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Autogiro

Antesala o compulsa

por Benito del Pliego

21. transacción de pétalo y detalle: al paso responde un tiempo con su propio traspié: iniciales esculpidas memorias contra el mapa.
Se suprime la masa del descanso. La pared no aguanta el gesto de saberse apoyo. Mira las fachadas, recuerda cómo se pintaron los balcones de la falsa arquitectura.
Lo que ven son ciudades perdidas: aprenden a amar lo ajeno e inestable ahora que nada contemplan.

22. Labios y heridas desfondados despliegan su cáliz en derrota, descomposición exponen, la fachada de la calle reaparece. Urgan los dedos en este baldosín las rejas gotean el dolor del edificio. Las cerraduras, el musgo, la colada de los patios.
"Por estos pies rodaron carros con su escoria". "En este templo se agrieta la medida de todas las cosas". "Allí resucita el ocaso una vez por semana camino del turista".
Los labios contra el muro, la población pregunta en qué rincón de la ciudad fingida sus deseos, cuál Jerusalén, en qué tumulto a quién se reza?: Yo observa alcantarillas. La-mano-blanca espesa el techo para no ver el mundo, Tú deja de gritar y su consuelo se rebosa en la cabeza de una estatua. Los-que-no-miraron, ajenos a toda construcción, exhiben su "perdonen las molestias"

24. Aquella avenida camino de la espera. No se detenga a perforar con la pregunta fúnebre: residen detrás. La nuca desolada se recuesta. Retome su vuelo. Calle las losas de su incógnita.

34. La ciudad desciende impermeable, retiene su alerta. ya sabe quién escribe el proceder y se detiene cansada de vagar buscando anda.
"Quiérese así la cosa -repuso el oscuro profesor-, así pues, suéltese" y de aquella Inconstancia que poblaba sus arterias vinieron a sacar las manos, el cincel, la pedrería.
"No es suficiente soñar" -apenas si repuse. Llegue la hora de sumir la arquitectura en el ungüento de un escarnio. Los ojos habrán de contemplar lo que no soporte la memoria.

43. Monótona pasión: cansancio, la huella se amontona ante la piedra. Los tallos de las cifras se incorporan al sillar, al arco, al gesto derretido de las caras y se ocultan tras la vista. "Nada sabré de cuanto deseo" repite cansina la lengua en la espiral que aquel labró. "Ellos habitan en mí y se calzan los despojos de mi voluntad". Así se descubre de qué forma todo fue atrapado en su caída: lo que expulsa de sí regresa por medio de gestos ajenos: el asco y la dicha comparten la lengua doble, entrada y salida.
Todo lo dicho es agua sobre roca, familia que amanece: aquí reincide en su escrúpulo de purificación y se da de bruces con latencias arrastradas por su credo.

45. Aquella restringida manera en que se extiende copando con su fiebre horizontal el haber de la duda. No fertiliza la amenaza de promesas, ni deja que se sume el polvo de las calvas en mitad del trigo. Arbitrario, cinturón que delimita el sueño, estrechez a quien otea, vastedad para quien hunde el campanario y recae en el "todo está concluso".
Es Inútil pretender que todo se refunda, surcos y vista se miran e intercambian su cosecha. El almendro gesticula en la distancia: borrón. El reguero y el camino desdicen la quebrada, maestros del vigor, amasadores de infinito.
Reclina su voluntad contra un tronco podrido y manan pensamientos junto a la cal del hueso: "Muchos fueron los millones que ahora vivo".

55. Callados somnolientos absorta en la medida del vacío, navega a la deriva por los ojos del azul, surcando su cadencia. En la plaza la huella de lo que no existe ensancha su agujero de domingo. Ciudadanos hormiguean su sensibilidad de cine. Rueda la contención perdida y en cada estanco resuelve el tiempo detenerse en forma de pantalla, de pompa deslumbrante junto al jardín de la mentira. Miro cómo se remansa: El tráfico le invita a sumergir los pies en el sentido de las cosas, balbucea el porvenir de su inquietud, permite que observemos a los fósiles y cómo antes del trazado de la piedra la raíz modelé sus estrías. Se paran a pescar y el tráfago es silencio. Alivia la tarde soplando una llovizna de verano. Algunos flotan sumidos en cavernas, algo así como piedras liberadas de su peso.

58. El miércoles o el viernes de un condado en flamas, subido al metro de los gatos, se cuela el radiador de la extrañeza y en la calle es procesión si marca un cambio. No es fruto del esfuerzo, de la casualidad tampoco; los terciopelos engalanan los balcones. La charla insiste en rechazar la fiesta del vacío. Cantan.




Babab
Última actualización: jueves, 30 de noviembre de 2000

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