Literatura Poesía

Harold Alvarado Tenorio, poemas

Harold Alvarado Tenorio

WAMBA

En este lugar, 

un desocupado Caballero Hospitalario

de la Orden de San Juan de Jerusalén

ordenó durante cuarenta años

las tibias, los fémures y las calaveras que ves.

Es la Huesera de Wamba,

un rey godo coronado 

a la muerte de Recesvinto 

hace 1339 años.

Nadie sabe quiénes fueron,

ni qué hicieron,

ni nos importa ahora.

Por causa de su pobreza

no tuvieron sepultura.

Sólo eso sabemos.

Recuerda, entonces, viajero

que todos somos de Wamba,

Wamba es nuestra tierra.

Wamba fue nuestro ayer

y será el mañana.

RECORDANDO MI CABALLO

Naciste en mi cabaña y te crie

como si fueras mi hijo.

Cabalgué sobre ti varios años,

sobre el verde lomo de las cordilleras

en los largos veranos y las extensas sequías,

hasta aquel día funesto que unos asesinos

sin Patria ni Dios

te dieron mala muerte. 

Eras toda la hermosura del mundo.

Hiciste memorables muchas noches de alcohol 

que juntos departimos.

Solos siempre estuvimos.

Solos, hasta en la muerte.

TANGO

Valiente y hermoso

no pudo la muerte malgastarte.

Mis labios 

te hacen inmortal:

te he amado mucho.

Sin falta recuerdo

el fulgor de tus ojos

la magnolia de tu piel

tu sonrisa de malevo

tu rítmico andar

y esa manera de engañar

que sólo en ti perdono.

No volverás,

ya lo sé.

Tampoco soy el mismo

que  amaste.

El daño y las penas

han hecho de mi un despojo 

y de mi alma

una errante sustancia.

Y entonces

de repente

en un café

de Alvear con Uriburo

apareces.

Te veo llegar,

me buscas

y como si nunca hubieses partido

me saludas

y sonríes desde esa eternidad

donde te amo.

Vana es la muerte

para quien sobrevive

y sigue amando.

Vana también la vida.

AÑO NUEVO VIDA NUEVA

En San Marcel he agotado otra navidad, otro año nuevo.

He recordado entonces la helada estancia

del viejo hospital de Olías del Rey,

sus Hermanas de la Salud de Cristo

con enormes tocados de vuelo de cigüeña

y los altos mastines cancerberos de la noche.

Al salir vi la plaza inundada de cabras

con pastores que hacían fuegos para paliar el frío.

¡Qué días y que noches aquellas!

El pueblo era un campo caprino

y el fuego y los cantares alegraban las horas

de aquellas semanas de convaleciente

junto a los Miranda y José, el panadero,

hermanos de esos años de infortunio.

Dos camiones de mercado

arrojaron un día tres docenas de putas

en medio de aquel lago de cabras

saciando el hambre de los machos pastores.

La vida daba tumbos

y Madrid enfebrecía

como caldo de centollos

a punto de hervor.

Algo que no supimos, estaba por llegar.

Una fiesta, un deceso, fue el fin de una era.

Al amanecer brindamos al futuro.

España era tan pobre que éramos felices.

ÚLTIMO TANGO

Fue aquel verano es cierto.

Bien lo has dicho.

En Praga hizo esos días 

un sol inagotable,

de junio, y tú, 

con tus 20 cumplidos

mentías por la diestra

y la siniestra

a todo el respetable.

Hubo que verte 

con los suéteres chillones

y el vaquero rapé

que decías lograste

en una almoneda 

de Salamanca

a precio de Zara o de Oro,

hubo que verte,

o cuba o beodo o borracho 

noches y semanas

repasando un destino perdido.

No hubo, hoy lo sabemos,

futuro para ti.

Toda belleza acaba y pronto, 

dijiste entonces.

Estos días, 

en Cartagena de Indias,

vi un despojo que venía 

de Eckernförde 

y creí eras tú,

tú, aquel mismo

que en un hotelito de la 

de la Calle U Obecniho Dvora

todo un estío amó

incluso hasta entretiempo

a quien le había adorado

en plena juventud.

Oh días con sus noches

de la Praga de Dubček

esperando, 

con champán en las manos,

un cambio en nuestras vidas.

Todo se esfumó en una noche.

Mientras los tanques rusos ocupaban las calles

nuestro amor se hizo trizas

en un vagón de pompas

camino de Berlín.

Ay Brando, Brando, Brando

chillaba Maria Schneider

al salir de aquel piso,

abandonado y solo de

Ultimo tango a Parigi.

PROVERBIOS

No hables. 

Mira cómo las cosas a tu alrededor se pudren. 

Confía sólo en los niños y los animales

y de los ancianos aprende el miedo de haber vivido demasiado. 

A tus contemporáneos pregunta sólo cosas prácticas

y comparte con ellos tus fracasos, tus enfermedades,

tus angustias, pero nunca tus éxitos. 

De tus hermanos ama el que está lejos

y teme al que vive cerca. 

A tus padres nunca preguntes por su pasado

ni trates de aclarar con ellos tu niñez y juventud. 

Con tu patrón no hables, escríbele y nunca le cuentes

tus planes futuros y miéntele respecto a tu pasado. 

Con tus colegas habla del clima, el aumento de salario

y elogia con vigor sus faltas. 

Ama a tu mujer hasta donde ella lo permita

y si llegas a tener hijos, piensa que, 

como en los juegos de azar,

podrás ganar o perder. 

El destino no existe. 

Eres tú tu destino. 

Y si llegas a la vejez da gracias al cielo por haber vivido largo tiempo,

pero implora con resignación por tu pronta muerte. 

Los que no tenemos dinero ni poder valemos menos

que un caballo, un perro, un pájaro o una luna llena.

Los que no tenemos dinero ni poder siempre hemos callado

para poder vivir largos años. 

Los que no tenemos dinero ni poder

llegados a los cuarenta

debemos vivir en silencio

en absoluta soledad.

Así lo entendieron los antiguos,

así lo certifica el presente. 

Quien no pudo cambiar su país antes de cumplir la cuarta década

está condenado a pagar su cobardía por el resto de sus días. 

Los héroes siempre murieron jóvenes.


Poemas @ Harold Alvarado Tenorio
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