Literatura Poesía

Poemas de Damián Andreñuk II

Tesoros vacíos

Una ramera que se hunde en la desolación

el amor que oxigena con su canto

un hombre de ojos tristes que desmienten su sonrisa

un frío de orfandad que llega de repente

miedo que encarcela en su yugo siniestro

egoísmo que empobrece lo sagrado

coraje formidable

de florecer entre las bestias

de aceptar con firmeza

las extrañas concatenaciones de la realidad

de no cambiar lo que se es

por tesoros vacíos.

SABIDURÍA: luz poderosa

que nunca se arrodilla.

Balance

Se llena el cuenco de los años perdidos.

Cada torpe resplandor ha sido en vano.

La muerte pide un balance

y fue tan poco, tan poco lo real.

Ni una sola reliquia para atesorar.

Ningún carruaje para rescatarme del olvido.

Se llena el cuenco de los años perdidos

y vuelven a su madriguera

los lagartos extenuados de la vanidad.

Cada aislamiento de caverna ha sido necesario.

Pero no estuve en el tembladeral de la avaricia

ni en las irreversibles pesadillas del crimen.

Se llena el cuenco de los años perdidos.

Se hace más grande la insistente melodía del adiós.

Anduve solitario por geografías de fuego.

Pero no estuve degradándome el espíritu en las modas fugaces.

Pero me supe delirando bajo el sol porque es tremendo estar vivo

(en el pecho de una mágica mujer hallé un refugio esmeralda)

Libertad salvaje

Simios excitados permanentemente

zombis que escupen odio denso

telarañas del miedo y la mentira

perversión minuciosa

voces desprovistas de luminosidad

profesionales en el lanzamiento de dardos con veneno

belleza plástica y decorativa

bestias voraces que nada digieren

vidas primitivas en torno a la entrepierna

quejas tan asqueantes como la cobardía.

La libertad salvaje en la cima de un grito

el dolor inexorable que rompe las caretas

el oxígeno de un bosque bajo las estrellas

el Cristo descalzo en la risa marginal

la orquídea enferma en la risa de la lucidez

las almas libres por fuera del gobierno de las computadoras

los corazones sagrados donde no muere la niñez

la poesía cargada de riqueza

las palabras poderosas que vienen del cielo

la galaxia de verdades que ofrece cada artista.

Fiesta ilimitada

No sé si me invento los motivos

o si ya los traigo dentro.

Grandioso es trascender como crisálida

el famélico lenguaje de agonías.

Vivir con sencillez se parece a flotar.

El cariño es una fiesta ilimitada.

Sólo sin miedo surge lo valioso.

El único hogar que protege realmente

es la altura impenetrable de la dignidad.

Con la muerte sólo muere lo ficticio.

En mis muchas cicatrices mi alma respira.

Lejos de las bestias

Aún escribo empecinado las palabras inocencia,

mujer, milagro.

Sé del vértigo en las piernas de toda prostituta.

Y poco a poco es más difícil mi amistad con la literatura.

No he querido transitar ningún camino

que no tenga los permisos de mi sangre.

Aún escribo empecinado las palabras alegría,

batalla, horizonte.

Hay quien confunde la pasión

con una oscura conveniencia.

Hay un refugio inalterable

al fondo del espíritu.

Hay un ardor o un sentimiento

que se pudre en nuestro pecho

si nunca lo decimos.

Aún escribo empecinado las palabras naufragio,

nube, colibrí.

A veces me he clavado en la cruz de la desesperanza.

Nunca es inofensiva la idiotez desfachatada.

Escupitajos y veneno arroja la soberbia.

Aún escribo empecinado las palabras arcoíris,

verdad, luciérnaga.

Damián Jerónimo Andreñuk nació en City Bell en 1986 y reside en Villa Elisa, ambas localidades ubicadas en el partido de La Plata, Buenos Aires, Argentina. Publicó siete libros: Omisiones (2010), Portales al vacío (2011), Formas concretas (2013), Silencio de crisálidas (2015), Metástasis (2015), Vértigo insondable (2017) y Música del polen (2021).

Texto © Damián Jerónimo Andreñuk
Fotografía HAMZA-CHERIF Elias


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