Literatura Mundimagina Narrativa

MUNDIMAGINA IV

BIP, BIP, BIP, BIP, BIP…

El segundo aviso del localizador le causó una erupción cutánea. No siempre controlaban la medida de las descargas. ¡¡Malamáquina de mala imagimuerte!! La hubiera arrojado contra la pared, en otra malimaginación que tuvo que controlar. No era en ningún caso lo que le había inculcado el Imaginador 262-F en clase de maquinaria de octavo…

―¡¡Debéis respeto a las máquinas, que lo hacen todo por vosotros!!

El Imaginador imaginaccionaba vestido con un vesticuerpo azul recubierto de grasa, y llevaba la cara siempre sucia. Del labio le colgaba un nicoticio a medio aspirar.

―No olvidéis ―aleccionaba a los alumnos―, que las máquinas hacen todo lo que vosotros no sabéis hacer.

Y empleaba seguido un surtido catálogo de vocablos hostiles que apenas variaba de una imaginacción a otra:

―¡¡Mendrugos!!

―¡¡Descerebrados!!

―¡¡Inútiles!!!

―¡¡Pingajos!!

―¡¡Botarates!!

―¡¡Mentecatos!!

―¡¡Ineptos!!

―¡¡Vagos!!

Gesticulaba a la vez de un modo excesivo, y siempre tenía un poco de saliva, seca y blanca, en la comisura de los labios. Sus malos modales divertían a los premaginarios, aunque no a Cero, que se preguntaba por qué no le apaciguaban.

―¡¡Si necesito algo, pues que lo hagan las máquinas!! ―les echaba en cara con verdadero desprecio―. Para eso están, ¿verdad?… ¿Qué quiere el señorito? ¿Acaso que le laven, o que le peinen, o que le limpien la ropa, o que le succionen el creador?

Cero prestaba atención simplemente por la cuenta que le traía, pero se imaginaba un mundo donde él mismo se aseaba, se cortaba el pelo y se lavaba la ropa, olvidando el suyo, en el que se encargaban de todo las condenadas máquinas.

Danos tu opinión

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.