Ángeles Mastretta: "Sólo los besos son más
placenteros que las palabras" (Entrevista con la escritora mexicana, autora de Arráncame
la vida) por Ana Anabitarte
Se define a sí misma como una
mujer "miedosa empeñada en no serlo", y reconoce que hay "montones de
cosas que le asustan". Cosas como "tener un amante y desafiar a mi marido,
criticar a los políticos". Sin embargo, explica que cuando escribe, "lo
exorcizo y pierdo el miedo". "Hay un placer en el desafío", asegura. Dice
de sus personajes que le gustan más los "desatados e inauditos", aunque comenta
que probablemente sea cómplice de todos ellos, "incluso de los que odio". A sus
mujeres las define como interesantes "porque tienen cosas que contar", y se
muestra convencida de que los personajes femeninos de sus libros "tienen que haber
existido". Y de los masculinos confiesa que tiene muchas cosas en común con ellos.
Ángeles Mastretta (Puebla, 1949) escribe para divertirse, "para sentir que me
enamoro", y para ella la literatura es "una locura permitida que te lleva de
viaje por otras vidas". Autora de Arráncame la vida, Mal de amores
y El mundo iluminado sus obras han sido traducidas a catorce idiomas.
ANA ANABITARTE - Su llegada a la literatura fue a
través del periodismo. ¿Cómo empezó a escribir?
ÁNGELES MASTRETTA - Un día un editor que yo conocía
me dijo que necesitaba una persona joven que se dedicara a buscar escritores a los que
publicarles libros en la editorial que estaba fundando. Yo, que tenía treinta años y
llevaba diez trabajando como periodista, le dije que lo que yo necesitaba era que alguien
me publicara a mí y no buscar a nadie. Entonces él me preguntó: ¿Pero tú tienes un
libro escrito? Le dije que no pero que no se preocupara porque lo quería escribir y se lo
escribiría. Y así fue. Un verdadero acto de magia, una cosa muy loca. Él pensaba que yo
iba a vender dos ejemplares, y yo trabajé dos años pensando que iba a vender dos
ejemplares. Y después, el libro Arráncame la vida (Premio Mazatlán de
Literatura, 1985, y traducido a catorce idiomas), resultó una buena fortuna. Soy
consciente de que tuve la suerte de contar con la oportunidad de escribir sabiendo que mis
letras iban a ser publicadas.
AA - ¿Y ahora por qué sigue escribiendo?
AM - No escribo por el éxito o por la venta de libros
sino por la necesidad vital de aclarar mis dudas y llegar a todo tipo de públicos.
Intento liberar a las personas: busco la justicia, revelo la pasión que nos lleva a
enamorarnos de un ser humano o del entorno que nos hace libres, pero que también nos
llega a ahogar. También escribo para sentir que me enamoro. Para mí la literatura es una
locura permitida que te lleva de viaje por otras vidas. Si tú lees un libro de Borges y
te hace feliz, te mejoró la vida. Para eso sirve la literatura. Además, a mí escribir
no sólo me hace feliz sino que me divierte, sobre todo cuando entro en contacto con mis
lectores.
AA - ¿Cómo son sus lectores?
AM - Los españoles son muy cuidadosos y exigentes. Se
saben los libros, los conocen bien, y siempre me preguntan por el siguiente. La gente que
lee mis historias por algún motivo se siente cerca, y como yo ya les conté una historia,
ellos vienen y me cuentan otra, me devuelven historias, todo ello mientras les firmo un
autógrafo. Mira Ángeles -me dicen-, en este libro hay un personaje que se parece a una
prima mía, las tías de ese libro son como las mías, yo también estoy enamorada de dos
hombres al mismo tiempo... Los españoles me han tratado con mucho cariño y me leen
mucho. A mí y a otros escritores latinoamericanos. Creo que los españoles están leyendo
a los autores latinoamericanos mucho más que los latinoamericanos leemos a los
españoles. Nosotros vemos mucho hacia España, tenemos muy visto y estudiado la
literatura del Siglo de Oro, pero la mayoría de los escritores españoles no venden tanto
allá como nosotros acá. No sé por qué ocurre eso.
AA - En muchas ocasiones ha visitado la Feria del Libro
de Madrid ¿Recuerda alguna anécdota divertida?
AM - Sí, muchas. Me acuerdo un día que estaba
firmando ejemplares cuando uno de los lectores se me acercó con dos de mis libros: Arráncame
la vida y Mal de amores. Sólo fírmeme el primero, me dijo. ¿No quiere
saber por qué? Pues porque el segundo no me gustó nada de nada, pero nada de nada, nada
de nada. Nada. No entiendo cómo lo escribió. Aquí le traigo además una crítica
publicada en un periódico para que la lea porque a este periodista tampoco le gustó nada
su libro. Yo me quedé de piedra. Pero es que luego vino un chico joven y con el libro
abierto me pidió: ponga para Maruja. ¿Es tu novia?, le pregunté yo. Era, me respondió,
y se puso a llorar amargamente. Entonces, al verlo todas las mujeres de la fila gritaron a
coro: ¡no puede ser que todavía existan hombres que lloran por mujeres!, ¡deberíamos
clonarlo!, ¡qué maravilla...! Y se lo llevaron casi, casi en hombros... Yo estaba
fascinada con la escena.
AA - España es uno de los países en los que sus
libros tienen mayor éxito de ventas. ¿Qué cree que es lo que más atrae a los lectores
españoles de sus novelas?
AM - No lo sé. Yo creo que les gusta lo que les
cuento, a fin de cuentas a la gente le gusta que le cuenten historias, viajes a otros
mundos, que les provoques otras emociones e incluso otras pasiones. Yo escribo para que me
pasen cosas y la gente lee para que le pasen cosas. A mí me gusta dedicarme a esto y
cuando me doy cuenta de que lo consigo, de que mis libros se leen y no sólo en México
sino en lugares lejanos o inesperados, me siento encantada. Uno cree que está escribiendo
para dos mil lectores, pero cuando los libros hacen su camino, cruzan el mar y se instalan
en otra parte sin que uno tenga nada que ver, sin que uno se de cuenta de cómo pasó eso,
te sorprendes y te maravillas de que ocurra así.
AA - La Casa de América de Madrid le dedicó una
Semana de Autor durante la cual leyó un texto precioso sobre su padre en el que decía
algo así como que tener un padre debía ser como ir por la vida bajo un paraguas inmenso.
AM - Sí, seguro que tu entendiste el texto y te gustó
porque no tienes papá. Yo lo escribí porque la gente dice que yo siempre escribo de
personajes femeninos, y yo quería decir que a mi me había acompañado toda mi vida un
personaje central que no es femenino: mi padre, que pesa mucho en mi ánimo. Entonces
quise explicarles cómo y por qué.
AA - En ese texto decía "mi padre, a quien le
gustaba escribir como quien sueña". ¿Su afición por la literatura le viene de él?
AM - Una parte de mi vocación si porque a mi padre le
gustaba escribir. A mí me enseñó que uno podía soñar con la paz a través de la
escritura. Mi padre no vivía de la escritura pero escribía cada semana en los
periódicos una columna de ficción. Inventó un personaje que se llamaba el
Míserovendecoches que era amigo de un romano como Asterix que se llamaba
Temístoclessalvatierra que venía de quién sabe donde y platicaba con el
Míserovendecoches. Él nunca supo que yo me dediqué a la literatura porque murió cuando
yo tenía diecinueve años, por eso yo siempre digo que se perdió la fiesta. ¿Te
imaginas lo feliz que estaría? Creo que se hubiera vuelto a morir. No quiero ni pensarlo
porque hubiera disfrutado muchísimo.
AA - Antes de llegar a la literatura trabajó de
periodista. ¿Era reportera?
AM - No, nunca reporteé. Yo siempre he estado peleada
con la realidad y emparentada con la ficción. Durante la carrera de Periodismo reporteaba
pero reporteaba muy mal porque me inventaba las cosas. Primero, segundo y tercero de
carrera inventé las tareas, las entrevistas, los reportajes. Mi profesor Julio del Río
siempre me ponía de ejemplo. Decía: "aprendan de Ángeles Mastretta, yo les dije:
hagan una entrevista y ella fue y entrevistó al gobernador del Estado de México y no a
su tía como hicieron ustedes". Y yo por supuesto que había inventado la entrevista
con el gobernador del Estado de México completa. En tercero de carrera me dio clases el
escritor Gustavo Sainz y cuando leyó una de mis tareas me dijo: esto lo inventaste. Y yo
le contesté: pues sí, y me puse muy afligida. Y él al verme me dijo: no te preocupes,
lo que pasa es que tu eres escritora y no periodista. No -le respondí-, yo tengo que ser
periodista porque yo ya no puedo cambiar de carrera, no tengo dinero, de algo tengo que
vivir, este es mi destino, no inventes... Me aconsejó que pidiera la beca al centro
mexicano pero yo me negué y volví a repetirle que no, que tenía que ser periodista, y
durante muchos años lo fui. Hacía un periodismo de opinión, tenía una columna que se
llamaba "Del absurdo cotidiano" y en la que cabía todo. Desde las historias de
mis amigas y las quejas de las mujeres, hasta el testimonio de una niña a la que habían
violado, y durante diez años escribí a diario.
AA - ¿No echa de menos compaginar más la literatura
con el periodismo?
AM - No. El ambiente periodístico hoy en día está
más envenenado. Te desgasta lo mismo que hacer novelas y te reditúa mucho más. En el
periodismo de opinión hay menos corrupción, más pasión y se toma más partido por las
cosas, pero yo soy mucho más escéptica de como son y como deberían ser las cosas.
AA - ¿Por qué escribe? ¿Qué es lo que le aporta la
literatura?
AM - No escribo por el éxito o por la venta de libros
sino por la necesidad vital de aclarar mis dudas y llegar a todo tipo de públicos.
Intento liberar a las personas: busco la justicia, revelo la pasión que nos lleva a
enamorarnos de un ser humano o del entorno que nos hace libres, pero que también nos
llega a ahogar. También escribo porque me enamoro. Escribir es una locura permitida que
te lleva de viaje por otras vidas.
AA - Acaba de terminar El mundo iluminado.
¿Siente miedo después de concluir un libro y antes de comenzar otro?
AM - Sí. Cada vez que terminas un libro te quedas
desasida y encontrar lectores de los libros anteriores te da mucha alegría pero también
te da angustia porque te preguntas: ¿y ahora que sigue? Finalmente uno no puede llenar su
vida con el gusto de los demás por lo que ya hizo. Uno tiene que llenar su vida con lo
que tiene que seguir haciendo. Yo no sé si tendría el valor de Juan Rulfo que un día se
presentó ante alguien que le dijo: mucho gusto, yo soy pintor. Y el le respondió:
"Hola, mucho gusto, yo soy Juan Rulfo, antes escritor". Rulfo era de una
sencillez impresionante. A mí me angustia pensar qué historia voy a contar ahora, qué
otra cosa me va a volver a alegrar la vida y a regalar un mundo redondo y comprensible
como el que pudo tener por ejemplo Mal de amores o Arráncame la vida.
Cuando uno tiene un tema entre manos que la apasiona -y tú lo tienes que saber al ser
periodista-, tienes la vida llena, como que te levantas con ilusión. Uno cuando acaba uno
de sus libros vuelve a tener miedo. A mí no me da miedo la página en blanco mientras
tenga una historia que contar. Pero cuando no estoy del todo segura de que mi historia
valga la pena, sea buena o vaya a gustar, pues me entra pánico. Y eso me está pasando
ahorita. De todos modos eso siempre pasa.
AA - Usted conoció a Juan Rulfo. ¿Cómo era?
AM - Maravilloso. Le quise con toda mi alma y espero
seguir viviendo para ver cómo se le reconoce. Tengo muy buenos recuerdos de él.
Formábamos una pareja desastrosa al volante porque él era pésimo conductor y yo una
distraída que siempre se equivocaba de camino. Un día chocamos contra otro coche y yo me
bajé corriendo y le dije al conductor del otro auto que no se enojara porque había
tenido el placer de chocar contra el maestro Juan Rulfo. "Y a mí que me importa
quien sea ese señor", me respondió. Yo le tomé los datos y le dije que no se
preocupara de nada, me metí el coche y le dije a Rulfo que aquel hombre se había quedado
encantado de chocar con él. Entonces fui a la escuela e hice una colecta para pagar los
destrozos del accidente.
AA - Tengo curiosidad por saber cómo escribe, a qué
hora, qué días
AM - Desde que nacieron mis hijos Mateo y Catalina
escribo por la mañana. No hay otra manera de escribir. Y lo suelo hacer con un horario
siempre: de diez a tres de la tarde. Y cuando la historia está bien pues también escribo
por las tarde. Hay días en que escribo diez horas y hay otros en que escribo tres. Lo que
hay que hacer es ir cada día al cuarto donde está el ordenador y sentarte enfrente de
él por lo menos cuatro horas.
AA - ¿Aunque no le salga nada?
AM - Sí. Aunque no te salga nada. Muchas veces no te
sale nada y avanzas dos renglones y piensas, hoy estoy verdaderamente tonta. Pero tienes
que hacerlo. Para no sentir que estás perdiendo el tiempo puedes aprovechar para
corregir, releer.
AA - Además de escritora usted se declara
conversadora. ¿Cómo es eso?
AM - Yo antes de ser escritora fui lectora y antes que
lectora escuchadora. Bueno, los conversadores somos una secta cada vez más exigua. Sólo
los besos son más placenteros para los conversadores que las palabras, tal vez porque una
conversación es lo más parecido a una historia de amor.
AA - ¿Qué le ocurriría si le prohibiesen escribir?
AM - Nada porque podría seguir conversando, tocando a
los otros. No soy de los que piensan "si no escribo me muero". Disfruto de la
vida muchísimo. Escribo como parte de mi urgencia por vivir. Me preocuparía más si me
quitaran la capacidad de dar.
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