Literatura Narrativa Porvenires Serie - Hablemos de ellas

Escritoras que siguen vivas (parte II)

Roberta se había ido a leer a su lugar favorito. En medio de la nada, rodeada de naturaleza y sin ser molestada por runners u otros deportistas que usaban las tardes para hacer sus actividades. Era el sitio perfecto para meterse de lleno en la historia de Agatha Christie que le había sugerido su profesora de lengua, Tina. Desde aquella clase magistral del profe Alejandro, Tina se había centrado en otras autoras femeninas que podrían interesar a sus alumnos y así había sido. Había aprovechado el tirón de Alejandro para hablar de ellas. Muchos de la clase de Roberta, por no decir todos, se peleaban por coger los libros de Agatha Christie de la biblioteca desde entonces.

Ya solo le quedaba la última parte de Diez Negritos, estaba en un sin vivir por saber realmente qué había pasado con todos aquellos personajes. Cuando por fin cerró el libro miró hacia el horizonte, tenía que volver a casa en donde sus padres apenas le prestaban atención y donde tenía que hacer de niñera de todos sus hermanos. Dio un largo suspiro prometiéndose que la próxima vez que volviera a su sitio secreto para leer, traería a otra autora de la que había hablado Tina, otra muy diferente…

Hacía tan solo dos días que Tina había entrado con tres libros en sus manos. Toda la clase quedó en silencio como nunca antes. Desde que los profesores se habían propuesto hablar de cosas que de verdad podían interesar a los jóvenes (a la vez que aprendían) el comportamiento de esa clase maldita había cambiado.

—¡Buenos días! —exclamó Tina—. Hoy os traigo una nueva escritora. De las que siguen vivas… en nuestro corazón. —Y guiñó un ojo—: Jane Austen. ¿Alguien sabe algo de ella?

No tuvo que esperar mucho para ver que era la primera vez que sus alumnos habían oído ese nombre. Entonces enseñó Orgullo y Prejuicio.

—Su primera obra, pero ¿sabéis qué? Desde mi punto de vista, esta no es la mejor, aunque sí la más famosa. Yo, sin embargo, me quedo con esta otra. —Y entonces mostró otro de los libros que había traído: Sentido y Sensibilidad—. Una novela llena de giros amorosos, de tramas familiares y con la ironía típica de la autora para darle cierto toque cómico a las escenas.

—¿A qué te refieres con eso de la ironía? —preguntó interesada una de las alumnas.

—Se ríe un poco de la sociedad de la época. Se burla de los convencionalismos del siglo XIX: el papel que tenía la mujer, el del hombre; las relaciones de pareja, la vida en el campo, lo que se consideraba que estaba bien o mal… El contexto de sus novelas nos muestra cómo vivían en ese siglo y lo que se esperaba de cada uno, fuera del género que fuera y siempre dependiendo de la clase social a la que perteneciera; si eras pobre tenías que olvidarte de conseguir algo, así funcionaba. Con todo ello, Jane Austen se convirtió en una de las escritoras más famosas del mundo.

—¿Fue fácil conseguirlo? —Roberta no podía evitar preguntar por esa escritora. Algo estaba naciendo en su interior.

—¡No! ¡Para nada! ¿Sabíais que estaba muy mal visto que las mujeres escribiesen? Desde muy pequeña a Jane le interesaba leer mientras que su madre solo le obligaba a que cosiera y cuidara de sus hermanos, —Roberta dio un respingón en la silla, ¿estaba hablando de Jane o de ella misma?—, para que finalmente se casara y tuviera hijos, aunque, por suerte, siempre tuvo el apoyo de su padre y hermanos. El padre empezó a llevarle a círculos literarios importantes para que su hija leyera en público sus escritos y se dio cuenta de que la gente estaba encantada con ella. El pobre hombre decidió, pues, dar un paso más y habló con varias editoriales para que publicaran algo de su hija, pero ningún editor quería, siendo la autora una mujer.

—¿Estás diciendo que por ser mujer no le publicaban su libro? ¡Pero si la mayoría de los libros que nos mandáis para leer están escritos por mujeres! —dijo una alumna del fondo bastante indignada.

—Sé que ahora es impensable tal situación pero ocurría lo que os estoy contando. Además, cuando por fin le publicaron su obra, Orgullo y Prejuicio, no le dejaron poner su nombre.

Todos, incluidos los chicos, empezaron a clamar indignados esa injusticia, no podían creerlo.

—En fin, chicos, esta es Jane Austen y yo de vosotros le daría una oportunidad. Para que vierais lo que se perdieron esos editores que la rechazaron.

Tina continuó la clase enseñando el último libro que había traído consigo: Emma. Leyeron el primer capítulo de este y empezaron a analizar morfológicamente alguna de sus oraciones.

Tras esa clase, Roberta veía las cosas desde otra perspectiva. Ella no era Jane Austen pero también escribía. No, no era Jane Austen pero tampoco tenía el apoyo de sus padres para dedicarse a lo que más le gustaba. Para Jane Austen tampoco había sido fácil llegar a donde llegó, ser reconocida mundialmente a pesar de los prejuicios de la época. Roberta también pelearía por conseguir su sueño, costara lo que costara. 

Antes de llegar a su temida casa pasó por la Biblioteca Municipal, entró y preguntó por Sentido y Sensibilidad. Su misión no había más que empezado.


Texto © Mayte Salmerón
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Imagen: Britannica.com