Por ARMANDO G. TEJEDA
Literatura e imagen. Poesía y fotografía. El claro-oscuro de la imagen en sepia enfrentado a la palabra, a la adjetivación certera, a la descripción o a la evocación del alma a través de la literatura. El periódico Ciclo literario aspira a reunir en armonía la voz de la imagen y las tonalidades de la palabra.
Lorenzo León Diez presentó en Madrid esta publicación trimestral y que nació en el lejano 2001 en México. En concreto en su despacho de la Universidad de Veracruz, una institución educativa que apoyó la génesis de un proyecto independiente y que sale a adelante gracias a la vocación y al trabajo de su director y de su círculo más cercano de colaboradores.
Ciclo Literario, que tiene una página web (www.cicloliterario.com.mx), tiene la finalidad de fomentar la obra literaria y fotográfica de jóvenes artistas, pero también recuperar para el debate actual textos literarios y ensayísticos olvidados, así como fotografías que rastrea en bibliotecas gráficas.
Durante la presentación en Madrid se congregaron destacados intelectuales y escritores españoles, entre ellos la novelista y polifacética Clara Janés, quien es una de las firmas que se han sumado al proyecto, además de otros pensadores y creadores españoles, como el filósofo Ignacio Castro Rey.
En la conferencia de Castro Rey, y en alusión a la revista, éste explicó que “en las fotografías de este periódico hallamos buenos ejemplos de la ebriedad de lo real, una ebriedad para lo cual lo real no necesita sustancias aditivas externas, lo real está atravesado por un tipo de potencia mortal que lo convierte en alucinógeno, de esto vive la fotografía, el cine y vive la literatura, y se establece un parentesco, un maridaje monstruoso, contranatural, porque es parte de la naturaleza, entre la imagen y la palabra”.
Y añadió que “en el texto ocurre exactamente lo mismo, en la textualidad de Ciclo Literario veremos párrafos descriptivos, conmemorativos de párrafos anteriores, en los cuales el autor descansa y evoca un pasaje glorioso de la fotografía, la literatura o la filosofía, y párrafos donde se precipita el sentido y el autor es un médium que asiente a algo que le atraviesa, que no es de él, y que funciona porque no es de él. en ese sentido la distinción de Barthes entre puntum y estudium vale para la imagen y vale también para los textos. Hay un texto estudium en el cual el sentido se precipita”.
Castro ejemplificó con algunas imágenes de Ciclo Literario y dijo: “No sé si estaríamos de acuerdo en la diferencia seria de registro linguistico entre la imagen y la palabra. Yo creo que es discutible, porque partiendo de la base de que la percepción es lo más difícil del mundo y es el gran caballo de batalla donde todos los regímenes políticos, todos los individuos, todas las empresas, dilucidan su vida o su muerte.
Hay que tener en cuenta que la percepción es mucho más difícil que el concepto, mucho más compleja, mucho más elaborada, mucho más sofisticada. Es difícil establecer una línea divisoria entre la imagen y la palabra. Se ha dicho en este siglo pasado, el siglo XX, que hay dos tipos de imágenes. Unas imágenes que viven de su anexión con las colindantes y unas imágenes que circulan dentro de la pared flexible que nos protege del exterior real, las imágenes más o menos publicitarias pero que inundan el arte, que se remiten unas a otras, que constituyen una especie de pared proteica, que nos mantiene en un útero, en una especie de líquido amniótico, protegidos del mundo mortal, y de vez en cuando la milagrosa imagen que nos detiene, que nos para.
En el texto ocurre exactamente lo mismo, en la textualidad de Ciclo Literario veremos párrafos descriptivos, conmemorativos de párrafos anteriores, párrafos en los cuales el autor descansa, y evoca un pasaje glorioso de la fotografía o de la literatura o de la filosofía, y párrafos donde se precipita el sentido y el autor es un médium que asiente a algo que le atraviesa, que no es de él, y que funciona porque no es de él, en ese sentido la distinción de Barthes entre puntum y estudium vale para la imagen y vale también para los textos. Hay un texto estudium en el cual el sentido se precipita.
Esto hace tremendamente intrincada la relación entre imagen y palabra, fotografía y texto, quiero decir que tanto el matrimonio como el divorcio tienen mil puertas posibles, mil caminos posibles, y de hecho juraría que buena parte de estos textos muy bien acompañados por imágenes podían ser imágenes muy distintas y el texto seguiría funcionando igual o no funcionando igual porque cada texto es muy complejo y según se ponga el acento en esta parte o en la otra las imágenes puedes ser mil.
Como el texto y la fotografía viven del monstruo de la discontinuidad, de una discontinuidad que es imparable, de un registro real que funciona siempre a ráfagas, que es imposible pasar a nada institucional que lo estabilice pues en ese sentido son dos hermanos patéticamente abocados a intentar capturar lo incapturable, tanto el texto digo, como las imágenes. Los dos abocados ahí donde hay un artista a maltratar el cliché del cual el propio artista ha vivido. Cualquier imagen que se precie ha de maltratar el cliché del autor del cual viene, cualquier texto que se precie a de maltratar el cliché del autor del cual ha nacido, porque además esta cuestión complica bastante las cosas en relación a la posible diferencia lingüística de un campo y otro.
Juraría que la primera lengua no es la materna, el primer lenguaje no es el castellano o el ruso o el ingés, el primer lenguaje tiene más que ver con el registro fílmico y fotográfico, el primer lenguaje del ser humano no solo en el sentido cronológico sino en el sentido ontológico, que en la articulación típicamente lingüística.
Continuamente recreamos el castellano, recreamos el inglés, desde un registro de rumores, de ecos quebrados, de sonidos rotos, de atavismos sonoros, desde los cuales, el inglés, el francés, el castellano es arcilla maneable y este fondo, digamos fotológico, del sustrato linguistico hace que otra vez sea bastante indistinguible, bastante monstruoso el parentesco, el maridaje y el divorcio, de fotrografia y texto.
Se ha dicho una imagen vale más que mil palabras, pero claro, aquí se pone la cosa muy fácil, porque mil palabras y nada es lo mismo, pero fijaos en esta imagen hecha exactamente con nueve palabras, esta imagen de Clarice Lispector, de su novela A la mitad de un aprendizaje.
“Mi misterio es simple: no sé cómo estar viva”. Búscate una foto que esté a la altura de esta imagen. Claro, una imagen vale más que mil palabras pero si son cuatro: anoche tuve un sueño, tampoco es fácil encontrar la imagen que condense el sentido.
Estamos en el mismo campo, estamos en un campo terrible, porque tanto el texto como la imagen ha dado lugar a lo peor de este siglo y del anterior. A dado lo mejor, por un lado la poesía por otro lado los totalitarismos que se han servido de la imagen y del texto. Me parece que tanto en el caso del texto, como en el caso de la imagen, la única garantía que tenemos para que las imágenes y las palabras se libren de la maldición a la cual de cierto modo el tiempo social querría condenarnos, es que nos sirvan para prepararnos para la muerte, en qué sentido en el sentido de que abran en el infierno de lo visible una puerta para lo invisible, como nos dice el cineasta ruso Aleksandr Sokúrov”.
En la presentación también participó José Gómez Isla, quien advirtió: “Es claro que Ciclo Literario no tiene como objetivo informar, sino constituir esa resonancia entre resquicios metafóricos donde se concitan lo visual y lo poético, donde alcanzan nuevas significaciones como conjunto tanto el poema, como la imagen y aquí el editor gráfico y el maquetador se han erigido en nuevos creadores, creadores no solamente del periódico, sino de las concordancias que se establecen entre la imagen y el poema”. Ciclo Literario nos da la oportunidad de hablar de ese difícil maridaje que se da entre fotografía y texto, un difícil equilibrio que hace que no se sepa siempre si una imagen ilustra un texto o es un texto el que ilustra una imagen. Cuando se pierde el equilibrio la página se descompensa. Es el caso del fotoreportero de prensa que se siente minusvalorado y otras veces es el editor el reportero que siente que su noticia ha quedado empequeñecida por la grandiosidad de una imagen. En Ciclo Literario, aunque su labor no es informativa propiamente dicha, se da esa especie de buen equilibrio, de buen maridaje entre imagen y texto”.
Ciclo Literario se edita desde Oaxaca, y circula gratuitamente en Oaxaca, Xalapa, Colima, México D.F. y a partir del No. 102, en Madrid España, gracias al apoyo del director del Fondo de Cultura Económica (FCE), Joaquín Diez Canedo. En Madrid se distribuye en la librería Juan Rulfo.
Texto, Copyright © 2012 Armando G. Tejeda.
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