Literatura Narrativa Porvenires Serie - Bitácora espacial

Bitácora espacial: la primavera milenial

Bitácora espacial: la primavera milenial

A la orden con una reflexión humana primaveral, viendo las cosas con distancia y desde una nave absolutamente imperfecta al habla la capitana Yohana Recio.

Es usual en esta época del año que allá abajo, por el Planeta Tierra, se empiece a mover el aire. Ya sabéis, llega la primavera y nos volvemos todos locos. 

En antaño, según mis libros de Historia Espacial Volumen XXV: La Vía Láctea, Sistema Solar, hace muchos años atrás la primavera se celebraba en las antiguas tribus con múltiples celebraciones y rituales. Yo qué sé lo veo normal, ¿no? La llegada de la luz, todo ese rollo de que los días son más largos, empieza a hacer calorcito, sembramos los huertos, se reza a los dioses para que las cosechas vayan bien… 

Traducido a hoy día, la luz nos trae la esperanza de un nuevo comienzo. Los proyectos que hemos pensado se ponen en marcha, vamos de camino a las vacaciones con paso lento pero seguro, nos volvemos vigorosos, atractivos, guapos…

¿Pero eso quién lo ve? ¿Lo ves tú que estás pegado como un pasmarote a la pantalla de la que sea que estés leyendo esto?

Y es que, ¿cuántas fotos de paisajes primaverales se avecinan? ¿Cuantas fotos de flores con hastags? ¿Atardeceres, quizás? ¿Te acuerdas de cómo huelen los almendros en flor? No, pero ¿sabes qué es lo mejor? Que tampoco recuerdas ni una sola foto que has visto en Instagram hace unos minutos, antes de leer esto.

Suelo decirlo muy a menudo: soy fan de los avances. Rodemos con la tecnología, acunémonos en la modernidad, seamos útiles y responsables adaptándonos a lo que la mente humana es capaz de brindarnos… pero, ¿vamos a usarlo bien, no? No nos olvidemos que somos humanos para lo bueno y para lo malo.

Venimos del frío, de un oscuro invierno donde las emociones suelen permanecer ocultas bajo las mantas, bien resguardadas en el hogar donde nadie les haga daño ni las abandone. Permanecemos ocultos en la segura oscuridad y grandiosidad del espacio.

Viajar sola en una nave espacial me ha hecho reflexionar y amar mi soledad, pero seamos sensatos terrícolas: somos seres sociales. Necesitamos a otras personas dentro de nuestra propia autonomía, claro. 

Mi mensaje espacial para vosotros en esta primavera es: desarrollar esa autonomía que nos trae la luz pero por favor, conectad con otras personas. 

El otro día se me estropeó cierta parte de la nave que suele reaccionar fatal a algunas ondas gravitacionales. Me asusté un poquito, respiré hondo y llamé a un buen amigo capaz de arreglar esa parte de mi nave. 

Tuvimos una conversación profunda acerca de algunas vivencias espaciales que se asemejaban a la rotura que yo había tenido. Me tranquilizó. Juntos arreglamos mi nave (que sabemos que se volverá a estropear), nos paseamos por la ruta de la la Gran Nube de Magallanes, que está preciosa ahora, y nos bebimos una birra burbujeante en nuestra taberna favorita. 

Además, mi nave ha aprendido a lanzar mensajes de ayuda cuando tiene una anomalía y recibí apoyo desde cientos de puntos del universo. Amigos que desean que me vaya bien en mis viajes, que tenga suerte en mis rutas. Recibí amor.

A pesar de viajar en una nave a millones de años luz de muchas personas, la tecnología hoy día es capaz de ayudarnos a conectar de muchas formas. Esto, por supuesto, no me impide visitarlos y tocarles de verdad, mirarles a los ojos y acariciarles el alma. De otra forma no podríamos recoger flores exóticas en algún valle lejano, comer frutas bajo la luz ancestral de una enana roja, mirar las estrellas de la Vía Láctea gravitar desde Andrómeda mientras hablamos de fútbol o de filosofía, o incluso de amor. O simplemente flotar, compañeros. Estar en silencio en un lugar seguro del espacio y dejarnos llevar juntos sintiéndonos arropados y confiados por nuestro tripulante en un tiempo presente. Reír orbitando en algún punto cercano a algún agujero negro y ver como las ondas de vuestra risa atraviesan juntas el vacío más oscuro lleno de incertidumbre.

Me aventuro a decir que no hay nada eterno en el espacio. No soy física espacial, pero la luz tiene un recorrido. La luz que la primavera nos trae, ya lo sabían bien nuestros antepasados, es mágica y como tal, despierta emociones. Enciende nuestra parte más antigua y humana.

Fluye con el espacio y mezcla sus ritmos con los tuyos. Saca las emociones de la trastienda de tu nave y conectala a otras naves, a otras personas. 

Hay muchas cosas aún por descubrir, siéntete una persona útil como esa primera luz que sigue hoy atravesando el fondo de microondas de nuestro universo y atrévete a marcar los recuerdos de esas personas que hoy en día quieres, ¿qué es lo peor que podría pasar? ¿Que seas feliz? Venimos de las estrellas, como decía Carl Sagan (Siglo XXI. Astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, escritor y divulgador científico americano, hemisferio Norte. Amable), sigamos siendo estrellas. Deja los controles de tu nave por un minuto, sal de la falsa seguridad de las pantallas que te ciegan la vista y dejemos juntos nuestro legado en este universo como esa primera luz que nos vio nacer y que todavía sigue viajando, a muchos millones de años luz de nosotros.


Texto © Yohana Recio
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Fotografía de Arno Smit en Unsplash