Dirigida por Jonás Trueba, con guión de Itsaso Arana y Jonás Trueba. Con Itsaso Arana, Vito Sanz, Mikele Urroz, Sigfrid Monleón, Isabelle Stoffel, Francesco Carril

El próximo uno de agosto se proyecta al fresquito de los Jardines de las Vistillas la última peli de Jonás Trueba. Lo hará abrigado por su elenco y equipo técnico habitual, con uno de esos guiones suyos semiabiertos hecho esta vez a medias con Itsaso Arana, prota a su vez de la trama. El estreno oficial será el 15, día de la Virgen y luego, a correr por las salas del mundo.
Como Galdós, Trueba gasta un casticismo moderno y reflexivo. También como Don Benito, universaliza a través del localismo y del costumbrismo. Ambos comparten un espacio céntrico y limitado, los dos describen con pasos cortos los caminos por el Madrid más madrileño, recorriendo Lavapiés, el Rastro, la Latina, la plaza de España y por supuesto, Las Vistillas, corazón de todas las venas gatas.
Pérez y Trueba comparten además una sentimentalidad tranquila y tolerante poco transitada por estas tierras. La ausencia de gritos, la tristeza sin ira, el trasiego de la vida sin más ruido que el indispensable los iguala en sus retratos madrileños.





El argumento de La Virgen de Agosto es sencillo, es lineal, coloquial. Una chica de treinta y… que pasa en casa prestada la primera quincena de agosto del 18. Son días de calor y fiestas encadenadas en los centros de Madrid y ella está en el medio, reconociendo lo pasado y a la expectativa de lo que tenga que venir. Es un personaje tierno que borda Itsaso Arana con su cara llena de ojos y labios como bocas. La compaña no queda atrás, Vito Sanz hace el personaje más serio, más adulto y reflexivo que le hemos visto hasta la fecha. Lo cuadra.
Se sabe que Jonás Trueba elige a sus actores bien y luego los mejora un tanto. A nosotros nos gustó mucho la participación del cineasta Sigfrid Monleón, colaborador en otras pelis de Jonás. Convincente y entrañable. Mikele Urroz, Isabelle Stoffel y Francesco Carril, grandes habituales de la filmografía de Trueba están tan naturales, modosos y geniales como siempre. Son grandes.
Es grato comprobar la credibilidad y buenas maneras del resto de personajes, haciendo entre todos que el cine se convierta en calle recién regada.
El recuerdo de otras grandes películas, como Paterson de Jarmusch es inevitable, ese transcurso de la vida convertida en río de curvas pensadoras, esa manera novedosa de inventar el documental incierto donde el cuento cuenta lo posible y lo real en parecido plano, como si Mesonero Romanos y Woody Allen se hubieran asociado para crear una agencia de viajes de corto recorrido, de Manhattan al Viaducto de Bailén, ida y vuelta.
Inevitable es insistir en la personalidad y en la honestidad del estilo de Jonás Trueba, sus películas son reconocibles como las hogazas, las ganas de triunfar las manda al pairo y narra sin aspavientos, pasiones o tracas facilonas. Sus películas no dan concesiones y suele prescindir de estribillos y de codas. Que el espectador trabaje un poco y que goce después con el encanto de la sencillez.
Texto © Luis Miguel Madrid, 2019
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