Para Eva, sintiéndolo mucho
Si supiéramos siempre, amiga doliente,
Que la vida es igual que la muerte,
Que espíritu y dolor son en todo momento
Las fuentes que nos hacen valientes,
Morir con él, tras él, pendientes
De su iluminación eterna
Habríamos aceptado mejor la noche
De las resurrecciones, de los perros
Que aquí no se calman.
Porque la luz es la alegría de este día también
Y tu memoria, tu inteligencia, tu voluntad,
El ser, son pruebas de amor.
Un regalo. Sufre, no te rompas,
Llora sobre nosotros, atentos
A una hora igual. Fue un don
Tener que pasar los atardeceres rojos
En la plaza de Gabriel Miró y prudente
La elegancia del galgo cansado.
Siempre gana la liebre. Se acabó
La carrera y la risa duele cuando es
Ausencia. Concluye nuestra vida hoy,
Aquella forma que tuvimos
De no pensar más que cantando.
Y ahora es el tiempo
De reconocer que vivir no es nada más
Que un regalo.
Vivir será un suspiro pero menos es morir en un instante. Abraza esto.
Pues no es eterno el morir. Es astucia.
Y también un juego que nos viene dado.
Miremos las dos formas de amar:
Vivir y morir, los días que nos queden, una por él y otra por ti,
Mis amigos muertos y muertos y muertos sin fin. Vivos, vivos, vivos
Ahora y siempre si fue dulce y animado.

Texto © César Cortijo, 2020
Fotografías © Archivo de Luis Miguel Madrid
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