Homenaje a Luis Miguel Madrid

ESO ERAS: UN TIPO GENIAL

Luismi e Isabel en Punta Umbría

No podría hablar sobre Luis Miguel Madrid, Luismi, sin antes recordar cuándo y cómo lo conocí. Fue en 2010, cuando publiqué un poemario de Andreu Navarra en formato libro-objeto y queríamos presentarlo en Madrid. Le pregunté a Andreu si conocía a alguien que le apeteciera hacerlo y de inmediato me respondió “Sí, claro, tengo un gran amigo que dirige la revista Babab.com y que además es poeta. Un tipo genial. Se llama Luismi. Te paso el teléfono”.

Le llamé y quedamos cerca de mi casa, en la terraza del Café Central. Lo primero que me llamó la atención fue la gorra que llevaba puesta y que tanto me recordaba la de Lenin (creo que no lo he visto nunca sin ella), y lo segundo, que hablamos y hablamos, durante al menos dos horas, como si nos conociéramos de toda la vida, acompañando nuestra conversación con varios orujos que me hicieron llegar a casa con un colocón bastante potente. 

Presentamos el libro en el Centro de Arte Moderno porque yo conocía a sus dueños, y acabamos tomándonos las copas en el María Pandora, lugar del que ni Andreu ni él me habían hablado en ningún momento. Fue un flechazo absoluto porque conjuga lo bohemio y lo literario, el tipo de local con el que me identifico de forma inmediata, quizá porque tiene mucho que ver con mi manera de ser y mis aficiones. La decoración, esos maravillosos ventanales sobre el jardín de Las Vistillas, la música, los atardeceres, y la atención y el cariño de Luismi, siempre en la esquina de la entrada a la barra, siempre dispuesto a hacerte todo más agradable.

Desde aquella noche, desde aquel descubrimiento, el Pandora ha sido mi lugar de referencia para presentar libros. Allí presenté uno de los poemarios de mi hermano, allí participé en la presentación de dos libros en los que colaboré, con Uberto Stabile y con Javier Seco, y allí presenté mi libro de relatos en marzo del año pasado. Cualquier amigo que me preguntara por un local en Madrid donde presentar su obra, sólo recibía una respuesta: en el María Pandora. Allí también conocí a Eva, la dulce Eva, el amor de Luismi, su compañera y cómplice de vida. 

Y no podían faltar los encuentros en EDITA con los dos, la celebración de la amistad, las risas, los brindis, los grandes abrazos. Y es que Luismi sabía reír y abrazar como nadie. 

Podría definir a Luismi como una gran persona y me ajustaría totalmente a la verdad, pero es que era mucho más que eso. Luismi era humanidad, sencillez, discreción, generosidad, diversión, tolerancia, creatividad, afabilidad, rigor, elegancia, poesía, sentimiento. Era un hombre cabal, de esas personas que, cuando las conoces, desde el primer momento dejan huella porque convierten el tiempo en algo relevante, en el que todo instante es un placer infinito. Los silencios de Luismi también eran su seña de identidad y reflejaban en sus ojos toda la intensidad de lo que guardaba únicamente para sí.

Y así te has ido, Luismi, en silencio, casi sin avisarnos, pillándonos desprevenidos, y todavía arrastramos la incredulidad de tu ausencia. No es justo. Dejas un enorme vacío y no sé si lograremos llenarlo. Eres insustituible. Tomo de ejemplo uno de tus poemas de Bomarzo para decirte que ahora que has huido de bagatelas terrenales, espero que hables con los astros y bailes con ellos al son de las notas de un arpa.


Texto © Isabel Huete
Fotografía © Eva Contreras
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