Poesía

ALVARADO TENORIO O LA HIDRA TIENE JAQUECA (III)

HAT - La Trinchera

Por Stanislaus Bhör*

 

III. LA TRINCHERA

Miguel Ángel Osorio Benítez

Considerado por los liberales colombianos uno de sus grandes poetas, quizás porque su vida y su obra celebraron todo lo que ellos habrían querido ser: nómadas, embusteros, bribones, sofistas, drogadictos, transexuales, etc., Miguel Ángel Osorio Benítez, (Santa Rosa de Osos, 1883-1942) o Porfirio Barba Jacob, o Marín Jiménez, o Juan Sin Miedo, o Ricardo Arenales, o Juan Sin Tierra, o Juan Azteca, o Junius Cálifax, o Almafuerte, o El Corresponsal Viajero, etc., es hoy un escritor inclasificable e incoherente, así mucha de la crítica de estos últimos años del siglo pasado siga insistiendo en su importancia como poeta.

(Porfirio Barba Jacob por H.A.T.)

 

Muchos de los damnificados por los enconos del poeta fueron amigos en otros momentos menos benévolos de la vida (cuando sólo buscaban los burdeles y la melancolía, Borges Dixi). Con los años, esos viejos amigos, que ahora buscaban una posteridad a prueba de enmiendas (y una pensión de seis ceros), convertidos en repentinos funcionarios de alto vuelo, se situaron en las cúspides de los bancos y ministerios y de las instituciones que impartían lo que debía ser o dejar de ser el arte y la poesía en Colombia. A quienes peor les fue, tuvieron que situarse y conformarse y defender su posición en tribunas de periódico, en una cátedra, o en un lugar influyente del parco mundo editorial. Una vez instalados, se dedicaron a pontificar en favor de los poemas del jefe de turno. La desatención a las críticas severas de H.A.T. que los salpicaba y controvertía en todo lo que parecían dictaminar sin que otra voz objetara ni les enmendara la plana, alude al grado de monopolización que alcanzaron los medios de difusión en el país, y sobre todo a la escases de lectores críticos. En contravención, y gracias al advenimiento de Internet, a comienzos del año 2000 de nuestra era, el monopolio de Gutenberg empezó a socavarse, y por fortuna H.A.T. fue de aquellos pre-mediáticos que se convirtieron en aficionados al mundo virtual y a las facilidades de difusión que los blog y los alojamientos on line ofrecían. Decidido a demostrar con creces lo que a su modo de ver era el panteón de imposturas de la poesía colombiana, el poeta abrió un modesto portal en la web, con poco diseño, pero excelente contenido, le puso Arquitrave en honor a Gil de Biedma, y desde allí empezó a difundir su crítica incendiaria y la obra de poetas casi secretos de todas las nacionalidades para cuestionar por contraste a un país fosilizado por el mutuo elogio y el ensimismamiento. La versión en papel de la revista, 300 ejemplares cada mes, se convirtieron al mismo tiempo en una perla bibliográfica en el fondo de un mar de basura. La versión digital de la revista era renovable y ahí se concentraba la trinchera desde la cual H.A.T. encontró lugar para convertirse en esa suerte de francotirador solitario que combatió contra el cohecho poético y otros crímenes literarios imprescriptibles.

En un hipervínculo de la revista virtual, llamado La poesía en Colombia ha dejado de existir, aparecieron mes a mes, durante dos lustros, artículos y cápsulas que pasaban furiosa revista a la plana mayor de los poetas que había tenido Colombia en un siglo. De la lista de clásicos sólo saldrían bien librados Flórez, Silva, Valencia, de Alas, de Greiff, Tejada, Zalamea, Arturo y Delmar. No era mucho, pero era la refundación del canon. Para quienes conocían las posturas desmesuradas y ociosas del crítico iracundo de los años 80s, era otro de sus menosprecios.  En consecuencia, todos voltearon la cara, y optaron por el silencio, que es la forma más refinada de la censura.

Nota. Puede leerse una polémica aquí: Faciolince Vs Tenorio

*Stanislaus Bhör* realizó esta reseña especial de La poesía ha dejado de existir: Ajuste de cuentas, una antología crítica de la poesía colombiana, de Harold Alvarado Tenorio, para El Magazín, blog cultural del diario colombiano El Espectador. Bhör es además autor del blog Una hoguera para que arda Goya.

Leer capítulo I. El Canon
Leer capítulo II. El Odio


Texto © 2011 Stanislaus Bhör
Todos los derechos reservados.


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