Homenaje a Luis Miguel Madrid

GLOSA DE LUISMI

Javier Seco y Luis Miguel Madrid

Se había acabado el alcohol. Algo inconcebible en un encuentro de polipoesía. Y más en Portugal. 

La cohorte de bípedos y bípedas, habíamos desfondado la taberna del Centro Álvaro de Campos de Tavira hasta sus últimas consecuencias, en plena exaltación de la amistad, y con los egos a flor de piel después de las apariciones públicas de cada uno.

No obstante, un quinteto español impertérrito se resistía a retirarse, y a compás de bulerías, sonetos o églogas exigía, ¡¡porcaridá, muhé, queyanosvamos!!, la penúltima. 

Finalmente, una botella de brebaje, altamente alcohólico con certeza, pueden creerme, surgió llena de polvo de un armario escondido. Sin darnos tiempo a ver la etiqueta, que por otro lado era ilegible, la dueña del bar escanció, resoplando, sendas dosis del licor ambarino. El resto de la botella, con sus posos incluidos, se lo sirvió ella para brindar con nosotros. E agora vai embora meninos, vaia vai, boa noite,  y nos puso en la calle.

Aquella noche conocí a Luismi; su risa franca, su socarrón sentido del humor, sus palabras que, en forma de versos, te enfrentaban contigo mismo. Pertrechado por su gorraestandarte, nos envolvía en historias cargadas de humanidad al narrarlas con esa voz aliñada con muchas noches de Pandora y que dibujaron desde entonces una sonrisa permanente en mi boca durante nuestra conversación.

Allí también estaba Eva, maravillosa, a la que estuve llamando Carmen hasta el año siguiente en otro festival. Mujer de mirada ágil, observadora implacable, coeditora, compañera y cómplice hasta el final y otro ser humano excepcional.

El dulcísimo recuerdo de esa noche, que terminó cuajando un amor que todavía continúa, me acompaña muy a menudo. Desde entonces todo son buenos recuerdos.

Encuentros en Madrid, presentaciones y performances en su champañería de Las Vistillas, el María Pandora, con Isidra pululando durante el montaje de mi exposición de Poesía Visual, olfateando los marcos y batiendo su rabo para ver si resistían bien los cristales; encuentros con poetas, escritores, teatreros, editores emprendedores y artistas de todos los palos, sus libros, muy currados, los comedores de las cavas de la parte vieja, y los caracoles, afición gastronómica que no compartíamos, son momentos unidos a Luismi imposibles de olvidar.

“Plantar la memoria para que no crezca el olvido”, como dijo el poeta Vigo, no va a ser difícil para los que le conocimos. Su luz y su alegría nos acompañan, como también su nostalgia y su tristeza enmascarada.

Recordarlo en sus textos es mantener viva la presencia de un autor sincero, vasto, soberbio, entrañable. Su calidad como persona tuvimos la suerte de disfrutarla y de compartir un ratito de este tránsito dándonos vida.

No cabe, pues, la ingratitud del olvido pues, tomando sus palabras,

“… que abril ponga después los apretones,
o muera yo y desaparezca el mapa de mi tiempo
si no te cubro de caricias y de inviernos.”


Texto © Javier Seco + Luz y Cía
Fotografía © Eva Contreras
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