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Teillier íntimo por
Francisco Véjar
[El presente trabajo de Francisco Véjar incluye un texto inédito de
Jorge Teillier (1935-1996) junto a unas notas de Véjar donde se muestran aspectos
desconocidos e inéditos de Teillier, con el que Véjar mantuvo estrechos vínculos
durante los últimos años del poeta, quien, como se sabe, es considerado una de las
figuras destacadas de la generación del 50 junto a poetas de la talla de Enrique Lihn y
Alejandro Jodorowsky. Su influencia se hace sentir no sólo en Latinoamérica sino
también en Estados Unidos donde han hecho numerosas tesis sobre su obra. Recientemente ha
sido publicado en Argentina en una colección dirigida por el poeta Jorge Boccanera.
Publicaciones como "los Dominios Perdidos" publicada por el Fondo de Cultura
Económica de México ha tenido una repercusión tan grande en México que autores como
Carlos Fuentes han dicho que a quien se debe leer y descubrir hoy en hispanoamérica es a
Jorge Teillier, uno de los poetas más genuinos de Chile.]
Entre un lord inglés
y un boxeador contra las cuerdas como dijera Jorge Boccanera, era Jorge Teillier.
Nacido en Lautaro, el mismo día de la muerte de Carlos Gardel y fecha, además, en que
los mapuches celebran el año nuevo. Su lugar de origen fue la Frontera, el pequeño Far
West, le llamaba Pablo Neruda. Esa zona está entre el Bío-Bío y el Toltén. Territorio
poblado por colonos (Lautaro fue fundada en 1881). La vegetación virgen había sido
desplazada por avellanos, pinos y eucaliptus. El tipo de construcción era europea. Se
hablaba tanto en castellano como en francés, inglés y mapuche.
Un mundo que Teillier jamás olvidó. El universo poético al cual se
adhirió siempre está transido de fantasmas, duendes, viejas cajas de música, estaciones
de trenes y por supuesto, el sur real e imaginario que vivieron sus antepasados y cuyos
sueños, ya muertos, lo acompañaban en el retorno a la provincia. ¿Influencias o
afinidades? En algún momento: Mary Webb la novelista de Gales, vecina y folletinista de
Dylan Thomas, Knut Hamsum, Selma Lagerloff y Francis Jammes. Los tiempos cambian pero
yo no cambio, solía decir en otro lugar, cuyo nombre era El Molino del Ingenio,
campo ubicado entre La Ligua y Cabildo (IV Región de nuestro territorio).
Ahí se radicó, a lo menos en los últimos 10 años de su vida. En esos
predios tenía una pequeña casa de madera que fuera de un molinero muerto. En su pieza
rodeada de una enorme y selecta biblioteca, había puesto en los muros: postales, el
equipo de fútbol de Polonia (con un autógrafo del entrenador), el equipo de Francia (sin
autógrafo), unos dibujos a pastel hechos por su nieto y una foto de su abuelo francés. A
veces estaba gran parte del día, en el escritorio leyendo a sus preferidos, Novalis y
Holderlin, ambos románticos alemanes. Cuando estaba en El Molino del Ingenio,
sus días se repartían entre los pueblos más cercanos. En una oportunidad, nos pusimos
chaquetas de cuero y sombreros y nos fuimos a recorrer los bares de Cabildo. Le decía a
la gente que yo era una persona rica y que había comprado unos terrenos y que iba a
organizar unos tijerales a los que invitaríamos a todo el mundo. Entonces nos regalaban
whiskies. En la Ligua en cambio, el bar preferido era el de Don Rocha. Curioso lugar,
habitado por espejos y vieja clientela. Sobre una de esas mesas de roble, Teillier
escribió: "Estoy donde Don Rocha frente a un vaso de whisky. / Sí, nostalgias del
Far West, nostalgia de rebaños y trigales infinitos, de lunas azules y de un tiempo sin
tiempo".
Al describir el campo, donde habitaba, nos dice: "Estoy viviendo
frente a un molino y una higuera, como René Char, el último de los grandes surrealistas,
el lugar se llama El Molino del Ingenio y fue fundado por Gonzalo de los Ríos,
capitán de Pedro de Valdivia, abuelo de la Quintrala, nuestra Marquesa de Sade chilena,
que fuera dueña en el siglo XVII de estos dominios, situados hoy día entre La Ligua y
Cabildo. La Ligua es un pueblo que vive de los dulces y los tejidos. Existe la mayor
cantidad de automóviles per cápita del país, y también la mayor cantidad proporcional
de diabéticos. Sólo he encontrado a dos poetas en muchos años. Cabildo es un pueblo de
mineros y prostíbulos, con mucho carácter, las carnicerías se llaman "El
suspiro", "El pequeñito" y "La caricia". Estoy viviendo frente a
un molino, en una casa de madera -como el molino- que es ahora propiedad del
Ejército". La casa de campo era silenciosa, conversábamos alrededor de dos grandes
chimeneas hasta altas horas de la madrugada. Me leía ediciones hechas por él mismo.
Recuerdo una en homenaje a René Char, otra en homenaje a Elvis Presley, que según
Teillier pertenecía como él a un "Club de los corazones solitarios". Recuerdo
poemas inéditos que leía con voz catarrosa, interrumpido a penas, por el incesante ruido
de una cascada. Lo recuerdo haciendo traducciones de Pink Floyd y observando ensimismado a
su gato Pedro: "Sabio budista Zen / que mira la lluvia / porque sabe que la lluvia
existe". Creo que era una persona atípica en cualquier lugar del mundo. En el
prólogo al libro Muertes y maravillas, sostiene: "no importa ser buen o mal
poeta, escribir buenos o malos versos, sino transformarse en poeta, superar la avería de
lo cotidiano, luchar contra el universo que se deshace, no aceptar los valores que no sean
poéticos, seguir escuchando el ruiseñor de Keats, que da alegría para siempre. De qué
le vale escribir versos a tanto personaje resentido, encerrado en una oscuridad sin puerta
de escape, que vemos deambular por el mundo literario". Muchos de sus textos los
escribía al reverso de sobres de cartas, en servilletas y hasta en carátulas de viejos
discos. Desgraciadamente gran parte de esos textos se perdieron para siempre.
En la ciudad de Santiago frecuentaba el bar de la Unión Chica.
Durante años ese lugar se transformó en punto de encuentro de numerosos poetas que
buscaban refugio al interior de sus puertas. Le gustaba La Unión Chica, porque
era uno de los pocos bares que había sobrevivido a los años de la dictadura militar en
nuestro país.. De esa experiencia nació la antología Nueva York 11 que reunía
a los asistentes a las tertulias literarias de ese bar. "Somos privilegiados
-decía-. Son veinte para las seis de la tarde y estamos aquí en un bar conversando hace
tres horas. Sin prisa, sin necesitar nada más que un pequeño estímulo intelectual. No
va a haber otros como nosotros en unos años más en Chile (...). Esto es una
"aristocracia". Además de estos testimonios, quedó un legajo de actas, con
poemas, cartas, dibujos y solicitudes de ingreso de nuevos asistentes a las tertulias.
Otro de los sitios visitados en Santiago, era "El refugio López Velarde" en la
Sociedad de Escritores de Chile, ahí lo conocí junto a Poli Délano. Esa noche nos
bebimos varias botellas de vino y se habló del escritor británico, Malcolm Lowry, en Bajo
el Volcán. En el "Refugio López Velarde", se juntaba con Rolando
Cárdenas, Armando Rubio, Yolanda Lagos Garay y otros poetas.
En una de sus cartas hace alusión al conocimiento enciclopédico que
tenía acerca del deporte y además habla de la ciudades que echa de menos: "No es
raro echar de menos Madrid, Calafell, el Escorial. Aquí me consuelo leyendo revistas
deportivas (1945: Argentina Campeón de S.A. De la Matta, Mendez, Pedernera, Labruna y
Loustau en la delantera). Escribo algunos poemas como quien lanza botellas al mar.
¿Seremos los últimos sobrevivientes que recojan las palabras de la tribu de Eddy,
Milocz, Dylan, René Guy Cadou, Rojas Giménez ( ¡Vivan las arbitrarias mescolanzas!),
Cendrars, los tripulantes de Stevenson. Aquí estoy con los niños de Dikens sometido a
los padrastros que aman sólo la prosa. Bueno, un abrazo a ti y a los muchachos. No seas
grasa y escríbeme. Y no silbes demasiado por las calles". (Santiago del Penúltimo
Extremo, 29-VI-1976 (San Pedro y San Pablo. Temperatura máxima 14 grados. Mínima; 2, 5
bajo cero a las 2.30 AM).
Su opción de vida se adehería a la de poetas como: Serguei Esenin y
Dylan Thomas. En ese sentido era incorregible. El poema que mejor refleja esa situación
es Pequeña confesión: "Sí, es cierto, gasté mis codos en todos los
mesones. / Me amaron las doncellas y preferí a las putas. / tal vez nunca debiera haber
dejado / El país de techos de zinc y cercos de madera. / En medio del camino de la vida /
Vago por las afueras del pueblo / Y ni siquiera aquí se oyen las carretas / Cuya música
he amado desde niño. / Desperté con ganas de hacer un testamento / -ese deseo que le
viene a todo el mundo- / Pero preferí mirar una pistola / La única amiga que no nos
abandona. / Todo lo que se diga de mí es verdadero / Y la verdad es que no me importa
mucho. / Me importa soñar con caminos de barro / Y gastar mis codos en todos los mesones.
/ "Es mejor morir de vino que de tedio" / Sin pensar que puedan haber nuevas
cosechas. / Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano / Cuando se gastan los codos
en todos los mesones. / Tal vez nunca debí salir del pueblo / Donde cualquiera puede ser
mi amigo. / Donde crecen mis iniciales grabadas / En el árbol de la tumba de mi
hermana" ("Para un pueblo fantasma", 1978).
Fue por excelencia el guardián del mito, hasta que lleguen tiempos
mejores. Fiel a sí mismo hasta el último día de su existencia -afirma- : "Mi mundo
poético era el mismo donde ahora suelo habitar, y que tal vez deba destruir para que se
conserve: aquel atravesado, por la locomotora 245, por las nubes que en noviembre hacen
llover en pleno verano y son las sombras de los muertos que nos visitan, según decía una
vieja tía; aquel mundo poblado por espejos que no reflejan nuestra imagen sino la del
desconocido que fuimos y viene desde otra época hasta nuestro encuentro, aquel donde
tocan las campanas de la parroquia y donde aún se narran historias sobre la fundación
del pueblo. La poesía es para mí una manera de ser y actuar, aún cuando tampoco pueda
desarticularla del fenómeno que le es propio: el utilizar para su fin el lenguaje justo
para este objeto. Mi instrumento contra el mundo es otra visión del mundo. Para mí la
poesía es la lucha contra nuestro enemigo el tiempo, y un intento de integrarse a la
muerte". Otra de las formas didácticas de enfrentar su trabajo poético, era la de
hacer nuevas versiones de obras de otros poetas. Dylan Thomas hizo algo similar al ensayar
infinitas imitaciones de autores afines a su universo. Recordemos que el poeta
norteamericano Robert Lowell, publicó un libro de poemas títulado: Imitation, y
según algunos críticos es su mejor poemario. Jorge Teillier, no estuvo ajeno a ideas
semejantes. Un ejemplo sería la versión que hace a partir de un poema de Czeslaw Milosz,
llamado: Canción del fin del mundo. "El día del fin del mundo / La abeja
ronda sobre los geranios, / El pescador teje una red luminosa, / En el mar juegan los
alegres delfines, / Los tiernos gorriones saltan en el alero / Y luce dorada la piel de la
serpiente, / Como debe ser". Teillier después de leer este de texto de Milosz,
escribe su poema: Fin del mundo. "El día del fin del mundo / será limpio y
ordenado / como el cuaderno / del mejor alumno del curso. / El borracho del pueblo /
dormirá en una zanja, / el tren expreso pasará / sin detenerse en la estación / y la
banda del regimiento / ensayará infinitamente / la marcha que toca hace veinte años en
la plaza. / Sólo que algunos niños / dejarán sus volantines enredados / en los alambres
telefónicos / para volver llorando a sus casas / sin saber qué decir a sus madres, / y
yo grabaré mis iniciales / en la corteza de un tilo / sabiendo que eso no sirve para
nada. / Los amigos jugarán fútbol / en el potrero de las afueras. / Los evangélicos
saldrán a cantar a las esquinas. / La anciana loca paseará con quitasol. / Y yo diré
para mí mismo: "El mundo no puede terminar. / porque las palomas y los gorriones /
siguen peleando por la avena en el patio". (Poemas del país de nunca jamás,
1963).
Además de los trabajos antes señalados, escribía a lo menos diez
versiones de cada uno de sus poemas. En varias oportunidades, encontré versos suyos al
reverso de ediciones, como: Alicia en el país de las maravillas. Ahí se leía
de su puño y letra: "Nieva / y todos en la ciudad / quisieran cambiar de
nombre". "Si el mismo camino que sube / es el que baja / lo mejor es mirarlo
desde esta ventana". (Le Monde) "Nada que agregar / a la siesta de la silla de
paja / junto a la piedra redonda".
Era un solitario como Rilke. Esperaba ver de nuevo un ovni, como el que
vio al mediodía del mes de enero de 1958. Jugaba ajedrez y apostaba con muy mala suerte a
los juegos de azar. Le hubiese gustado estar con Baudelaire, si hubiese dado muerte a su
padrastro, el General Aupick, también haber hecho un viaje en velero hacia Chiloé (isla
del sur de Chile), y uno en el ferrocarril de Temuco a Carahue, la Ciudad que fue.
En el prólogo del libro de Teillier Para un pueblo fantasma (1978), Lafourcade,
describe la atmósfera que rodeaba la casa natal del poeta: "Jorge Teillier jugaba al
extranjero. No había dudas. -Aquí estuvo el molino -me decía, señalándome unas
ruinas- ¡fue el mejor incendio del pueblo, en muchos años....! Jugaba al extranjero
cuando todos le iban reconociendo y el: ¡Hola Jorge! se multiplicaba. Lautaro, unos
tilos, unos olmos, la plaza, el Kiosco de la banda del regimiento, la novia, el camino
circular de las novias, el círculo de tiza de las amadas. Como si acabara de mandarla a
hacer, allí estaba otra, la niña blanca, de rasgos aymaraes, y ojos febriles, y boca de
pez con sabor a manzanas ácidas.
Frío, humedad. El salón de la casa tenía su chimenea apagada. Allí
hubo bautizos, santos, cumpleaños, despedidas, llegadas, horas de alegría, los hijos en
el colegio, horas de inquietud, alguien enfermo, alguien que no había ido, alguien que no
escribía, es Jorge, mamá, que juega a irse, él lo leyó en alguna parte, leyó
que no era de este mundo, y, mucho menos de Lautaro. La idea le atrajo y comenzó a
desaparecer. Juego peligroso, el de los niños terribles de Cocteau, y mucho antes, ya
descrito por el niño poeta de Charleville". Yo acompañé a Teillier al pueblo de
Lautaro. Corría el invierno de 1994. Estábamos en Temuco, en un encuentro de escritores
Chileno-Mapuche. Un día temprano, pasamos al Bar el tren y nos desayunamos dos
whiskyes dobles. Después de escuchar varias canciones en el Wurlitzer e incluso de
apostar a un tema con las manos atrás y decir: "la máquina no nos vencerá",
partimos a la ciudad sagrada. El almuerzo fue en el Hotel de France.
Luego la inevitable visita al cementerio donde yace su hermana: "Vivo en la
apariencia de un mundo / Tú no sabes ni puedes saberlo / Tú no puedes conocer a mi
hermana. / Yo mismo apenas la conozco / Porque murió antes de que yo naciera / Y esa
llaga adelantó mi llegada. / Por eso crecí antes de lo debido / Y la primavera es una
rápida hojarasca / Y el verano un congelado reloj de arena. / Ya sólo puedo yacer en el
lecho de mi hermana muerta. / El vacío de mi hermana me sigue cada día. / Cuando yo
muera habré muerto antes de su muerte": ("Hermana" del libro de poemas Cartas
para reinas de otras primaveras, 1985).
Poco antes que muriera, en 1996 trabajábamos en su libro de poemas que
se llamó: En el mudo corazón del bosque. Además preparaba la Antología de
poesía universal, traducida por poetas chilenos. Su vida, como siempre, fluctuaba
entre la ciudad y el campo. Lo vi a una semana de su muerte. Pensaba viajar a la feria del
libro de Buenos Aires. Con Krupskaia (mi mujer), lo acompañamos a elegir una maleta para
el viaje. Nos despedimos en el metro de Santiago. Supe que a pocos días de partir para
siempre, fue a visitar a la que fuera su segunda esposa, Beatriz Ortiz de Zárate. Llevó
Champagne como en los viejos tiempos. Recuerdo que una vez me dijo: "No fue el helado
viento / quien marchitó las ramas. / Quien marchitó las ramas / fui yo, que les conté
mis sueños". No nos vimos nunca más.
Caminatas
(Poema inédito de Jorge Teillier, escrito durante el régimen
militar que rigió Chile por 17 años).
Así caminaban el Padre y el Hijo
En los atardeceres de provincia.
Tenían mucho que decirse, pero nada que hablar
En esos atardeceres de provincia.
De la casa natal al cementerio
Donde yacían amigos y parientes
Era en las vaciones del hijo
El Padre miraba sus buenas notas.
¿De qué hablaban? Me gustaría recordarlo.
Sólo me acuerdo de que los vi al anochecer
Entrando a un clandestino
Donde jugaban a la escoba y tomaban cerveza.
Hablaban sin palabras. Su pasos eran sílabas
Que rimaban un afán de saberse ellos mismos.
El nunca dijo que lo admiraba
Y él nunca lo mostró con orgullo.
Pero estuvieron juntos todas esas vaciones
Y yo acompañé sus lentos y solitarios pasos
Desde la casa del Lar hasta el cementerio
Y el ritual de cerveza en los clandestinos.
Nunca más los veré juntos. Estoy condenado a muerte
Y ellos al exilio. ¿Qué puedo hacer si no
decir que todas las tardes vi caminar a un
Padre con su Hijo.
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Texto, Copyright © 2000 Francisco Véjar.
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