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Fue como si una luz se encendiese de golpe: la cara del hombre se llenó de llagas y los ojos le explotaron.
―¡¡¡El poder de la paz!!! ―rugió el Apaciguador, tal y como si hubiera sacado la frase del guion de una pelimagen y levantando airoso el poder de la paz.
Entre miradas atónitas y encogimientos de hombros se hizo el silencio a través del miedo, como si el mero hecho de respirar pudiera desencadenar un apaciguamiento. Y en la pantalla volvió a aparecer la cara fría y seca de la Imaginadora 218J, que se había soltado el pelo, pareciendo incluso más joven.
―Ya han visto lo que pasa cuando alguien no se porta bien ―sonrió, visiblemente animada y obviando en su actuar lo que acababan de presenciar―. Malaccionar lleva aparejado el apaciguamiento inmediato. Ahora, repitan todos conmigo, por favor, si son tan amables: Mundimaginorma cuarta: malaccionar, fuera de los días habilitados para ello,…
… lleva aparejado apaciguamiento inmediato…
Los alumnos repitieron la frase cincuenta veces, hasta que se la habían aprendido de memoria.
―Ahora ―continuó diciendo la Imaginadora 218J, bajándose las mangas de la vestitela tal y como si ella hubiera hecho el trabajo sucio―, agradecería despidieran a nuestro buen amigo el Apaciguador con un caluroso aplauso. ¡¡Grande es su labor!!
La clase aplaudió la orden con ganas.
Y con la misma parafernalia de luces y sonido, el Apaciguador se fue dejando una huella profunda en ocho mentes infantiles. Cero decidió en ese mismo momento que pondría más cuidado a partir de entonces al malimaginar, no fuera a convertirse en una malacción. Tras lo visto, mejor le valdría ser cauto y responsable al hacerlo, no fuera a ser apaciguado por una fruslería. En cualquier caso, se justificaba, los suyos no eran incontrolados o externos, y mucho menos violentos, ni le llevarían a cometer alguna conducta inapropiada contra alguno de los mundimaginarios.
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