Literatura Mundimagina Narrativa

MUNDIMAGINA VII

Mundimagina 7

Sin llegar a abrir los ojos para ver la luz de la mañana, Cero tuvo la primera fornimaginación de las muchas que iba a tener ese recién comenzado día, una en la cual se imaginaba en una dormimagina doble acoplado junto a una mundimaginaria de rostro indefinido, los dos desnudos. La chica se podía parecer en esencia a Estrella, pero en ningún caso podía ser ella por la regla que se había impuesto, y que cumplía a rajatabla, de no comprometer al futuro con el deseo. En cualquier caso, fuera quién fuera, acarició los pechos de la mujer imaginada y los chupó después, primero uno y luego el otro, deleitándose en la irrealidad fornimaginativa con el dulce sabor de la piel de la chica de sus sueños.

Se encontraba tan excitado como lo podría estar uno que fuera a fornicrear en sueños. Y aunque se le ocurrió ir a la succionadora para descargar allí la tensión de su hinchado órgano inferior, en vez de eso se escupió en la palma de la mano y empezó a acariciárselo él mismo, ¡sin la ayuda de una máquina! Fornimaginó intensamente, y al expulsar el líquido de la creación sintió un intenso placer de escaso recorrido.

Metió las sábanas y la vestimoda de noche en la vestilava. Seguido fue a la sala de gas y se introdujo en el gaseador. Estaba animado y silbaba por silbar, y en un impulso del que inmediatamente se arrepintió trató de verse los pies, aunque no lo logró al impedírselo su barriga. La grasa sobrante le redondeaba por todos los flancos.

Obviando el hecho de su gordura se tocó el pelo: lo llevaba largo para su gusto y se pasó la mano por la coronilla para darse cuenta al instante de que la primera percepción era una, pero equivocada: la caída de su pelo se acercaba ya a la barrera de lo peligroso. A decir verdad, se había percatado de ello hacía ya algún tiempo, aunque trataba de no imaginarlo. Programó entonces a la cortapelo para que le repusiera el pelo. La máquina, sin embargo, hizo lo contrario y se lo cortó al cero. Cero, al cero. Y porque ya no le quedaba otro remedio aceptó la novedad que era verse orondo y sin pelo. Su aspecto había cambiado. ¡Ni siquiera se parecía al Cero de antes!

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