Homenaje a Luis Miguel Madrid

MI AMIGO LUISMI

Luis Miguel Madrid

Nos acaba de dejar Luismi. Alguien con quien tanto quería. Nunca pensé tener que escribir esto de él, sin él. Y es que una vez más la vida me sorprende mal parado. Y me piden que escriba sobre su obra,  pero me resisto a  hacer literatura con el recuerdo de este enorme y generoso amigo. Nada más lejos de mi ánimo que hablar ahora del poeta Luis Miguel Madrid. Esto se lo dejo a quienes saben más que yo. Sin embargo, mientras cierro los ojos y me  dejo llevar por los más de cuarenta años de luminosa amistad, no puedo dejar de pensar también en su poesía,  que ya viaja, igual que lo vivido, calladamente, por las callejuelas de nuestras memorias  y pienso para mí que nada podrá deshacer la savia de su estética de luces y sombras y su siempre inquietante e inclasificable  juego de máscaras. Porque su obra poética nunca perdió su anclaje en lo teatral, siendo lo lúdico y lo trágico el gran  telón de fondo para su elaborado divertimento lírico.

Sin embargo, con Luismi compartíamos mucho más que el compañerismo y la afinidad de  una complicidad literaria.  Nuestra amistad se tejía de libros y  copas, y también de sueños y tristezas, por eso me atrevo a expresar el dolor que siento por esta ausencia suya, pues lo que se detuvo no es una vida ni un gigantesco afecto mutuo, sino un destino común. Para nosotros no había futuro, sólo camino y a ese reino no se entraba por la puerta chica. Había que  vivirlo a lo grande, como quien se juega el todo por el todo con sólo un par de ases.  

Tuve la suerte de conocer a Luismi nada más llegar a España en el año 78. Y desde el primer día,  desde que ingresamos a estudiar Filología, nos volvimos inseparables, cuando Madrid era una fiesta. Años más tarde llegó incluso a Chile donde hicimos un viaje que se prolongó por un par de  meses y donde recorrimos  miles  y miles de kilómetros devorando indescriptibles paisajes andinos con  sus lagos y volcanes, los palafitos chilotes y los solitarios fiordos que deshacen en diminutos puntos  el extremo sur del continente americano. Sólo recuerdo que nuestras muy regadas conversaciones se mezclaban en una danza infinita de historias y de risas que hacían desaparecer todos los contornos, todas las referencias: Madrid o la Patagonia eran sólo dos palabras en ese horizonte de auténtica y genuina hermandad. Habíamos acordado repetir ese viaje, pero éste no llegó nunca. Y es que Luismi ante todo fue un gozador de tiempo completo de todo eso que enigmática e inútilmente llamamos vida. Se desplegaba en ella  hasta sus límites y muchas veces sin mediar consecuencias. Su pasión por vivir lo hacía experimentar el mundo desprovisto de imposturas y coartadas. Podría apostar que  los que le conocieron compartirán conmigo  que todo en él rezumaba vida. Por eso se me hace tan difícil imaginarlo hoy fuera de ella, sin ella. Por eso no tengo palabras para hacerle justicia a su memoria ni para  terminar una despedida definitiva a este querido e insustituible amigo.


Texto © César Cuadra
Fotografía © Archivo de Luis Miguel Madrid
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