Poesía

Desdenes del vacío, Remei Manzanero

Ruidos de cuchillo

Más abajo de la colina,

se mece el vientre en ruidos de cuchillo.

Hoy te reclamo el relamido,

la disciplina del desenfreno,

que reviertas mis escarchas

rompas la consistencia,

desgastar el borde del precipicio

por el que vas a lanzarme.

Y en el último segundo exclamaré:

―Tú te lanzas conmigo.

Deseante y deseado

Deseante y deseada,

todo a uno,

camino por el sabor de la nieve

que nos cubre las arterias.

Deseante, todo a uno,

el momentum,

la fuerza carnívora de mi entraña

se derrama en tus labios

y se rehace en cada viejo acople.

Deseante y deseada,

la reciprocidad de la realidad del deseo

se erige visceral sobre las pirámides eternas

y en su interior yace únicamente el dulce desconsuelo de estar solos.

Deseada,

esa herida letal que se mantiene viva,

lúcida algunas noches de alcohol y panoplias como esta,

se resbala en tus piernas de agua.

Te la tragas

y en esta cortina translúcida que atravesamos por las noches

a manotazos duros

para seguir caminando por el fango de la nieve el lunes,

desolados y deseantes,

el deseo toma el color más invisible de todos.

Creo

Y hundirse en una inmensa cama azul.

En el deseo creo

la hiedra que me suplanta

al entreabrir los labios

si muerdes aquí,

aquí

y aquí.

Creo en ser tuya

por un rato

si me tomas de la espalda,

me aprietas suave el cuello

y haces exactamente lo que te diga.

Creo en el deseo,

pero tú eres,

hombre muchacho,

una de esas palabras

que suenan muy bien

pero no dicen nada,

la sílaba que conduce el capricho

a lo celeste

e invoca al dios que de tan omnipotente

no existe siquiera.

En una ira tenue y azul creo

cenefas de hastío,

de hambre,

la pereza de ser tu café de las 4

y el allí

allí

allí

de la medianoche donde todo se resume

en dormirse pronto,

llena de hollín,

cenicienta,

en pensarle a un dios que de tantas cualidades

se queda con ninguna.

A nosotros también se nos negó la existencia.

Mi casa posbarroca

Mi casa es el recuerdo del pecho de mi amante:

una casa posbarroca

que juega con el espacio difuso

entre el exterior y el interior.

Mi casa es un patio Mies van der Rohe:

nunca sabes cuando estás dentro

ni cuando estás fuera.

Y, sin embargo, la húmeda hierba negra

que se extiende a lo largo del llano extenso

conduce siempre al deseo caliginoso de la pertenencia,

como si al voltear la cabeza noventa grados

y al apoyarla en las raíces de aquel césped

en un único gesto

pudieras sentir lo más hondo de la tierra.

Y puedes.

También de la tierra parece brotar un corazón de armazón de cielo

y empaparse el cráneo de escalofríos.

Remei ManzaneroRemei González Manzanero nació en Barcelona en 1990. Graduada en Filología Hispánica con Premio Extraordinario de Fin de Carrera, cursó el máster de Ciencia Cognitiva y Lenguaje y el de Formación del Profesorado en la Universidad de Barcelona, donde cursa actualmente un doctorado de Didáctica de la Lengua. Ha trabajado como profesora de instituto de lengua castellana y literatura y recientemente como profesora de español en la Universidad del Witwatersrand de Johannesburgo. Como poeta, ha autoeditado el fotopoemario Puzzle berliniano y los cuadernos de poesía La confesión de la carne: desdenes del vacío y El mundo de las almohadas. Ha participado en la organización de varios recitales y en proyectos poéticos, de los que destaca Cuentos a domicilio. Parte de su trabajo ha sido publicado en revistas como Fábula u Oculta Lit e incluido en diversas antologías. Sus poemarios han sido finalistas en varios certámenes literarios.


Poemas © Remei Manzanero
Fotografía © Dani Alvarez Fotografía