, libros de poesía, performances, pintura, un libro sobre el rock progresivo, un grupo de rock en el que el propio Alan desenvuelve el papel de cantante, un disco de techno íntegramente compuesto y producido por él, y sobre todo, el ilusionismo, la disciplina que Moore tiene por favorita. Sin embargo, Alan ha reservado siempre un huequecito en medio de toda esta actividad de creación dispar para escribir tebeos. De ahí ha ido naciendo, junto al ilustrador Eddie Campbell, From Hell: Un melodrama en dieciséis partes, sin duda su obra más ambiciosa en mucho tiempo.

Aparecida en los USA por entregas a lo largo de diez años, que se dice pronto, From Hell concluyó finalmente hace unos pocos meses. El tomo recopilatorio de la edición norteamericana tiene un aspecto sobrecogedor. Por el grosor, digo. Nada más y nada menos que 576 páginas en blanco y negro que recrean puntillosamente, en clave de ficción puntillosamente documentada, la vida y hechos de Jack El Destripador.

From Hell es, en varios aspectos, más una novela que un cómic. La buena noticia es que disfruta de las virtudes mas notables de la novela: los personajes quedan perfectamente definidos. La inmersión del lector en el mundo victoriano y en la trama argumental es completa y absoluta. La mala es que también participa de sus taras: una escena de monólogo en la que no vamos a ver otra cosa que a un personaje hablando y a otro escuchando puede prolongarse a lo largo de más de cuarenta páginas. Y nosotros allí, devorando el tomo pacientes, en espera de que algo suceda.

De no ser por la maestría literaria de Moore, por la sobrecogedora capacidad de Campbell para plasmarla en imágenes, uno tiraría la toalla. A menudo, la impresión es de que a From Hell, como a algunos buenos filmes, le sobra metraje. Pero al fin y al cabo, ¿quiénes somos nosotros para cuchichear sobre el mejor escritor de cómics del mundo cuando nos honra de nuevo con su aportación al mundillo de la historieta? From Hell es, en todo caso, un muy buen trabajo que merece ser leído por todos aquellos que aún dudan de la validez del cómic para contar historias "serias". También por quienes ya no albergan ninguna duda alguna porque, en su categoría de novela gráfica, lleva el género tres pasos más allá. Serializada por entregas en España y habiendo aparecido ya las dos primeras, From Hell es una obra a la que sólo leída en conjunto se le saca todo el jugo. Es lástima que diez años después y con el volumen recopilatorio ya en el mercado yankee, el editor español se haya decidido por este formato. Tampoco vamos a hacer un drama de ello. A From Hell, y es mi consejo personal, hay que archivarlo en un estante y esperar un par de años a que termine. Entonces: atacarlo.

Actualmente y desde hace cerca de un año, Mr. Moore anda de nuevo dedicado al cómic a jornada completa, embarcando en media decena de títulos por el mismo creados y de los que cabría destacar The League Of Extraordinary Gentlemen y Top Ten. Toda esta actividad frenética responde, según sus propias palabras, únicamente a la necesidad de ganar el dinero que le permita, dentro de dos años, abandonarlo todo y concentrarse en el ilusionismo en situación desahogada. El cómic no es el único ámbito en el que se desenvuelve, por supuesto, pero es el que paga las facturas. Que un creador de su talla prefiera sacar conejos de una chistera a escribir debiera enseñar humildad a mucho escritorzuelo que anda por ahí suelto. Claro que, bien mirado, somos muchos los aficionados al cómic que, malévolamente, casi deseamos que todo se le tuerza y que, por iniciativa propia o por necesidades económicas, tenga que regresar siempre y continuamente a las viñetas. Sé que esta feo, señor Moore. Tampoco podemos evitarlo.

 

 

Texto, Copyright © 2000 Sergi Puertas. Todos los derechos reservados.
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Última actualización: sábado, 01 de julio de 2000

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