Literatura Poesía

Memorias del corazón
Una reseña de La casa iluminada, de Carmen Nuevo Fernández (Verso Fuster)

La casa iluminada

No sé si Carmen Nuevo Fernández (Verso Fuster en la constelación lírica) en alguna de sus visitas a su querido Madrid (siempre luz meridional para quien viene de tierras astures y cantábricas) habrá ido paseando por la calle de la Princesa, en el corazón del barrio de Argüelles, para doblar por la esquina de la calle de Altamirano y acercarse por la acera derecha, la de los pares, hasta el número 34 y allí encontrarse con una modesta inscripción municipal que reza “Aquí vivió y compuso La casa encendida el insigne poeta Luis Rosales”. Porque unos versos de este libro imprescindible de la poesía española contemporánea sirven de apertura y delicada indicación al lector (“Como si hubiera empezado el deshielo y ya estuviese circulando la misma sangre en nuestros corazones”) en el nuevo libro de la autora, La casa iluminada (Ed. Los Libros del Mississippi). Y mucho de memoria encendida hay en estas páginas que reúnen poemas, como explica la escritora en una suerte de prefacio, que suceden

“solo en la pureza. Y se vuelven ojos, que se vuelven espejos, que pudieran trocarse en cicatrices o perlas. Y no hay enigmas, no hay interrogantes. No hay presidios. Algunos poemas suceden de forma inesperada. Como los geranios madre que algún extraño invierno, lentamente, mece la brisa”.

Y pronto, muy pronto, desde el primer verso, Carmen Nuevo tira, con dolorida ternura, del hilo del recuerdo fraternal:

Hermano, a veces, bajo algún pretexto, cuando la lluvia se vuelve

demasiado áspera, voy al sótano a contemplar las bicicletas oxidadas bajo

las sábanas,

 

un hermano que

a pesar de la deconstrucción de los días, siempre, tú

serás invicto mi niño de aire.

 

Verso Fuster nació el año en que Pere Gimferrer publicó Arde el mar y el sucinto hilo de los versos del poeta catalán se deja ver en versos como

Rugía el mar bajo nuestros pies pequeños, bajo los vaivenes de espumas frías.

Nos bautizaron junto a las olas de un mar enajenado.

Nuestros primeros juegos fueron emboscadas atrapadas por las espumas,

que incendiaban nuestros ojos abiertos por el asombro.

 

Carmen Nuevo viaja después al reencuentro de su madre, vestida a menudo con ropajes surrealistas, en un País de las Maravillas donde nuestra autora abre su corazón y su palabra a su progenitora con poemas como Madre, este poema es libre

Y río como un sueño de acordeones en París.

Tu tenacidad y tibieza es una playa muy blanca,

 

Nuestros corazones no son de cartón

Y giramos sin lágrimas y sin ojos y giramos como una silla de ruedas,

que en silencio buscase la nieve sobre las aceras,

 

y la emoción de la recordada caricia maternal se desborda, como en Tartas nupciales:

… en poemas ovales cuando me asustaba la temperatura de la fiebre

y tu mano era escarcha en mi frente,

 

un cara a cara materno-filial donde decirse verdades que restañan heridas:

Pero me acerco a ti y te digo que es verdad que las perlas,

a pesar de ser sumisas son hermosas.

Y te acercas a mí y me dices que es verdad que resplandecen

los vestidos elegantes de las damas sobre miles de crines y de tristezas,

 

porque al fin y a la postre, madre e hija se reconocen en que

es primavera. Solo somos, soñamos con la primavera

damas sin nombre.

 

Y este paseo de madre e hija por el País de las Maravillas concluye con el apasionado y apasionante Wonderland, con las dos ya sinceradas cogidas de la mano

Nada podrá impedir que viva para siempre abrazada a tu alma

transparente, a pesar de todos los frutos oscuros,

 

un reencuentro al otro lado del espejo, donde

ya sólo somos

ajena melancolía y etéreas existiremos para siempre en Wonderland.

 

También el padre regresa a este hogar donde habitan Carmen Nuevo y sus recuerdos, aunque sea brevemente, un padre que parece siempre ausente, un padre llegado de Alemania que se antoja un dios remoto, un dios desconocido, pero que viene con un regalo y la felicidad asomando en los bolsillos:

Y ya dentro, sentado frente a mí

sacabas de tu chaqueta

un pequeño juguete articulado de goma

y yo a pesar de mi silencio

era feliz.

 

Casi siempre, la memoria es el mejor de los mapas para encontrar los tesoros de nuestra vida aunque a veces puedan devenir amargos o cuando menos agridulces. Con este arquitrabe de memoria, imágenes y palabras siempre cercanas, de las que recorren sin prisa las calles de nuestro corazón, Verso Fuster ha levantado un edificio que como un faro ilumina la noche de los marineros, una casa que brilla en medio y mitad de la tormenta, que apacigua el alma, que nos vivifica, que nos sana, una casa con las puertas abiertas para todos.

Manuel de la Fuente Vidal

 

La casa iluminada

La casa iluminada.
Carmen Nuevo Fernández (Verso Fuster)
Ed. Los Libros del Mississippi. 2021


Texto © Manuel de la Fuente Vidal


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