Kriller71 ediciones es una editorial de Barcelona dedicada a la poesía contemporánea y nacida en enero del 2012 con la idea de intentar publicar algunos de los libros que siempre quisimos ver en las librerías. En plena crisis, a contramano de los mandatos, intentamos que Kriller71 se nutra con nuestros recursos biográficos: hacer convergir en ella nuestras experiencias, lecturas, posibilidades. Tuvimos el honor de poder abrir nuestra colección con un libro de Antonio Cisneros, y tenemos la dicha de anunciar que nuestros próximos lanzamientos están dedicados a la poesía brasileña más sorprendente que puedas imaginar. Estamos, y vamos a seguir estando, en www.kriller71ediciones.com
POSFACIO
Como higuera en un campo de golf es tal vez el libro más exigente de Antonio Cisneros. Varias veces se acerca este poemario a la noción de que la poesía no es otra cosa que la repetición de lo ya dicho, del “lugar común”, —actitud que coincidiría con el neoclasicismo de fondo de buena parte de la poesía latinoamericana entre, digamos, 1970 y 1990, si no fuera porque aquí la apuesta es llevada al punto más extremo. Si, en cuanto a la forma de expresión de un poema, un canto de Armando Manzanero puede suministrar la forma absoluta, inmejorable, de una emoción, a pesar del “amor viejo por el viejo arnold schoenberg”, entonces renovar la forma y el lenguaje poéticos será un imposible. Cisneros no rehúye esa condición, no pone su fe en la recurrencia a dispositivos nuevos, como luego iba a ser, en los años 70, el recurso del “habla popular” como manera de ponerse al día. Su apuesta es más difícil: que la poesía consista en la verdad de la emoción y si esto suena a “algún Romanticismo”, nos dice el libro, que así sea.
Esa verdad pasa, sobre todo, por el hecho de haberse vivido: no tiene otro modo de comprobarse, y así el riesgo asumido tiene que ver con la posibilidad de que la vida no tenga nada de trascendente. Los lectores que ya conocen la obra de Cisneros se darán cuenta de que los libros posteriores, comenzando por El libro de Dios y de los húngaros, reemplazan esa ausencia por cierta fe cristiana, lo cual en realidad no quiere decir que no expresen la misma angustia. Salirse de sí, llegar a un más allá de la situación, sea su signo Lenin o las golondrinas de Bécquer o la Asunción de la Virgen, o esperar que las marcas en el mapa —ya sean éstas marcas del colonialismo o de mezquindades más caseras, como las de las moscas en la pared— sean removidas y “todo quede limpio y azul”: esas esperanzas han sido vaciadas ya y con ellas eso que otorga al lenguaje la dimensión de la futuridad. No se trata de una pose, de una melancolía postiza, sino de algo así como un estrecho por el que tienen que pasar las palabras.
El desfiladero por el que deben pasar los poemas es el punto de la ausencia: ausencia de las personas queridas, de los lugares visitados, de los paisajes peruanos, pero también —y esto es lo más importante— ausencia de la propia persona de la vida que ha vivido. Lo que quiebra el molde, es decir, lo que elude el riesgo de un sentimentalismo burdo, es ese ya no estar: “ya no hay lenin ni martí que puedan devolverme la casa de ayacucho (no esa casa)”. ¡Tanto depende de esa palabra “esa”! Es el punto de la ausencia en que todo lo vivido se reúne.
Se necesita un pulso fuerte para mantener abierto ese abismo y no llenarlo con nostalgia o piedad. Los lectores decidirán. Lo cierto es que Cisneros se presenta sin piedad (‘pienso en todo el mundo, nunca en mí / ¿Ante quién te disculpas, pelotudo?’) La fuerza de su ironía no depende de la finura de matices (a veces es gruesa) pero sí de la decisión de no mentir, lo cual, por supuesto, requiere la capacidad de mentir. El poema de título estupendo, “Sale Filis y entra Cintia, y sale Cintia también’” termina vaciando su propio tono y retórica (“este tono romano ya no tiene ni chiste ni final”). El ropaje (neo)clásico de repente cae del todo y se abre el vacío.
Si el vacío define la condición de la libertad (pensemos en Shelley frente a los grandes espacios de los Alpes), el vacío de estos poemas es más bien un no hay ya dónde estar: “a mí me duelen los huevos la memoria las últimas costillas voladoras.” Y a la vez la casa, y todo lo que la hace habitable —el amor entre otras cosas— es de gran importancia en este libro. Y el tiempo desgasta, no permite la repetición (“Londres vuelto a visitar”). Los lugares comunes no salvan de la angustia (“El rey Lear”) porque “con la muerte / se acaban las imágenes”. Lo cual no impide que haya muchas imágenes, imágenes que nos acercan a la cualidad física de la existencia, al cuerpo, a los animales, las moscas, los cangrejos: seres y cosas que están allí, que ocupan el espacio, que reciben el tiempo vivido. No es que no haya coartadas, las hay muchas en este libro: la imitación de formas clásicas, el léxico a veces arcaizante, cierto tremendismo, la autoironización complaciente; lo que pasa, al final, es que al igual que la arquitectura “no nos salvan”.
William Rowe, junio de 2012
Como higuera en un campo de golf
Antonio Cisneros
Poeta, periodista, cronista, guionista, catedrático, y traductor, nació en Lima, Perú, en 1942 y falleció el pasado 6 de octubre. Publicó más de veinte libros de poesía, entre ellos, Comentarios reales (1964, Premio Nacional de Poesía), Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968, Premio Casa de las Américas), Como higuera en un campo de golf (1972), El libro de Dios y de los húngaros (1978) y Las inmensas preguntas celestes (1992). Su obra ha sido traducida a más de catorce idiomas y ha recibido importantes premios y distinciones en Perú, Chile, México, Francia y Hungría.
DOS POSTALES
I. POSTAL PARA LIMA
Las caravanas ya volvieron de Egipto
y dan noticia
del borracho que busca un alka-seltzer
en las aguas revueltas,
del borracho
más solo que una higuera
en un campo de golf.
II. (ILEGIBLE) AL TERCER AUDITOR (ILEGIBLE) VECINOS TODOS DE LA CIUDAD DE LIMA
“En la provincia del Este hay hombres que construyen una casa cada 18 horas y en un par de semanas una iglesia.
En la provincia del Oeste hay hombres que demuelen una iglesia cada 18 horas (porque hay muchas) y tumban una casa cada viernes.
En la provincia del Noroeste construyen tantos muros como muros derriban. Aquí se puede hablar de un equilibrio, y éstos son los más.
Y en dos de esas provincias he sido yo mal visto y maltratado: las firmas constructoras me cerraban las puertas y así también lo hicieron las de guerra.
Y en los únicos campos donde fui recibido levantaban murallas y torres y terrazas (ya lo dije) que las iban a hundir el mismo día
–y aunque siendo esas cosas mi afición principal y muy primera, sentí que no valían la pena ni el trabajo.
De modo que hay apenas certezas que acompaño: los vientos que regresan del alto mar Pacífico, el frío que comienza,
este par de pulmones que se inflan y desinflan, problemas digestivos cada fin de semana, un gordo corazón
ruidoso y enredado, y el final de este informe –inútil testimonio del inútil oficio de rendir testimonio.
Búsquese, pues, algún otro letrado. Desde este año de gracia mis cuidados habrán de dedicarse a ese (ilegible) que es también a la larga un (ilegible).”
CUATRO BOLEROS MAROQUEROS
1
Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa más aburrida del suburbio
no habrían primaveras
ni otoños ni inviernos ni veranos
Pero no
Las estaciones se cumplieron
como estaban previstas en cualquier almanaque
Y la dueña de la casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.
2
Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire
Gran Estilo
Gran Velocidad
Gran Altura.
3
Para olvidarte me agarro al primer tren y salgo al campo
Imposible
Y es que tu ausencia
tiene algo de Flora de Fauna de Pic Nic.
4
No me aumentaron el sueldo por tu ausencia
sin embargo
el frasco de Nescafé me dura el doble
el triple las hojas de afeitar
TAMBIÉN YO HICE MI EPIGRAMA LATINO
Con mi lanza de bronce
no temo a cien legiones enemigas,
con mi escudo de bronce
no temo a sus mil carros de combate,
mas son tus ojos, Claudia,
que me tornan
en el sobreviviente herido y sin caballo
que las fieras se rifan
cuando viene la noche.
HOMENAJE A ARMANDO MANZANERO
(ARTE POÉTICA 3)
Ya no sé si esta tarde vi llover es de armando manzanero o es el canto primero de mi primera infancia
y de nada han servido las sílabas contadas y vueltas a contar la guerra santa contra el lugar común de nada el amor viejo por el viejo arnold schoenberg
no es cosa de explicarse como mann o la muerte en venecia “así a la tarantella del café dejé dormir al crítico que yo era”
sólo que ya no hay lenin ni martí que puedan devolverme la casa de ayacucho (no esa casa) y los ojos tranquilos
los libros son adobes de una torre que nunca edifiqué tu peux lire en français in english too a gran velocidad en castellano
mas ya no hay corazón que aguante a robert lowell ni hay más hígado libre
qué mal le fue a vallejo y sin embargo creía (y su buen poco) en “las auroras rojas de los pueblos”
ahora a cada almuerzo me negocian con mi tribu y mis animalitos como al canal de suez los votos de la onu los cohetes de combate el puerto de hong kong
esta tarde vi llover vi gente correr y no estabas tú y si a usted no le importa un carajo / no escribo para usted
soy yo quien sembró el árbol tuvo el hijo escribió el libro y todo lo vi arder cien años antes del tiempo convenido.
VOLVIENDO A LO QUE DIJE
Ordeno mi biblioteca, mi discoteca, mi hemeroteca,
dejo de fumar, de tomar, de escupir en el suelo,
sales para el aparato digestivo, para el páncreas,
y al hígado lo dejo entre su caja, limito sus funciones,
me acuesto y me levanto como un gallo
en un país solar, gimnasia cada día,
y pienso en todo el mundo, nunca en mí.
(¿Ante quién te disculpas, pelotudo?)
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