Literatura Narrativa

El Astrólogo, por Hugo Santander

El desinterés de nuestras escuelas hacia las lenguas extranjeras me ha permitido adquirir a un precio módico un número considerable de libros originalmente publicados en Francia, Italia y Alemania en las librerías antiguas de Inglaterra. Dicha afición, como cualquier otra, no está exenta de responsabilidades. A principios del año 2000 encontré una hoja manuscrita en alemán en las páginas raídas de los Gesammelte Essays de Karl Scheffler (Im Insel: Leipzig, 1912). Su sentido me fue vedado por varios años, hasta cuando, durante un viaje ocasional a San Petersburgo, conocí a una doctora rusa decrepita y desdentada —a tal condición redujo la guerra fría a sus profesionales—, quien sobrevivía vendiendo baratijas sobre la plaza Pushkin. Al enterarse de mi interés en la historia, la anciana me ofreció una colección de documentos en varios idiomas que, según ella, habían hecho parte de los archivos de la KGB. Cuál no sería mi sorpresa al reconocer, entre ellos, la misma caligrafía del manuscrito descubierto en York.

A continuación publico mi traducción de ambos documentos:

Manuscrito descubierto en el año 2000

Desde mi vinculación al Partido cultivo la astrología; como tantos compatriotas he denostado de la religión hebrea de mis antepasados más recientes para suplantarla por los ritos autóctonos de mis bisabuelos indoeuropeos. Nuestra conversión ha sido dolorosamente eficaz; desde el triunfo de nuestro Dirigente hemos encomendado nuestros temores y aspiraciones en un ser de carne y hueso, asaz más concreto que esa entidad imprecisa a quien el vulgo denomina Dios. Al igual que los émulos de Paracelso y los discípulos de Buda concibo el universo como un organismo instintivo, afín a las bestias y los árboles. El motor de la naturaleza, tal y como Schopenhauer lo entrevió, no es racional, sino instintivo. Sólo el hombre superior —esto es, el hombre dueño de una razón y una voluntad férrea—, podrá manipular la naturaleza y su destino. La voluntad, como nuestro Dirigente bien lo ha demostrado, no excluye ni el asesinato ni la mentira. Cualquier credo que profese la compasión o el afecto reduce al hombre a ese estado pasivo que nuestro filósofo oficial denomina esclavitud.

Mi arte, como es bien sabido, se basa en el estudio de los movimientos planetarios. Soy capaz de aderezar una fortuna, un idilio amoroso o un imperio global de acuerdo a los vaivenes de una carta astral. He anunciado, con base en nuestros estudios, que los movimientos audaces de nuestro Dirigente harán de nuestra nación una de las más prósperas del globo. He suprimido, por otra parte, el veredicto de que en cuatro años cada uno de los ayudantes de nuestro Dirigente confrontará una serie de atentados terroristas; las coordenadas de nuestra capital se situarán entonces en el punto más antagónico de Marte, Urano, Plutón y Saturno, heraldos de la destrucción. Mis conocimientos astrológicos y numerológicos me conminan, según mi fecha de nacimiento, a renunciar a mi familia, mi poder y mi fortuna cinco días antes de los próximos idus de mayo. Mi sacrificio me asegurará una vida longeva. Bajo el influjo del planeta de la guerra aterrizaré incólume en una explayada predeterminada por la luna en cáncer; un ligero estremecimiento me posee al comprobar que dicha explayada hace parte del territorio enemigo; mi audacia, no obstante, será premiada con una vida tranquila como comandante célebre del ejercito más poderoso de la tierra.

Me temo que mis compatriotas me imprecarán en cuanto sepan de mis movimientos. Yo mismo he dejado una nota a mi Dirigente, en la que le sugiero que me tilde de demente; mis subalternos oportunamente atestiguarán de que el hombre que los gobernó por varios años ya había desde hace un tiempo enloquecido. Fríamente compruebo que pocos entre ellos sobrevivirán a las nefastas influencias de Marte y Bellona; quienes lo hagan encomiarán a la postre mi sabiduría.

Cuando recobre mis privilegios daré cuenta a mis amigos y enemigos de los motivos de mi escape: pacientemente les demostraré que sólo los hombres superiores son capaces de manejar las circunstancias del destino, burlando a la muerte, actuando contra las convenciones de las constituciones y los dioses. Mis revelaciones serán necesariamente esotéricas. Las ciencias ocultas jamás han sido ocultas a causa de su pretendida vaguedad, sino a causa de su potencial privilegiado.

Sólo un círculo de elegidos, la élite del mundo, tendrá acceso a mis escritos. «Mi chofer me espera; es tiempo de despedirme, ocultando mi agitación ante mis hijos y mi esposa.

Manuscrito descubierto en San Petersburgo

Me estremezco al comprobar que cada una de mis predicciones ha sido consumada; indemne descendí sobre los prados de Escocia el 10 de mayo de 1941. Denostado por Adolf Hitler, juzgado y humillado por mis enemigos, he vivido tranquilo, demasiado tranquilo por cuarenta y dos años en esta fortaleza de Berlín, tejiendo el destino de cientos de soldados ingleses, rusos, franceses y estadounidenses. Mi país se ha convertido así mismo en la tercera nación más poderosa del orbe; su influencia sobre la Unión Europea, y a través de ella sobre el mundo me enaltece.

Y sin embargo he padecido una existencia inmerecida. Incautamente predije mi destino a través de la astrología, sin percatarme de que quienes desafían a las fuerzas creadoras del universo padecen las consecuencias más nefastas. Como miembro influyente del partido nazi condené a millones de mestizos; a mis noventa y tres años me percato de que sin saberlo entregué a cada cual una inmortalidad feliz; inútilmente la ansío desde 1941.

Mi lucha contra el suicidio ha sido constante; en tanto que mis copartidarios acabaron con sus vidas al saberse derrotados, yo he optado por una vida prolongada, tal vez en la esperanza de que mis desdichas purguen mis ofensas,

For in that sleep of death what dreams may come

Mis errores me han persuadido de que como seres mortales jamás desentrañaremos las leyes del azar y la existencia. Cierta voluntad suprasensible parece orquestar los movimientos de la historia, cierta voluntad pasiva semejante a la del Mesías judío del cual antaño renegase.

Anochece; desde las entrañas de esta mole inhumana, yo, Rudolph Hess recuerdo secretamente mis desmanes.

Domine Deus, Rex caelestis, qui tollis peccata mundi, miserere me.

Spandau, 16 de mayo de 1987

 


Texto © Hugo Santander
Fotografía: Rudolph Hess en Spandau


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