Esta entrevista fue publicada en Babab en el invierno de 2006.
Sergio Pitol es un hombre discreto y hasta tímido con una imaginación tan vasta como su profundidad y erudición intelectual. Desde niño se ha dedicado a leer y a leer todo cuanto llegaba a sus manos. Los primeros libros —aquellas narraciones de aventuras que sólo un niño puede exprimir por completo— se los proporcionó su abuela, que se encargó de cuidarlo y educarlo cuando convalecía de una larga y difícil enfermedad.
Pitol es un veracruzano de cuño que vive la literatura en primera persona. En su obra se entremezcla la fantasía con episodios de su apasionante biografía, en la que están presentes sus largos periodos de residencia en los antiguos países de Europa del Este, sus vivencias de infancia en el Ingenio de El Potrero, sus diálogos con intelectuales y escritores de todo el mundo.
Pitol, quien actualmente vive en Jalapa e imparte clases de literatura en la Universidad de Veracruz, es considerado por la crítica como ”autor de culto”, es decir, un escritor venerado casi en silencio por un colectivo de incondicionales lectores, tanto en México como en España. Pero la relación de Pitol con la escritura y la cultura no sólo se ha manifestado mediante sus cuentos, novelas y poemas, sino también con sus valiosas traducciones de autores eslavos desconocidos hasta entonces en lengua española, como Anton Chéjov, así como por su trabajo de diplomático mexicano en varios países de Asia y Europa central, pues vivió largas temporadas en Varsovia, Praga, Budapest, Moscú y Pekín.
La peculiar narrativa de Pitol se ha convertido en un “clásico vivo” de las letras. Siempre que viene a Madrid, Pitol se hospeda en el céntrico Hotel Colón, donde Babab.com ha tenido el privilegio de conversar sobre su obra. Hoy mismo, antes de conceder esta entrevista, Pitol se preparaba para una recepción oficial con los Reyes de España, como antesala al acto central de la celebración de su obra: la entrega del galardón en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.
¿La escritura autobiográfica resulta entonces más compleja?
Ha sido un libro muy complejo de construir, pues traté de que un tema potenciara al siguiente y al anterior, entonces todo está en todo. Como un círculo concéntrico. Después de escribir El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena he llegado a la conclusión de que trabajo con la imaginación, con el instinto y que ya he pasado el periodo del aprendizaje y que en casi todos estos libros han dejado en mí el instinto del creador. Veo que ahora mi imaginación está mucho más floreciente, más frondosa y natural.
Una imaginación que se nutre de su memoria intelectual o gustos literarios…
Escribo sobre una serie de escritores, que son como una liga de mi obra completa. No escribo sobre ellos desde una forma académica, sino desde mi relación más íntima con los que más me han gustado. Yo, por ejemplo, no podría escribir sobre un libro que no me gustara o que me aburriese, siempre he escrito sobre lo que me ha gustado. Entonces cada libro es más una crónica de felicidad, de la felicidad vital que da la buena lectura, los amigos, los amores, los viajes y los momentos de vida que son privilegiados.
¿Por qué el título de El mago de Viena?
Así era como le llamaban a Freud sus alumnos y sus colegas, pero en mi libro no es por esto de ninguna manera. Es una parodia, que se origina con el título de un libro de entretenimiento, que no tiene ningún interés literario, pero que es un best seller, en el que el protagonista es una persona que salió de estudiar sicología y se convirtió en un chamán, empezó a hacer curas y terminó como un hombre poderosísimo que maneja el narcotráfico, las mafias y la trata de blancas. Esa es la historia de la novela que yo llamo El mago de Viena, por eso en el libro hago una crítica sobre esa novela, para luego pasar a Shakespeare como contraste de esta literatura burra.
¿Es una manera de criticar esa “literatura burra”, que tanto abunda hoy en día?
Sí, porque está por todas partes y que las propias editoriales grandes, mediante la mercadotecnia, la quieren hacer pasar por obra de arte, hasta el punto de presentar al escritor o la escritora de esa literatura burra como extraordinario, magnífico o como el mejor libro escrito en 10 años. Desde el siglo XVIII, en la historia de la literatura existe esta corriente de la escritura de entretenimiento y me parece que está bien. Durante mi adolescencia y juventud había muchos escritores de este tipo, que hacían una literatura que no era erótica, sino más bien melosa, pero conocían sus límites y sabían muy bien lo que hacían. Como es habitual, ellos ganaban mucho más dinero que los escritores, pero no entraban a la historia de la literatura, ni a las ternas para los premios ni tenían posibilidades de lograr algún doctorado honoris causa. No molestaban a nadie, al contrario, eran un servicio a la sociedad. Pero ahora no sucede esto. Ahora hay un cambio importante provocado por las editoriales, que quieren situar a sus escritores en la cúspide, pero al final esto a mí no me molesta porque me he dado cuenta de que todos estos escritores de literatura de entretenimiento ya nadie los menciona ni se acuerda de ellos. Están tan marchitos que no se pueden ni siquiera reeditar.
A usted lo miran como el fundador de una corriente literaria, con discípulos como Roberto Bolaño, Enrique Vila-Matas o Jorge Volpi…
Esto me resulta natural porque ellos mismos lo dicen, pues yo nunca hablo de ellos como mis discípulos ni les doy lecciones de nada, simplemente han encontrado libros míos que les han interesado.
Ahora que publica también un libro de cuentos, ¿considera que son géneros distintos o es el mismo, como sostienen muchos autores?
El cuento y la novela son dos géneros diferentes. Creo que el buen cuento está más cerca de la poesía que de la novela. La novela es más fácil de escribir porque en ella hay muchos temas, muchos personajes y temáticas, mientras que al cuento no le debe de faltar ni sobrar ni una palabra.
¿Cuáles son las mayores satisfacciones que le ha dado la literatura?
Hay libros y cuentos que en el momento de escribirlos me han producido una felicidad enorme. Es el momento de la escritura, cuando llega el tema y los detalles y ves que la literatura lo capta bien. Lo que hago en mi vida es escribir, igual que un buen carpintero pule la madera para hacer bien el mueble. También estoy satisfecho de que desde que escribo libros nunca he hecho política literaria, de grupos, gracias a que viví muchos años fuera de México y nunca participe de estos grupos, que muchas veces están condenados al fracaso absoluto
¿Qué ha cambiado en la vida de Sergio Pitol desde que le concedieron el Premio Cervantes?
Mire, en el momento que me dijeron que me habían dado el premio yo estaba durmiendo. Me despertó la ministra Carmen Calvo y no entendía de qué me estaba hablando, puesto que para mi era imposible imaginar eso. Pero en no menos de una hora de conocer la noticia, mi casa estaba llena de televisiones, radios, muchos periodistas de Xalapa, mi familia, mis alumnos y los amigos. El principal cambio en mi vida es que desde que me dieron el Premio no he podido sentarme a escribir mis libros, simplemente me he dedicado a escribir e-mails, e-mails y e-mails… He estado muy presionado, muy cansado, pero desde que entré en el avión con rumbo a Madrid ya estoy disfrutando del Premio y me da mucho gusto ver las librerías madrileñas llenas de libros míos. En unos días, ya cuando todo esto pasé, comenzaré de nuevo mis trabajos literarios.
¿Es importante para usted ser el tercer escritor mexicano en recibir este premio; siente alguna deuda literaria con sus predecesores en recibirlo, Octavio Paz y Carlos Fuentes?
Esto es sin duda importante para mí. Pero lo que sí creo es que tengo cierta deuda moral con otros muchos escritores que no les dieron el Premio y que sin duda se lo merecían, como Juan José Arreola, Juan Rulfo, Fernando Del Paso, Salvador Elizondo o Rosario Castellanos. Así que el hecho de que me den a mí el Premio es un paso importante para literatura mexicana, en general, pues en toda Europa y en América Latina este galardón se considera como el máximo de la lengua castellana.
¿Qué sensaciones vivió al estar por primera vez, el pasado lunes, en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares?
Fue muy especial para mí, pues toda esa Universidad del siglo XVI, con sus jardines y aulas, es como muy mística. Es algo mágico.
¿Tendrá algún recuerdo especial para su abuela en el discurso de mañana?
Sí. Mire, desde que me dijeron que me habían dado el premio he estado rumiando mi niñez, mi casa, mi abuela siempre con lentes, leyendo y descifrándome algún libro. He estado estos días viendo y recordando el lugar del que salí hace 65 años, El Potrero, en Veracruz, y entonces me he ido acordando de cada apellido de las gentes de ahí, de sus casas y, por supuesto, de mi abuela sentada en la biblioteca de la casa que teníamos ahí, leyendo tranquilamente y cuidando de mí.
¿Hay algún pasaje de El Quijote que le guste más que el resto?
Hay muchos pasajes que me gustan mucho, sobre todo en los que hace la reiteración de la libertad en una época de inquisición terrible y en la que el mismo Cervantes estuvo perseguido. Me interesan sobre todo los pasajes en los que se resalta la libertad como camino hacia mundo. Pero también me interesa de El Quijote la libertad de forma, pues es un libro que en su tiempo lo leían como una cosa cómica, de locos, pero con el paso de los siglos se han encontrado muchísimas cosas más. De manera que la comicidad quedó en segundo término frente a las otras muchas virtudes del libro.
En su literatura, usted también es partidario de la libertad en la forma…
Así es y eso creo que lo comparto con Cervantes. Incluso pienso que es por El Quijote que de repente en mis novelas aparece algún capítulo que aparentemente no tiene nada que ver con la trama y que aparece de forma extravagante. Eso es algo que a mi me interesa sentirlo.
¿Cree que un escritor debe aspirar a la perfección?
Yo creo que sí, que la literatura, el escritor y la gran obra es un esfuerzo racional o irracional de llegar a una perfección.
¿Usted cree que la ha alcanzado?
Yo creo que no. Si acaso en algunos párrafos de algunos de mis libros, por ejemplo en El vals de Mefisto y en El arte de la fuga. Cuando releo una parte de estos libros veo que ya eso no lo puedo hacer, pues quien sabe por qué ni de qué manera se conjugó un tema con su lenguaje. El lenguaje lo es todo. El lenguaje y la estructura, o la construcción de una forma, cuando se conjugan, cuando se unen es la perfección…
Resulta curioso que en estos días en los se celebra su obra literaria, usted haya manifestado su preocupación por la situación política de México…
Sin duda, pero hay motivos para ello, pues hay un ejemplo indignante de esa rabia y violencia de los analfabetos, que es la campaña de odio que se ha orquestado contra Elena Poniatowska, a quien llaman pobre señora y otras cosas mucho peores. Ese tipo de cosas sólo las puede decir un analfabeto, un badulaque, ignorante y malvado. Por eso creo que hay una malevolencia terrible en el PRI y en el PAN, pero sobre todo en el PAN. Y esto es sin duda un motivo de preocupación, incluso ahora que estoy a punto de recibir el Premio Cervantes.
Texto, Copyright © 2006 Armando G. Tejeda.
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