Narrativa Relato

España camisa blanca

Gato

“España, camisa blanca de mi esperanza, reseca historia que nos abrasa, con acercarse sólo a mirarla…”

Piti Miní estaba cantando esta canción de Ana Belén, basada en poemas de Blas de Otero cuando, de repente, Caritín, su gato requeté-hinchado por la comida preparada, profirió un bufido al descubrir un enorme ratón debajo del fregadero. Inmediatamente, el felino alzó la zarpa para atraparlo, pero el roedor fue más rápido y, fuera de sí, saltó hacia la cara del hombre para hacerle un arañazo en la punta de la nariz.

–¡Te voy a degollar, maldito gato! Me tienes muy jarto, jartííííssssimo! ¡Siempre molestando!

–¡Pero si yo no he sido..!

Caritín lanzó esta queja con lágrimas en los ojos porque siempre sufría las consecuencias de los días grises y melancólicos de su amo.

Piti Miní era un conocido transformista de la ciudad que había tenido su momento de gloria cuando le había contratado Pacho Pacheco, el director de cine de moda de aquel momento, para hacer un papel secundario. Pero, ahora, sufría los efectos de la crisis y tan sólo actuaba en los bares gays nocturnos de segunda. Además, sus sesenta años no le favorecían a la hora de buscar trabajo, y su aspecto tampoco, porque años de fiestas llenas de alcohol y drogas le habían hecho clara mella. Podía haber ahorrado para un buen lifting en los albores de la vejez y, de este modo, poder seguir trabajando sin tantos problemas. Pero su mala cabeza le había llevado a una situación de semi-indigencia, lo que le había obligado a vivir de alquilado en un cuchitril de treinta metros.

Gracias a Caritín el hombre había salvado su vida: el gato le había librado de dos suicidios porque en ambas ocasiones se le había lanzado a la espalda para que no se quitara la vida. Y es que el animal tenía mucha más cabeza que el amo…

Sonó el teléfono.

–¿Digui?

Piti Miní siempre contestaba en catalán: una reminiscencia de su vida en el Paralelo barcelonés, cuando había sido el más reconocido artista telonero de las vedettes del Molino. Una vez, después de una actuación gloriosa, tuvo el honor de recibir en su camerino a los dueños de los principales teatros de la ciudad, y también a algunas de las “estrellas” de la revista más populares. Su autoestima se hinchó tanto, que les invitó a todos a una fiesta y quedó arruinado por unos cuantos meses.

–Sí, ahora mismo, sólo trabajo en el Berlín Cabaré, por lo que tendría tiempo. ¿Cuándo es la entrevista..?

El hombre dio un salto de alegría y le pisó la cola al gato. Este, harto de sus cambalaches, le arañó el trasero y el travestí, lleno de ira y ansiedad, le dio un fuerte azote.

–¡La próxima vez que me zurres, te saco los ojos, maricón!

El gato se agarró tal rebote que desapareció durante varios días y Pitiminí no pudo dormir de la preocupación y el disgusto. Dos nuevas arrugas aparecieron en su ya apergaminado rostro…

El travestí acudió a la entrevista de trabajo con sus mejores galas. Uno de los principales productores de la capital había visto varios de sus vídeos recientes y, tanto le habían gustado, que le proponía realizar una gira cabaretera por todo el país. Él interpretaría a un Blas de Otero moribundo cantando sin cesar la canción versionada que Ana Belén hiciera en su día famosa.

La entrevista discurrió con normalidad: Piti Miní habló con su mejor voz declamatoria e, incluso, cantó dos canciones tangueras. Por su parte, el productor estaba encantado porque sabía que, pese a su edad y horas bajas, el artista tenía un gran tirón, sobre todo, entre el público homosexual y de una determinada edad de provincias.

De modo que un sincero y caluroso apretón de manos cerró el acuerdo por ambas partes y al mes siguiente, Piti Miní, junto a su Caritín, se embarcaban en una nueva aventura profesional. Hacía años que no hacía gira y estaba tan excitado que, la noche anterior, invitó al gato a cinco latas de sardinas y le permitió dormir en su cama. Ambos, acurrucaditos, roncaron como nunca y también soñaron con sus respectivas mamás… Piti Miní se levantó con lágrimas en los ojos, debido a la emoción que había sentido soñando con su progenitora.

A la mañana siguiente, el travestí se preparó apresuradamente, tan aprisa que, cogiendo la maleta y su inseparable fular rosa, se olvidó del transportín con Caritín dentro.

–¿Eres bobo o qué? ¿No te das cuenta de que me olvidas? ¡Te recuerdo que sin mí no eres nadie!

El gato gritó estas palabras tan alto, que Pitiminí las oyó desde lo bajo de la escalera y subió corriendo a por él.

El viaje en el viejo autobús hasta la costa se hizo eterno. Los tres, Piti Miní, el gato y el productor, no dejaron de charlar sobre el proyecto, que implicaba doce actuaciones por toda la costa española, desde Cataluña, hasta Málaga, durante el mes de agosto.

Pero la mala suerte hizo que, en una curva cercana a la Capital Condal, el autobús volcara y el accidente fuese mortal para la mayoría de los pasajeros, menos para Pitiminí y su reverenciado minino.

–¡Tú me das mal fario! Me parece que te voy a dejar y si te suicidas, allá tú…!

Caritín se escapó del autobús refunfuñando por el desastroso accidente y Piti Miní volvió solo y cabizbajo a su casa haciendo dedo, también escapando de la Guardia Civil porque lo que menos le apetecía en ese momento de profunda depresión era hacer una declaración.

Esa noche y las noches siguientes, el travestí no pudo conciliar el sueño, echando de menos la gira, pero, sobre todo, llorando por su querido gato, con quien, a lo largo de doce años, había compartido tantos avatares.

Los días pasaban, Piti Miní adelgazaba de tristeza y Caritín seguía sin dar señales de vida.

Una tarde, estando el hombre frente a un programa de cotilleo televisivo, oyó un golpecito en la puerta, pero hizo caso omiso: la pereza le invadía el cuerpo y la mente. El ruidito se convirtió en varios golpes secos y sonoros, pero el travesti siguió sin prestar atención. De repente, una voz gutural entró por la ventana que hizo que a Piti Miní se le pusieran los pelos de punta:

“España, camisa blanca de mi esperanza…” ¡Soy yo, cabestro! Me das tanta pena, que he decidido volver a salvarte la vida. Ya puedes empezar a comer y a mí, a darme todas las sardinas que quiera. ¡Me muero de hambre!

Era Caritín, que había vuelto cantando porque, en su largo periplo posterior al accidente, no había encontrado hogar que le quisiera acoger… “Más vale travesti conocido…”, pensó, al tiempo que lanzó una media sonrisa hacia los whiskas.

 

Iñaki Ferreras. Realicé estudios de Música, Periodismo, Francés, Inglés y Euskera. Actualmente llevo la sección de artes escénicas de la revista online Fan Fan (www.fanfan.es) y soy profesor de inglés. Tengo 2 obras de teatro infantil estrenadas y cinco libros colectivos de relatos. Ahora he publicado un libro nuevo individual de relatos, Relateando, y publico relatos en la web de Esta noche te cuento y en la revista hispanoamericana El Narratorio.

Texto © Iñaki Ferreras
Fotografía © Manja Vitolic


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1 Comentario

  • Hola:

    Lo que mas me gusta de este gracioso relato son los dialogos del gato.A ver si el autos nos deleita para una segunda parte…Me he quedado con ganas de mas…