Resulta francamente dilucidadora la distinción que hace Humberto Maturana en torno a esos fenómenos que llamamos dolor y sufrimiento. Para el biólogo chileno, el dolor es un hecho, en cambio, el sufrimiento una interpretación. En otras palabras, lo que se nos vino a mostrar, es que la causa del dolor es biológica es decir, inevitable (una enfermedad) y la del sufrimiento, en cambio, cultural y por lo mismo falible, (la homofobia, por ejemplo).
Vale la pena recordar que ya a mediados del siglo pasado Jacques Lacan había anunciado que nuestra época ya no estaba en condiciones de seguir alimentando una concepción trágica de la existencia. Y no es que se anunciara el fin de la tragedia y se instaurara el reino de la comedia. No. Lo que el psicoanalista francés anunciaba era que los tiempos ya no estaban para favorecer esa comprensión trágica del ser humano.
De aquí la importancia de las propuestas que buscan desplazar esas prácticas estéticas, filosóficas, ideológicas o religiosas que mantienen como un imprinting o mandato cultural eso que paradigmáticamente podemos llamar sufrimiento.
Resulta interesante observar cómo esta interpretación trágica de lo humano recorre de punta a punta la cultura occidental, y cómo incluso el filósofo alemán, Jurgen Habermas, uno de los máximos defensores del proyecto cultural moderno, llegó a afirmar que este proyecto está definitivamente muerto, (pues ha perdido no sólo legitimidad, sino plausibilidad, por su inexistente vínculo vital con las personas), y que sólo se mantiene en funciones gracias a las estructuras del poder dominante.
Sin duda, el contexto cultural actual nos muestra lo avanzado del proceso de desintegración del proyecto cultural modernista. De hecho, hoy por hoy se observa por todas partes que la civilización ha liberado energías que no parece tener capacidad de canalizar y menos aún, de contener. El actual escenario existencial, social y cultural, no hace más que confirmar el diagnóstico de Habermas. Incluso se puede ir más allá, pues como advertía hace algunos años, el sociólogo norteamericano Murray Bookchin, el padre de la llamada Ecología Social, hemos entrado en una nueva fase civilizatoria, fase caracterizada por un cambio generalizado en las estructuras inconscientes de las personas: es decir, se nos anunciaba un nuevo ciclo civilizacional.
El nuevo escenario nos advierte por tanto sobre la relevancia para comprender el viejo estatus modernista de la cultura y dentro de ella lo que llamábamos “poesía”. Mostrar cómo eso que al decir de Heidegger funda lo humano, puede estar quedando atrás en el actual escenario cultural y civilizacional o dicho de otra forma cómo eso que llamamos poesía exige una nueva articulación: lejos de su desvencijada estética del sufrimiento.
Santiago, 24 de junio de 2016
Texto © César Cuadra, 2016
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