Ensayo Literatura

Razón de una voz interior

María Zambrano

“¿De dónde venía la voz de María Zambrano –se pregunta Octavio Paz en un certero artículo publicado poco después de la muerte de aquélla 1Ver: “Una voz que venía de lejos”, en: Al paso, Barcelona, Seix Barral, 1992– De un lugar muy antiguo, un lugar que no estaba afuera sino adentro de ella misma”.

Una voz que viene de lejos, ¿acaso una “voz interior”, como la definió la propia María Zambrano en su libro Claros del bosque? Palabra que “no nace con el destino de ser dicha y se queda así, lejos, remota, como si nunca fuese a volver”. Esto es: voz íntima cuyo sino, más que la comunicabilidad, pareciera ser el propio disfrute de pronunciarla; palabra autónoma cuya finalidad es existir, por encima, incluso, de la comunicación de la idea, por encima de cualquier otra eventualidad que no sea la de ser. No importa qué tanto podamos vislumbrar a través de esa palabra interior; o, mejor dicho: mucho más que lo que podamos llegar a entender de ella, importa dejarnos deslumbrar o desconcertar por ella.

Esa voz interior se convierte en el alma de la escritura de María Zambrano, un sustento de todas sus imágenes y todas sus razones. Es voz que se comunica con el principio de la voz humana en un tiempo anterior a los códigos y a las rotulaciones, anterior a las verdades demostrables; un tiempo en el que la palabra tenía, quizá, el poder de decir lo esencial. Tal vez gracias a ella, por ella, María Zambrano es capaz de edificar en sus diferentes libros una racionalidad que nos acerca a épocas cuando la filosofía y la poesía se parecían porque la razón y la imagen, el concepto y la metáfora se hallaban aún estrechamente entrelazados.

El primer libro de María Zambrano lleva por título Filosofía y poesía. Publicado en 1939, de él se ha dicho que fue el libro que su autora nunca dejó de escribir. Filosofía y poesía: la palabra de la razón y la del sentimiento; la voz que nombra los argumentos y la voz que dibuja las pasiones. La poesía –dice María Zambrano- es hallazgo por la gracia; la filosofía, hallazgo a través de un método. La filosofía es orientación; la poesía, delirio. La palabra del poeta nombra lo esencial, lo elusivo; la del filósofo, lo objetivo, lo esperanzador. María Zambrano concluye que tanto la poesía como la filosofía son formas, a la vez, opuestas y complementarias de la palabra humana. Ambas compañeras. Las dos absolutamente necesarias, “No se encuentra –dice- el hombre entero en la filosofía; no se encuentra la totalidad de lo humano en la poesía”.

María Zambrano se propuso articular, con su propia obra, una palabra posible que reuniese, juntas, la pureza estética y la racionalidad argumentativa; una palabra que destacase la reflexión junto a la armonía y donde la pasión por las ideas se acompañase por la pasión hacia la forma que contenía esas ideas. Si el filósofo –pensaba María Zambrano- debe introducir algunas gotas de poesía en su palabra para hacerla viva, expresiva; el poeta, igualmente, necesita introducir reflexión en su palabra poética, aportar ideas con sus imágenes. El poeta debe saber razonar a partir de su sensibilidad y de su imaginación. También a la poesía le es necesaria la inteligencia y la lucidez.

¿La tesis esencial de Filosofía y poesía? En el tiempo de la humanidad terminó por prevalecer la razón científica por sobre la razón poética. Los hombres ganaron, así, en asertividad y “realidad” lo que perdieron en complejidad e “irrealidad”, y eso significó, quizá, un empobrecimiento, una limitación de nuestra voz humana.


Texto © Rafael Fauquié
Fotografía © Wikipedia


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