Me cuesta hablar de Luismi en pasado, sencillamente me resulta imposible, ni se ha ido ni se irá, aún cuando su presencia sea tan irreal como su ausencia. La vida todavía hoy nos cabalga a cielo abierto y hay canciones esperando atrincheradas en las veredas de eso que llaman ‘nueva normalidad’. Así nos conocimos una noche de abril del 2000, hace ya veinte largos años, cuando llegó por vez primera a Punta Umbría, Huelva, para presentar la revista ‘Babab’ en EDITA, durante la 7ª edición del Encuentro Internacional de Editores Independientes y Ediciones Alternativas. Rápidamente congeniamos, nos unen demasiadas pasiones, nos une el cariño, los bares, las risas, la música, la cocina, los animales, el cine, Ory, la edición, el amor por la poesía y hasta el horóscopo, una combinación perfecta que se extiende en el infinito rastro de amistades comunes que también compartíamos sin saberlo y que forman ese conglomerado emocional ya indisoluble; “si eres amigo de Luismi eres mi amigo”.
Luego llegaron más libros y más viajes y una admiración que seguía creciendo en cada encuentro. Su ‘María Pandora’ se convirtió con el paso de los años en nuestra segunda casa en Madrid y dejamos de organizar actos en cualquier otro lugar capitalino para declarar nuestra fidelidad absoluta al amigo que siempre llena de amor y calor cada acto, cada presentación. Hubo noches inolvidables y otras inflamables, todo puede suceder en el Pandora con Luis Miguel Madrid. Por allí paseamos libros, revistas, antologías, ternura y todo el México que nos cupo en la mochila, incluso nuestras afinidades colombianas. Allí acudieron y se congregaron todos quienes fuimos tocados por su magia, y digo bien magia, esa capacidad natural para atraer y reunir a su alrededor el universo variopinto pero inconfundible, de auténticos personajes que finalmente comulgaban en su entrañable afecto. Es difícil encontrar una persona como Luismi, de la que todo el mundo habla bien sin excepción, y él lo era, en veinte años sólo escuché hablar bien, muy bien del poeta, del editor y en general de la persona que fue y sigue siendo donde quiera que esté.
Sin tener una relación frecuente si fue permanente, a menudo había una excusa para aterrizar en Madrid o para vernos en todos los saraos que con felicidad y entusiasmo compartimos en una geografía común y prolija, por el libro y la poesía: Punta Umbría, Tavira, Lisboa, Valencia, Tenerife, Bogotá … supongo que algún que otro lugar se queda en el tintero. Y en cada encuentro había una narración prolongada del tiempo que debíamos contarnos, de las anécdotas que gustábamos recordar y de los proyectos que iríamos sumando en esa escalada de entusiasmo que tanto le caracteriza.
Cuando conocí mejor a Eva, su pareja, fue como la cuadratura del círculo, el equilibrio necesario, la cohabitación del sueño, entiendes mucho mejor el rico universo en el que Luismi nos hace navegar, resulta ya difícil o imposible imaginar o pensar en Luismi sin ver a Eva, y viceversa, y así se nos hizo plural referirse a él.
Luismi es una especie de argamasa, de líquido amniótico, alma de grupo y animador nato, a su alrededor todos nos sentimos parte de algo común, de algo que va, como la nave, sin dirección pero va, y eso es lo que tanto celebramos, con su voz y acento sobresaliendo del coro, esa voz única e irrepetible, su voz tan característica que todos podríamos reconocerla a ciegas entre millones de voces. Basta cerrar los ojos para escucharle, y ahora me gusta más hacerlo, y tardo en abrirlos, para que no sea nunca la espuela, siempre la penúltima, abrazarnos, bucear un momento en su mirada y volver a vernos algún día, con os ojos cerrados.
Texto © Uberto Stabile, 2020
Fotografía © Eva Contreras
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