Literatura Poesía

Algo tendrá que ver el cine, un libro brillante y redondo

Algo tendrá que ver el cine

por MARIAM MEDINA SÁNCHEZ
(Filóloga y profesora)

Sublime. Universal. Necesaria. Brillante el poeta zamorano Ezequías Blanco en cada uno de sus poemas. Conmueve la verdad que hay en sus palabras, en la sabiduría de una vida consumida ya a través de miles de vivencias -a través del arte y de su propia vida-. Quien lo lea, se sentirá identificado al instante porque el autor sabe retratar como pocos un mundo en el que nada será lo mismo, en el que las lágrimas, el dolor o las vidas truncadas han sido -y son- el pan nuestro de cada día. Sin embargo, es muestra de una lucha por la vida y una lucidez estoica a pesar de que:

Tantas trampas te colocó la vida

alrededor del corazón

sobre tu espalda tierna

que anduviste por un valle de lágrimas

aferrado al lamento. Tanta niebla imperceptible

ha ido penetrando por sus ojos

y excluyendo el asombro con minucia

que proclamaste en sorda compañía

sólo el grave clamor de los silencios…

 
[Paraíso perdido]
 

Esos silencios dolorosos de lo que ya no va a volver. Y es que la obra de Ezequías Blanco nos brinda una serie de poemas marcados por la lucidez que solo da el dolor, el inmenso sufrimiento y las lágrimas derramadas por los que se han ido, por los que se irán y por el destino de uno mismo. El poder de la palabra es el único modo de hacer inmortal al homenajeado, por eso, a lo largo del poemario podemos encontrar dedicatorias para amigos o familiares desde el comienzo mismo, desde la dedicatoria a sus padres -para conservar la memoria y alejarlos del olvido- encontramos un mundo en el que el autor se niega a darse por vencido:

No me uniré a los muertos del espíritu…

 
[Letra para canción sin éxito]
 

El hombre aparece en constante lucha en cualquier situación que pueda darse para salir lo más airoso posible del atolladero y, es que, como bien indica el autor en el propio título: Algo tendrá que ver el cine, para que los últimos años hayan sido de película. De ahí que nos incite a vivir la vida en poemas como Carpe diem a pesar de las injusticias, de encontrarnos en un mundo en constante descomposición lleno ahora de Paraísos perdidos y en el que sería normal dejarnos llevar por el desaliento:

Aquí el dolor no tiene esquinas

ni voz. Duele el silencio

que en lágrima de piedad el sudor ha mudado.

¿Por qué desvías la mirada…?

 
[Ganarás el pan]
 

El poeta a través de una pregunta retórica con suspensión nos acerca al dolor, al silencio, a las lágrimas que nos traerá la vida de forma irremediable. De nuevo no hay voz y sí hay silencio -como en el cine mudo-; no hay una mirada frontal, pero sí lágrima -como en un primer plano cinematográfico en el que entrevemos el sufrimiento del personaje en cuestión-.

Lo cierto es que cualquiera que se acerque al poemario podrá sentirse reconocido, conmovido una y otra vez a través de más de cuarenta poemas profundos, estructural y temáticamente, en los que la tragedia acecha al hombre. Todas nuestras vidas se pararon sin que pudiéramos hacer nada como bien ejemplifica el autor a través de las imágenes del agua estancada o de los senderos en los que el peregrino pierde el rumbo y en los que no podemos obviar intertextualidades a Lorca, a Manrique, a Machado, a José Martí o a poetas contemporáneos al autor como Aníbal Núñez en el que su poemario A sangre y fuego forma parte de la inspiración poética del autor en unos versos dedicados a su editor –Antonio Benicio Huerga- y que adquieren un tono cercano a la épica y al gran conocimiento de la literatura del profesor, poeta y editor Ezequías Blanco.

Si la infancia de Antonio Machado fue “en un patio de Sevilla/ y un huerto claro donde madura el limonero”, la de nuestro poeta está ligada a Zamora e incluso a esta ciudad dedica un poema A Zamora, además de alusiones nostálgicas a su tierra en la segunda parte El cuenco de manteca como la lumbre o el propio cuenco.

Conmovedor el poema La sonrisa de mi madre, conmovedoras sus palabras tan sumamente acertadas y reconfortantes para todos aquellos que comenzaron duelos enclaustrados, para todos aquellos que perdieron a alguien cercano en algún momento de su vida porque las contraposiciones de las que hace uso el poeta no hacen sino señalar la rapidez con la que cambian las cosas y lo mudable que es esta vida terrenal:

Donde no hay más presencia

que la ausencia

de los senderos hacia el cielo.

No hay nada suficiente que los rayos

no iluminen. Uno es lo que ama

y lo que será capaz de amar:

una celebración de ruiseñores

nostalgia de lugares sin dolor

que no ha visto en la vida

confundidos con un desbordamiento

de sueños y una riada

de emociones revueltas.”

 
[La sonrisa de mi madre]
 

Esa nostalgia del yo poético, esa confusión entre ficción y realidad, entre el sueño y la vigilia, nos llevan a pensar en que las cinco partes -desde su origen hasta la más absoluta actualidad con todos sus males, lacras sociales e injusticias- junto al epílogo son la viva imagen de lo que ha sido el mundo estos dos últimos años, años pandémicos, que nos acercan a una imagen del mundo como lugar de tránsito -a través de la imagen del camino, de la peregrinación, de la cercanía de la muerte-, que nos acercan una y otra vez a imágenes catacréticas brillantemente organizadas, tópicos medievales y a fuentes de la literatura occidental -Biblia y mitos grecolatinos- que responden a un bagaje cultural inmenso en los que los poemas son un trasunto de los temas universales que han movido al hombre a través de los siglos.

Esa urgencia, ese malestar, esa incertidumbre se pueden entrever ya en la contraportada con el poema En plena pandemia el cual narra a través de términos antónimos (justicia-mentiras, amor- odio, nacimiento-desembocadura) lo que es la vida, lo que la vida ha cambiado con claros ecos de la copla tercera manriqueña “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar/ que es el morir” y de la idea de que la muerte está más presente que nunca. Recordemos que la Edad Media también estará marcada por la incertidumbre y la cercanía de la muerte por distintas pandemias en las que nadie estaba a salvo, puesto que en este valle de lágrimas -imagen que el autor rescata en Paraíso perdido– todos estamos expuestos al final en cualquier momento, lo que nos lleva a ver pasar nuestra vida una y otra vez ante nuestros ojos. El autor nos incita a reflexionar acerca del sentido de esta, de lo que queremos y lo que no, de cuál es nuestro camino o quiénes son nuestros aliados. De ahí, que este libro esté estructurado de forma magistral cronológicamente a través de poemas con título en los que las cinco partes tienen desigual extensión, al igual que cada una de las vidas truncadas por la pandemia en las que el autor dedica poemas a amigos, en los que utiliza un lenguaje sentencioso que solo da la cercanía de la muerte, la lucidez de que el fin está cerca y debemos dejar todos nuestros asuntos resueltos.

Antonio Benicio Huerga y Ezequías Blanco

Antonio Benicio Huerga y Ezequías Blanco

Poemas redondos. Brillantes. En los que nada sobra, en los que nada falta. Poemas en los que encontramos reminiscencias de las miles de horas de lectura y escritura de un autor que reinterpreta los tópicos para mostrar la realidad más actual, en la que más de una vez hemos pensado que “algo tendrá que ver el cine” para que vivamos en una constante corriente que nos lleva de un drama a otro, de una desgracia a otra, y en el que hoy puede que no haya mañana, porque nadie esperaba que la vida se pudiera truncar de aquel modo en que lo hizo y dejáramos de ser lo que queríamos ser, para simplemente intentar sobrevivir en un mundo en constante cambio. Todos estos cambios los podemos ver en la obra, que nos envuelve una y otra vez en un laberinto con falsas salidas, en ríos en los que el nacimiento y la desembocadura se confunden por los constantes cambios, por la inmediatez y la rapidez de los acontecimientos -reflejados a través de la ausencia de comas y la presencia de puntos suspensivos- en la que los lectores sienten las angustias del autor como propias y en la que la estructura nos recuerda el épico viaje de un nuevo Moisés y su consiguiente pueblo, un pentateuco moderno del siglo XXI perfectamente elegido, perfectamente organizado en la colección “Libretos” (Editorial Los libros del Mississippi) en el que no solo la vida hace mella en la sociedad sino también cada una de las artes y es que Algo tendrá que ver el cine, pero también Ezequías Blanco al crear una obra necesaria, universal, sublime.

 

TÍTULO: Algo tendrá que ver el cine.
AUTOR: Ezequías Blanco.
EDITORIAL: Los libros del Mississippi.
COLECCIÓN: Libretos
AÑO: 2022


Texto © Miriam Medina Sánchez


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