Narrativa Porvenires Serie - Hablemos de ellas

Hablemos de ellas: "Una tarde de lluvia"

Conoce a mujeres que hicieron historia.
A través de los microrrelatos que componen la serie Hablemos de ellas, Mayte Salmerón nos da a conocer todas aquellas figuras femeninas que han sido de vital importancia para la humanidad. Una manera amena y entretenida de aprender sobre estos grandes personajes históricos, a veces tan desconocidos por nosotros, en forma de cuento.

 “Vestida con el manto de los filósofos, abriéndose paso en medio de la ciudad, explicaba públicamente y a todos los que quisiesen escuchar, los escritos de Platón, de Aristóteles o de cualquier otro filósofo” 

Sentado en su sillón mi abuelo empezaba a leer en voz alta aquel libro que desde muy pequeño me había llamado tanto la atención por su tamaño y por ser tan diferente al resto de los que en su estantería había. Paró su lectura para observarme, mientras yo le daba la espalda mirando la lluvia de aquella tarde tan triste.

—¿En serio quieres que te lea este?

A mis 15 años creía tener las cosas muy claras y cuando tomaba una decisión me era imposible cambiarla, fuera cual fuese el resultado.

Siguió leyéndome más cosas sobre aquella tipeja llamada Hipatia. Apenas le prestaba atención hasta que noté que su tono de voz había cambiado, lo miré y vi que había cerrado el libro, volví a darme la vuelta para embobarme de nuevo con la lluvia que veía a través de la ventana.

—Hipatia era una gran filósofa griega y maestra de matemáticas…—continuó contándome el abuelo, pero ahora con sus propias palabras.

—¡Odio las matemáticas! —exclamé. Mi abuelo me miró y sin prestar atención a mi comentario prosiguió.

—… También era maestra de astronomía en la escuela de aristócratas cristianos y paganos de alto nivel social en Alejandría.

—¿Qué son los paganos? —pregunté entonces más interesado, en cierta medida lo había oído a menudo pero sin saber nunca su significado.

Mi abuelo continuó con su discurso sin contestarme, se le notaba con prisa por llegar a algo.

—Todos los historiadores están de acuerdo con que era una mujer segura, fiel a sus convicciones y con un carácter difícil de amedrentar. Vivió en una época en donde el cristianismo era la principal religión, y ella creía en otros dioses, que para los cristianos eran falsos; esto fue la principal causa de su muerte. 

“Muerte”. Había dado en el clavo. Me giré hacia él y entonces sí que lo escuché con atención:

—Hipatia nació en torno al año 375 a. C. Desde muy pequeña, y gracias a su padre, aprendió muchas cosas sobre la ciencia y astronomía, es muy probable que muchas cosas que estudies ahora en el cole hayan sido descubiertas por esta mujer. Era, como se dice ahora, un culo inquieto, viajó a Grecia y Roma, y le encantaba investigar sobre aquello que desconocía. Así que desde muy joven se convirtió en una figura muy admirada por la población de Alejandría. Sus conocimientos fueron muy valiosos; para muchos, su sabiduría era superior a la de muchos pensadores de la época.  Además, por su carisma, se ganaba el aprecio de las personas más influyentes de aquella sociedad. Por todo ello se le empezó a considerar una bruja y una amenaza para los cristianos, pero realmente lo único que hacía era respetar todas las religiones y ayudar a aquellos que le pedían consejo.

Todos mis sentidos prestaban atención a aquella historia, se acercaba el final, su muerte.

—Un día un grupo de fanáticos religiosos la detuvieron, fue apaleada hasta la muerte y descuartizada. Ella fue olvidada y el supuesto cabecilla de todo eso, el emperador Cirilo, canonizado, declarado un santo por la iglesia católica.

De repente un rayo de sol alumbró aquella estancia y miré hacia la ventana. Por fin, había dejado de llover después de dos días tremendamente dolorosos. Habíamos enterrado a mamá la tarde anterior, y aunque estaba muy afectado, sentía en lo más profundo de mí, que mamá no había sufrido tanto como Hipatia en su muerte. Era, en definitiva, un pequeño consuelo que me iría acompañando el resto de mi vida. Lo que sí coincidía en ambas muertes era que ninguna de ellas la merecía, y que las dos habían sido mujeres valientes e inteligentes.

—¿Te apetece un chocolate caliente? —me preguntó mi abuelo de pronto.

Cuando se levantó hacia la cocina, cogí el gran libro de aquella filósofa y lo abrí por la primera página, no sabía entonces que se convertiría en uno de mis libros favoritos.


Texto © Mayte Salmerón
Fotografía © Gabriele Diwald – Unsplash
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