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Llorenç Barber: "El mundo ya es un auditorio,
no necesito ir a ese mausoleo llamado auditorio" por Walter
Silva
Durante el mes de febrero de
2000, las Nuevas Músicas se dieron cita en Madrid en el marco del XI Festival LA
ALTERNATIVA y allí presentaron sus propuestas, Gabriel Brncik-Constanza Brncik, Amelia
Cuni-Werner Durand, Pascal Paiaud, David Moss, Evan Parker-Agustí Fernández, Simón
Ahechu y Concha Jerez-José Iges.
La programación de este ciclo NUEVAS MUSICAS corrió a cargo de
Llorenç Barber quien, para aquellos que no lo conozcan, es un músico nacido en Valencia,
compositor, musicólogo y licenciado en historia del arte, pero por encima de todo esto,
una persona sencilla, cálida y sobre todo muy clara.
WALTER SILVA - Señor Llorenç Barber, el Festival La
Alternativa reunió propuestas muy diferentes entre sí, desde la performance a la
txalaparta o desde el canto dhrupad de la India a la electroacústica. ¿Se refleja, de
algún modo, su afán por la experimentación como compositor en esta particular manera de
programar, de proponer algo?
LLORENÇ BARBER - Sí, desde luego. De alguna manera yo
estoy en contra de los festivales de pensamiento único y sobre todo del pensamiento
correcto.
En España, sobre todo, los tipos de festivales que existen son de
música clásica o música antigua o son de lo que ellos llaman música contemporánea y
que yo pongo entre comillas, porque ya no se entiende qué es música contemporánea o tal
vez yo entiendo unas cosas y los otros programadores otra. De esa forma, cuando se dedica
alguna atención a las Nuevas Músicas de una manera oficial, se piensa exclusivamente en
músicas contemporáneas entendiendo como tales a músicas de "autor"
normalmente para un solista o una formación menor con la intención de dar cabida en un
concierto a muchos nombres. Digamos que son conciertos de autores, de nombres más que de
propuestas, de ideas o de compositores intérpretes, que es en lo que yo incido. Así que
hay una pequeña dicotomía y esta es mi guerra particular desde hace veinte años. Desde
entonces yo viajo mucho y tuve acceso a propuestas muy diversas. En 1978, después de dar
muchas vueltas por el mundo, me invitaron a un festival bellísimo en Londres, tan pobre
como bello. Se llamaba Music Context, y en ese festival debí conocer como a
cincuenta desgraciados barbudos, cada cual con su propuesta la mar de personal y me quedé
fascinado. Fue posiblemente el festival de mi juventud que más me ha influido y fue de
tal calibre mi shock que a los meses estaba redactando mi propuesta de cómo crear en
España un grupo que tuviera en cuenta todo eso y devino el Taller de Música Mundana.
Para mí eso fue un "turning point" y a partir de ahí vi
mucho más claro todo aquello que yo estaba barruntando, porque cuando componía para los
demás, para los grupos de música contemporánea entre comillas, salía descepcionado. No
me gustaba quiénes lo hacían, cómo lo hacían ni en qué contexto lo hacían. Así es
que me convertí en un compositor críptico y dije, voy a componer cosas sólo para los
amigos o aquellas que vaya a interpretar yo, porque ese tipo de música contemporánea
siempre me había parecido limitado, frío, a veces horrendo, pobre o circunscrito.
Por otro lado, en mis ratos libres al año, que son varios, siempre he
tenido a gala el organizar y programar cosas, incluso en las que yo no participo más que
organizando, frente a la noción de muchos de mis antecesores que cuando organizan cosas
es para ponerse ellos al medio. Recuerdo una vez un compositor español ya fallecido que
por entonces tenía apenas veintitrés años y organizó todo un festival donde solo era
él el autoprogramado (risas). Bueno, esa es la exageración de algo que ocurre en todo el
mundo.
En Bilbao hay una persona, a quien no voy a nombrar por respeto, que
lleva veinte años organizando un festival donde se autoprograma y esta persona tiene un
grupito que es un poco magmático, el típico grupo de música contemporánea "ad
usum" bautizado y bendecido por el poder que aunque toque a Maderna, Schöemberg,
Cage o Satie, en el fondo suena al grupo y el grupo suena a este buen señor que lo
dirige. Es como si a mí me diera por tocar a Kagel y a todos los demás, en el fondo
estaría elevando Barber a la enésima potencia.
Yo crecí y maduré con auténtica prevención contra aquello en donde
había nacido que es la música contemporánea. Se me cayó, se me hizo trocitos, se me
hizo caca entre los dedos en los años ochenta y desde entonces cuando yo organizo, mi
sello organizativo es: "música son muchas cosas", y todas caben en un solo
festival, por tanto mis propuestas organizativas siempre responden a esto. Por contra
también diré que tienen unos límites que soy yo, Llorenç Barber, y es que yo creo,
crezco y hago devoción de fe de una especie de sensibilidad minimal que me atrae y de un
atractivo por los compositores intérpretes, aquellos que creemos algo y ese creer y crear
se funde en una propuesta. Por otro lado, cuando yo puedo programar algo es algo muy
modesto porque no dispongo de dinero y la gente hace muy bien en no confiármelo porque
rápidamente les pondría en varios aprietos y cuando programo lo hago desde la miseria y
en estas circunstancias viene muy bien por sentido pecuniario programar a autores
intérpretes, gente que se lo piensa, se lo compone, se lo toca, se lo interpreta, se lo
sonríe o se lo carga ella misma y esos son mis amigos. Por tanto, por necesidad, creencia
y por compensación, mis propuestas organizativas son hijas de la variedad más disoluta
mas que absoluta.
WS - ¿Cree usted que esta falta de interés y de
disponibilidad presupuestaria para organizar festivales de otras músicas ocurre también
en otros lugares o es un síndrome de nuestro país?
LLB - No, yo creo que ocurre en todos los sitios, solo
que aquí tenemos una pequeñita desventaja y es que llevamos solo veinticinco años de
democracia y eso nos da aveces menos huecos donde colar programaciones alternativas pero
ya los hay y cada vez hay más.
A mí, cuando me llaman, ya no es gente de mucho poder sino que suelen
ser concejales de cultura de pueblecitos de Andalucía, de Extremadura, de Galicia, de
Huesca y del resto del mundo como es el caso de un pueblecito cerca de Stutgart. ¿Cómo
llegué yo hasta allá? Pues como siempre, alguien que le cuenta, que estuvo o lo vio en
televisión y eso cada vez ocurre más en España pero todavía menos que en otros
países. Digamos que la corrección ya tiene grandes intersticios y en los intersticios
nos colamos los virus y los virus creemos en lo que hacemos y no lo hacemos por pelas. Yo
no gano dinero programando, pierdo millones de energía, millones de horas, pero gano en
espíritu, en aquello en lo que creo. Por el contrario, en un sentido general, los que
están en el poder lo hacen porque ganan en prestigio, porque tienen que llenar gran papel
couché.
Yo soy feliz escribiendo un artículo, tocando las campanas en una
ciudad, soy de un tipo de propuesta donde el mundo está lleno de sugerencias, es como una
selva de amores y están todos esperando a que les digas algo, a que les sonrías.
Lo que ha cambiado es lo que llamamos música, nuestra relación con el
sonido. Eso es lo que nos hace distintos de muchos otros que todavía son de una
generación de autor que no se quiere manchar la mano, porque solo está para las musas y
las semicorcheas, después viene el intérprete, el programador, el ministro y él
continúa en esa esfera de autor con toda la ilusión por entrar en el repertorio. Porque
en España vamos de corrección en corrección y si hace veinte o treinta años lo
correcto era ser vanguardista, cuando ese concepto hace aguas estos autollamados
compositores se vuelven muertos de ansia a las fuentes primigenias del virtuosismo y del
sacrosanto repertorio y están en casa encerrados escribiendo a palmos para entrar en el
repertorio y codearse con los de verdad, llámese Brahms, Schöemberg, Monteverdi. Yo no
me tengo que pegar con Monteverdi para que me toquen en un auditorio, el mundo es un
auditorio, el cosmos es un auditorio. No necesito ir a ese mausoleo que se llama
auditorio, el mundo me espera por todas las esquinas para sonar.
Pero en general y sobre todo en España, el noventa y nueve por ciento
de lo que se piensa y se programa y se vende como música de nuestros días es ese tipo de
propuesta correctamente neosinfónica para ser transmitida por un sublime y virtuoso
intérprete. No obstante, yo no me doy por vencido y me parece una estupidez que me digan
que para ser músico en el 2000 tenga que volver a ser neocastizo y volver a copiar los
trucos que ya hizo de "puta madre" e inmejorablemente Ravel o el bueno de Falla,
nada más que con un sentido más repetitivo. Tanto es así que, hace algunos años con la
democracia, se creó ese ente administrativo-administerial, copia un poco del IRCAM de
París, que se llama Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (CDMC). Lo
llevó unos meses Luis de Pablo, desde mi punto de vista de forma errónea, luego durante
varios años ocupó su cargo Tomás Marco y posteriormente otras personas, todas con el
mismo miedo de que se les colara, en ese centro para la difusión o "defunción"
de la música contemporánea, gente que no era.
Recuerdo que en el año 92, desde el CDMC y la corrección de la música
contemporánea se pensó en hacer un libro de los compositores contemporáneos
madrileños. El libro no estaba hecho por periodistas imbéciles que no saben nada de
música, estaba hecho por ex colegas míos compositores que habían hecho una limpieza
estética y habían dicho: "músicos somos los de verdad, los que componemos para el
violín, para la orquesta, los demás no existen". En ese libro estaban desde el
viejecito Rodrigo, que todavía no había muerto, hasta el último que había compuesto
una sonata en las clases de armonía y composición de García Abril. Por contra, los que
"meamos fuera del tiesto" tipo Juan Hidalgo, que como bien es sabido ha estado
en Madrid media vida, o los que me rodean y somos varios que hacemos música desde otras
maneras de pensar la música, allí no aparecíamos ni siquiera en el apéndice. El libro
me pareció tan categórico por lo que niegan, que se convierte en una afirmación. La
música correcta española vivida desde el poder hace lo que le dictan mis ex compañeros
músicos compositores. Son ellos los que dictan éste no es músico, éste no vale la pena
y éste tampoco, los que valemos la pena somos nosotros. A un ministro o a un director
general, ¿qué más le da? Él da unos "milloncitos" y quienes se autoprograman
son los propios compositores que viven todavía con bastante miseria un mundo de una
corrección y son ellos y cuatro tontos útiles, digamos críticos bien
"pagaditos" por el poder que hacen la tarea dura de redactar el libro y se
convierten en los críticos oficiales, los censores de qué debe o no debe ser considerado
como música propuesta para representar lo que está ocurriendo en Madrid y por el
contrario, ocurren cosas y somos muchos y hacemos la música por todo el mundo, allí
donde nos llamen y nos llaman en Helsinki más que en Madrid. A pesar de eso, yo me
empeño año en año en hacer mi pequeña pedagogía. El mundo es también de otros
colores, el mundo acepta como suyos a ciertos heterodoxos y vale la pena escucharles,
entonces mis festivales, mis propuestas están cargadas de esa heterodoxia.
WS - Usted utilizó hace un rato la palabra virus
haciendo alusión a aquellas personas que se cuelan, de alguna manera, en ese sistema
correctivo que dicta la música contemporánea tal como lo haría un virus en un
ordenador. ¿Qué papel cree que puede jugar internet al respecto?
LLB - Pues, yo no lo sé bien porque soy muy neolítico
y lo que me llega de lo que ocurre en la red me llega por lecturas y por contagio exterior
de las personas que trabajan con la ayuda o con la compañía de la red. Pero me da por
pensar que la red es hasta cierto punto, porque siempre hay un límite debajo del cual la
vida se convierte en subsistencia, el medio más democrático que existe. Primero, nunca
existió un medio más democrático en todo el mundo como la red y segundo, la red estamos
viviéndola en pañales, en ni siquiera adolescencia, en una infancia "naif" y
posiblemente por esas dos razones es el momento en que la red puede ser el aliado de los
miserables, de los que tienen algo que decir desde cualquier paradigma, desde cualquier
creencia y encuentran allí un vehículo casi sin obstáculos.
Esto debe poner demasiado nerviosa a mucha gente y posiblemente en
cuatro días nos van a caer intermediarios que le causen a la red la misma
"piramidalización" que a cualquier otro de los media. Ojalá que no, pero
seguramente lo intentarán o lo están intentando. Entonces, apenas uno lee en los diarios
fusiones de bancos y demás, uno se teme que esta maravillosa anarquía genere guardias
civiles por minuto. Pero en fin, no dejan de ser conjeturas. De momento yo creo que es una
buena espita.
WS - ¿Cómo calificaría este momento de su vida en el
aspecto creativo? ¿En qué estado se encuentra?
LLB - Yo creo, si la gente me lo admite y con toda
modestia, que me encuentro en estado de gracia. Digamos, en ese momento en el que uno no
tiene ni siquiera que explicar qué quiere hacer, ya se da por supuesto y después ya no
tiene uno ni que presentarse. Tengo la suerte de que me programan desde cualquier
pueblecito hasta en los mejores festivales del mundo.
Dentro de un mes voy a estar en el Musique Escene de Lyon, que
es uno de los grandes festivales europeos, el más interesante de los que existen en
Francia. Allí daré varias conferencias y voy a ofrecer tres conciertos. Más tarde,
entre otras mil historias, en el Master Singel Festival de Alemania en
Nüremberg. Cuando acabe eso iré al Festival de Santander en junio y de
allí me voy a México donde haré por quinta vez una ópera, puede que del compositor
hispanoamericano más interesante del momento que es Julio Estrada, y que escribió para
Estéfano Escadaniuvio, Fátima Miranda y para mí.
Hay otro concierto que me hace mucha ilusión y es el concierto de York
que voy a hacer en junio. York es la mejor ciudad inglesa por el tipo de relación que
tuvo con Normandía. Sus campanarios son unos campanarios muy específicos. No son como
los neogóticos de Londres donde ya he sonado varias veces.
En Cerdeña se va a hacer, como en años anteriores, un festival
dedicado a mi trabajo, pero este año, además va a ser un congreso con gente que a lo
largo de estos veinte años ha montado conciertos de campanas conmigo y se trata de
músicos de Latinoamérica y de Europa que vendrán a explicar, escribir y publicar un
libro sobre el significado de estos conciertos. Al mismo tiempo se está escribiendo otro
libro en Buenos Aires, que irá acompañado de un disco, donde se va a explicar mediante
fotos y textos, lo qué supuso el concierto que di en las Navidades de 1998/99 y reunió
aproximadamente unas ciento cincuenta mil personas en la Plaza de Mayo.
En el último concierto que di en Córdoba, Argentina, yo viví sonidos
que jamás había oído y menos paseando, codeándome con miles de personas en la calle. Y
aquí no hay truco, yo no utilizo nada más que sonidos, solo que sonidos muy cargados de
una "sementalidad" polimorfa pero muy intensa y eso intensifica el aire e
intensifica los ecos y los rebotes de las paredes y yo ya puedo vehiculizarlo en una
partitura después de haber metido la pata cuatrocientas veces, todo hay que decirlo. Y
estoy trabajando con los mismos elementos de tensión distensión que trabajaría un
Schumman, por tanto para mí no deja de ser música, SÓLO MUSICA.
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