Por Santiago Montobbio
Absurdos principios verdaderos es el título del nuevo poemario de Santiago Montobbio recientemente publicado en la colección Biblioteca Íntima de March Editor. Contiene poemas inéditos del autor, algunos escritos en 1987, contemporáneos de los primeros libros de Montobbio, como Hospital de Inocentes (1989) y Tierras (1996) o El anarquista de las bengalas (2005), que fue finalista del Premio Quijote 2006.
A continuación presentamos una selección de estos poemas que se completará con una segunda parte la próxima semana.
EN EL SUEÑO PÁJARO, DE LA REALIDAD MENDIGO,
mis ojos no han de anunciar la tierra
ni tener forma de espada
que haga del olvido olivo.
A mis ojos no les queda por perder ni una batalla
y en un lento fuego sólo puedo hacer de ellos
ahogadas cajas de música para ver
si tontamente cantan
que en clave de insomnio
te regalo un miedo.
ÚNICAS PATRIAS
No cantes que una estrella le hizo harapos,
o que le ha mentido; no te des trabajo, no finjas madres
ni tampoco lluvias, si de errados miedos o de parlanchinas lunas,
del fin del vivir o sus fracasos sabe el poeta su destino
o el poeta sabe –quiero decir- que su destino
no es ninguno. Pues anónimas respiran las canciones,
ni tarde les llega el vino y así es difícil
que encuentren las únicas patrias en que se clava el verso,
las únicas patrias o donde el verso es pez,
rojo o vivo, las únicas patrias, te digo,
corazones u olvido, corazones mordidos.
A ESPALDAS DE LA LUZ
A espaldas de la luz te lo diré de nuevo.
A espaldas de la luz y hasta el cansancio.
Inútil rostro ciego o de la noche,
la lluvia ya no recuerda memorias de niño,
ojales pequeños para tibias carnes de risa,
yedras con luna, cielos sin muros.
Rostro de la noche y ciego.
Espaldas, arañas, infinitos miedos.
A espaldas de la luz cavo agujeros.
DEBAJO DEL CIELO
Debajo del cielo no se dibuja nada,
en el cielo no se dibuja nada: sólo
mentiras que antiguamente
tomaron forma de almas.
Sí. Olvídate hasta el fin,
hasta el fin sé nadie
y que en tu descenso último
no quede ni la más bastarda noche
dispuesta a intercambiarse anillos
con los malzurcidos sueños,
por inventarse nombres.
RECUERDO
Luna adentro del pozo, soledad poblada,
piel, hielo, alba y laboriosa araña.
Pues recuerdo que fijé adioses,
que pasajero fui de besos y amenazas
mucho antes que el balcón
a todas las puertas anulara.
Luna, estanque, amor, soledad poblada.
Pues recuerdo. Pues te amé.
Llama, daga. (Y soledad poblada).
LIENZO
Tardes, lluvias que agoten campos,
sombras o falsas biografías sin paz,
una tras otra.
Tardes
en que llueve el deshecho día
sobre el llovido campo de la sombra
hirsuta. Lluvia que la tarde encierra,
desparejada exposición de biografías
ya sin gracia, palabras mal trazadas.
Lluvias, sí, tardes, campos, vidas,
una tras otra, persiguiéndose.
Y desiertos. Desiertos sin nada,
sólo desiertos con lluvia, claro,
con campos, con tardes. Con tardes.
Y desiertos. Sobre todo eso: desiertos
de palabras sobre rotas vidas mal llovidas,
palabras, tardes, campos al compás de lluvia,
sí, lo repetiría mil veces, hasta
que no hicieran daño, en esta nada
y tal selva de puntos que formara
el escondido lienzo de tu nombre.
VIDA DE FAMILIA
Y eso os quedará a vosotros: la culpa de una muerte,
el crepitar de un miedo. Eso, o aún menos.
Acaso –pues, aunque extraño, aquí viví: es cierto-
fotografías pequeñas como sombras de dedos,
fechas tristes con las esquinas llenas
de fantasmas rojos y algún que otro tibio testamento
que no llegó a ser pájaro o poema
y que nada más dirá de risa o beso.
Os quedará eso. Y puede ser también que alguna tarde
un olvidado nombre de muchacha
que el teléfono suspenderá desde otro mundo.
Sólo eso: la culpa de una muerte, el crepitar
de un miedo. Y después, si es lo bastante jardín una mañana
como para que un silencio de serpiente el dolor anuncie,
la tibia sospecha de haber puesto aún más paredes
a una vida que mar de sombra era,
que mar de sombra, que la arena espinas,
si después acaso eso, si serpiente o jardín ayudan
acaso sí que como olvidado fantasma de mí mismo
silencios y memorias traiga
que vuestra soledad persigan.
EN LOS MÁRGENES DEL PAPEL
Papel que la noche arroja,
papel con la luz a veces,
papel o fuego o más bien
la salvación triste
que a los huérfanos les queda:
hospital del pájaro al que el silencio acecha
y donde las infancias como todo cuelgan,
hospital inocente, rostros que fuiste,
abandonos de nombre –amores, historias, murallas,
lunas de ventanas muertas-, locuras
pequeñas, último hospital, papel y fuego,
hospital sin fin, caridad perdida. O refugio triste,
papel o nadie, afonía seca, antiguos locos
que perdió tu historia, aquello que eres y el tiempo
te prohibió que fueras, poeta y martirio, hospital,
papel, hospital antiguo, hospital de sombras,
hospital de inocentes.
PORQUE SE HACE SERPIENTE EL CANTO O PORQUE VERGONZOSAMENTE ARRASTRA
los versos con ceniza hasta que al fin de una noche que dura
lo que un túnel o vida
que no dura
de ojos raídos
una última estrofa muere y adivina
que la retaguardia innumerable del papel
del todo inútil es
como espejo o como huida
más que nunca entonces
el poeta es el mendigo.
EL ÚLTIMO POEMA
Testimonio único de lo que se obstina en negar
la vida, caído adiós, enferma naranja,
roída sombra, poeta o suicida
desde bien adentro sabes
que para escapar a tu locura
tendrás que hacer de trenes ciegos
un invisible pliego
donde el cuerpo escriba
sus últimos versos.
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