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Sobre la misantropía femenina

por Núria Perpinyà

"Il est temps de nous dénuer de la societé, puisque nous n'y pouvons rien apporter. Et qui ne peut prester, qu'il se defende d'emprunter".

Montaigne

"Emily Dickinson no era profesional ni aficionada. Fue una poetisa privada que escribió tan infatigablemente como algunas mujeres cocinan o cosen. Se obsesionó por la poesía del mismo modo que otras hacen punto sin parar", sentencia el crítico R.P. Blackmur, y con esta afirmación Dickinson queda reducida a una solterona que mataba el tiempo haciendo calceta con las palabras. Su misantropía provoca una sonrisa: "Sufriría la frustración de algún desengaño amoroso. Sería fea...".

Cuando un hombre se dedica al estudio de forma exclusiva, y se retrae de los amigos y se muestra del todo indiferente a las novedades del mundo, se le califica de intelectual y su aislamiento erudito provoca fervientes admiraciones. Una mujer puede estar conformada por el mismo carácter, inoculada por el mismo misoneismo, desear sólo la ebriedad de los textos, y, sin embargo, el juicio de la sociedad será bien distinto: en lugar de la admiración y el respeto, su vida provocará la burla y la lástima. Dickinson no es considerada como una intelectual, sino que se la denomina como "la blanca monja de Amherst".

El mundo está lleno de actitudes necias y maniqueístas, no hace falta ser mujer para darse cuenta; basta con ser una persona de letras en un hábitat científico. Nosotras no investigamos, nos entretenemos. Vivimos del cuento. Un amigo vuestro puede confundir vuestras tardes preñadas de lecturas con las que pasa su mujer dedicada al macramé. No comprenderán por qué no tenéis hijos si no trabajáis. Frecuentarán vuestras casas y os hablarán de sus tan futuras como inestimables tesis doctorales y de los artículos que esperan publicar, y nunca sospecharán que vosotras, mujeres que asentís con la cabeza, ya habéis publicado y ya sois doctoras. Os preguntarán cuántas horas dormís al día dando por sentado que una persona en casa se echa la siesta y lo que convenga y no se creerán que madrugáis "sólo" para leer a Keats. "¿Estás de exámenes?" Como sus mujeres no trabajan os invitarán a tomar café y a ir de tiendas, os regalarán libros de cocina (nunca admitirán que no te guste cocinar), os inquirirán un día y otro día si ya habéis hecho la receta del redondo a la "Chauteaubriand" con salsa mousseline y os apuntarán a cursillos de cerámica a los que nunca asistiréis. Sus maridos os pedirán sin el menor rubor que les hagáis el favor de corregirles las faltas de ortografía confundiéndote con una maestra, y, cual pobre secretaria te ofrecerán sin salario a cambio (para una mujer poder salir de casa y pasar el rato escuchando a un hombre es más que suficiente) que les ayudéis a buscar bibliografía sobre la inexistente historia de la veterinaria de la región. En vano les explicaréis que no sois secretarias, ni maestras, ni historiadoras y que, encima, tenéis tanto trabajo como ellos. Para ellos sois unas amas de casa en paro a pesar de que os paséis el día luchando con los textos y no hagáis ninguna tarea doméstica. También sois un poco bobas (como las mujeres de todos) porque a penas intervenís en sus conversaciones. Pero es que sus charlas repetidas se hacen pesadísimas y tenéis unas ganas enormes de huir para regresar a casa y devorar a Chaucer. Abriréis la puerta excitadas y la vecina al oiros os invadirá la casa y sus niños malcriados os lo tocarán todo (¡El despacho! ¡Los papeles! ¡La puerta abierta!) mientras ella os explicará los últimos cotilleos del barrio. Cuando al final se vaya, lo hará muy quejosa porque no le habréis ofrecido ni un vaso de agua; te quedarás sola y encontrarás los regalos de Navidad del amigo que estudia fuzzy grammar en los Estados Unidos: para tu compañero una editio princeps de los poemas de Emily Dickinson y para ti un librito de selecciones de la Reader's Digest y un frasquito rosa con perfume.

 

 

Texto, Copyright © 2000 Núria Perpinyà. Todos los derechos reservados.
Traducción del primer texto en catalán de carácter no académico publicado por la autora ("Cultura", nº 87, Segre, 26 mayo 1985).
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Última actualización: martes, 29 de febrero de 2000

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