Hay que ser medio gilipollas para ir a una vidente. Yo fui con 19 años. Con esta edad si vas a este tipo de sitios es por dos razones, tu novia te ha abandonado cual colilla de un cigarro o simplemente estás reventado de la vida. Cumplía los dos requisitos, mi novia me había abandonado para irse con uno de mis amigos, y eso me había dejado reventado de la vida.
A decir verdad, no fui a la vidente para que me dijese cosas buenas de mi futuro, solo quería que me dijese cosas malas del futuro de mi nueva pareja favorita. Sé que eso de alegrarse del mal ajeno es de mala persona, pero tampoco es de ser muy buenas personas liarte con la novia de un amigo o acostarte con el amigo de tu novio. Eso está muy feo.
Necesitaba urgentemente que alguien capaz de ver el futuro me alegrara la existencia diciéndome algo agradable sobre ellos. Algo así como que ambos tendrían ladillas durante las dos próximas reencarnaciones.
Nunca he creído mucho en este tipo de historias, videntes, tarot, bolitas de cristal, posos de café y cosas de estas, sobre todo, porque no entiendo cómo alguien que es capaz de ver el futuro, no se soluciona su propia vida de una forma más elegante. Iba a poner productiva y elegante, pero productiva sí que es, y mucho.
Igual me equivoco, pero si yo tuviese la habilidad de ver el futuro, quiero pensar que podría hacerlo mejor que estando en una habitación húmeda y oscura detrás de una tienda de alimentación, recibiendo a gente reventada para echarle las cartitas o ponerme a ver sus mierdas de futuros en una bolita de cristal.
Lo de la habitación oscura y húmeda detrás de una tienda no lo he puesto por poner, ese fue el sitio de confianza al que yo fui.
Diez mil pesetas, eso me costó que una vidente famosa por estas tierras del sur de España y de cuyo nombre no quiero acordarme, pero me acuerdo, me dijese que en un futuro iba a conocer a una chica rubia con dinero, que tendría tres hijos con ella y que iba a trabajar en una empresa de puertas grandes.
No sé si esta señora pensaba que con ese tipo de futuro yo iba a dar saltos de alegría, pero las únicas empresas de puertas grandes que conozco están en polígonos industriales y se llaman almacenes. ¿Quién carajo va a una vidente para que le diga que su futuro está en un almacén? Solo le faltó decir: Te veo levantándote a las 5 de la mañana todos los días de tu puta vida, triste, sin ilusión por nada y vistiéndote con un mono azul muy gastado, unas botas de seguridad y cargando una fiambrera.
¡Hija de puta! Ya que se inventan las cosas, o eso es lo que yo creo, me podría haber dicho que me veía rodeado de dinero, viajando a sitios de ensueños y follándome a todas las tías buenas del mundo, pero no, ella me vio trabajando en un almacén oscuro y teniendo que llevar dinero a casa para mantener a mis tres churumbeles, hijos de una rubia con dinero, pero no el suficiente para que el padre de sus hijos no tuviese que trabajar en un almacén de mierda arrastrando unos zapatos con puntera de acero. ¿Se puede tener más maldad? Veremos si al final no pongo el nombre y los apellidos de esta vidente cabrona.
Evidentemente, no he conocido a lo largo de todo este tiempo a ninguna rubia con dinero, también es verdad, que si te dicen que vas a tener tres niños con ella y que lo siguiente es el almacén, no te acercas a una rubia ni a empujones. Digamos que, desde aquella visita me volví un poco más…de morenas.
–Hola, llevo rato mirándote porque me gustas, pero antes de nada quisiera preguntarte una cosa ¿ese color de pelo es natural o un tinte?
Texto © LINO
Ilustración © Silvia Fuente