por María Blanco
Lo curioso del pueblito de Tocaña son sus habitantes, cualquiera que vaya a visitarlos pensará que está en algún país de África. Sin embargo, se encuentra en pleno corazón de Bolivia, en la región de Las Yungas, al norte del país. Son afrobolivianos, personas descendientes de esclavos africanos que, conservando las costumbres propias de sus antepasados, conviven con tradiciones bolivianas y españolas.
En Tocaña viven 160 afrobolivianos de entre los 16.000 y 35.000 que se estima que hay en toda Bolivia. Desde su punto más alto, el pueblo ofrece un imponente paisaje rodeado de montañas con exuberante vegetación, árboles verdes a rabiar, lianas que cuelgan de estos, variedad de plantas, animales y frutos tales como la papaya, el mango, el plátano y, por supuesto, hojas de coca – fuente de vida de los pobladores del lugar.
Esta gran variedad de flora y fauna se explica por el clima semitropical que posee la región de Las Yungas, al estar situada a las puertas del Amazonas donde, “es tan necesario el sol para cultivar la coca como la lluvia para el resto de frutos”, comenta Reina Ballivián, mujer afroboliviana que trabaja en la agricultura desde que “tiene uso de razón”.
Pasando un sendero repleto de frutales se ubica la casa de Reina, construida de adobe y piedra. Allí vive con sus dos hijos, su hermana y su sobrino. Tiene otra hermana que vive en España y a ella le “hubiera gustado viajar pero, al final no me atreví por el tema de la crisis”, afirma desde su ventana con mirada melancólica. Cada día se levanta temprano para ir al campo a trabajar de 9 de la mañana a 5 de la tarde.
En esta región, se cultivan otros productos como el café, cítricos y frutas tropicales pero, tanto ella como el resto del pueblo dedican la mayor parte del tiempo a trabajar la coca, porque “es la única planta que se puede cosechar tres veces al año”, comenta Reina.
Enfermedad de la altura
La planta de coca está reconocida como Patrimonio Cultural en el artículo 384 de la Constitución de Bolivia y, para Tocaña esta hoja tiene gran valor en doble sentido; uno, por ser su principal fuente de ingresos, ya que, desde que disminuyó la producción de café por culpa de las plagas en los años 90 la coca se convirtió en la base de su economía; y dos, porque posee propiedades energéticas, quita el sueño, previene la enfermedad de la altura y sacia el hambre.
Cuenta Reina Ballivián que “los antiguos esclavos que trabajaban en las minas de Potosí, al sur de Bolivia, sufrían el mal de altura, ya que esta ciudad se encuentra a 3.900 metros sobre el nivel del mar, llegando a ser la más alta del mundo y, la hoja de coca les ayudaba a reducir los efectos de este mal. Aunque, esto junto con el frío al que no estaban acostumbrados gran parte de los esclavos murieron, lo que llevó a los españoles a vender a estas personas a otros dueños para que encontraran un lugar en Bolivia que se asemejara a las condiciones climáticas de las regiones de África de las que procedían y así, pudieran trabajar”.
El 15 de agosto es la fiesta del pueblo de Tocaña, un evento donde los habitantes toman cerveza, bailan, mastican coca y si te ven aparecer por allí, te saludan, te integran en el grupo como a uno más y no dudan en invitarte a las continuas rondas de cerveza. Para los más fiesteros la celebración se alarga del viernes al domingo. Además, el fin de semana siguiente a este evento, se celebró el primer aniversario de la Corporativa Santa Teresa, asociación minera que se fundó gracias al hallazgo de oro en estas tierras.
Pero lo que más popular hace a Tocaña es por ser la cuna del baile de La Saya, una mezcla de sonidos que los esclavos unieron, porque “los españoles trajeron a Bolivia personas de diferentes nacionalidades de África con el objetivo de que no se pudieran comunicar entre ellos y planear una revolución, de esta forma surgió La Saya, un baile y música que mezcla características de todos los antiguos esclavos africanos con el fin de calmar su dolor” comenta Jhony Pérez.
Reconocimiento constitucional
Jhony Pérez o más conocido como Zulu tiene 39 años, está divorciado y se encarga de sus cuatro hijos. Comenzó a trabajar en el cultivo de coca con ocho años ya que, en su familia eran diez hermanos y no podían permitirse la escolaridad de todos. Cuando habla de la vida que le rodea se le achinan levemente los ojos y esboza una pequeña sonrisa, no dice que es feliz pero ríe cada vez que puede. Actualmente, es entrenador de fútbol, trabaja en la agricultura de 9 de la mañana a 5 de la tarde y en las minas de oro desde media noche hasta que amanece, pero a pesar de todo dice que “el trabajo de la agricultura no se me hace duro, se ha convertido en parte de mi vida”.
Comenta que hace un tiempo le hicieron una prueba médica para detectar de que país provenían sus antepasados y descubrió que tenía raíces mozambiqueñas pero, es un dato de relativa importancia para ellos, porque “nos consideramos afrobolivianos, nacimos en Bolivia y es algo del pasado, aunque sabemos que nuestras raíces están en África y nos gustaría conocer aquellas tierras algún día.” puntualiza.
Para el futuro piden que se igualen las condiciones de vida con el resto de las comunidades de Bolivia, que sean un solo país unido y con los mismos derechos. “Años atrás éramos inexistentes, nadie nos reconocía y eso nos llenaba de rabia, porque hemos sido un pilar muy fuerte en la economía de este país. Pero, gracias a nuestra continua lucha y finalmente con el proceso de Evo Morales somos reconocidos internacionalmente desde el 2009 en la Constitución boliviana”, comentan Reina y Zulu mientras sirven al grupo otra ronda de cerveza.
Texto © María Blanco 2014
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