Por Jaime Eduardo G. Meléndez
Hace alrededor de mil años habitó, en lo que actualmente sería el territorio de Iraq, un hombre llamado Alhazen, y por extraño y difícil que resulte creerlo, el mecanismo que era la base para el funcionamiento de las primeras cámaras fotográficas fue construido por este brillante persa. En ese entonces Alhazen lo llamó “habitación oscura” y su intención era explicar que la luz viajaba en el espacio – lo cual logró demostrar – gracias a la observación de un eclipse. El artefacto en ese entonces consistía en una habitación cerrada, con un orificio en una de sus paredes por donde entraban los rayos de luz reflejando los objetos del exterior en otro de los muros. Pasaron otros tantos siglos hasta que llegó el año 1604, cuando el astrónomo alemán Johannes Kepler acuñó el nombre con el que se conoce a este artefacto: “Camera Obscurae”, que posteriormente inspiró el trabajo del científico francés Nicéphore Niépce para que en el año de 1816 obtuviera la primera fotografía de toda la historia. Sin embargo la fotografía más antigua que se conserva data del año 1826, fue tomada desde el tercer piso de su casa de campo en Le Gras, Saint-Loup-de-Varennes, Francia, a la cual tituló como: “Vista desde la ventana en Le Gras”.
Vista desde la ventana en Le Gras (Point de vue du Gras).
La fotografía más antigua que se conserva, tomada por Nicéphore Niépce en 1826
Esta fotografía no sólo retrata la vista de aquel lugar pues también es un fiel testigo del proceso para captar la imagen, que requería de más de ocho horas de exposición con iluminación natural. Por eso es que podemos observar que la luz del sol ilumina ambas paredes de los edificios.
En el comienzo, el proceso de fotografiado no distaba mucho del que se realizaba en la pintura, pues si uno quería hacerse un retrato había que igual permanecer en la misma posición durante largas sesiones. De hecho eran procesos que los primeros fotógrafos apreciaban en forma muy similar a la pintura, tan es así que el nombre Vista desde la ventana en Le Gras hace pensar más bien al nombre de una pintura.
Por estos mismos años, en Francia aconteció lo que podríamos llamar como una “Sucesión de Revoluciones artísticas” contrapuestas al neoclasicismo, empezando por romanticismo de Turner, pasando por el Impresionismo de Monet, el futurismo de Boccioni, el cubismo de Picasso, hasta culminar en el Surrealismo de Dalí. En toda esta sucesión de vanguardias podemos apreciar un cambio de perspectiva en el arte y un paulatino alejamiento de lo real, es decir, una progresiva introspección hacia un mundo pictórico cada vez más abstracto.
Expresado en el manifiesto cubista, escrito por Guillaume Apollinaire:
Estos pintores, si observan la naturaleza, ya no la imitan y se dedican cuidadosamente a la representación de las escenas naturales observadas y reconstruidas mediante el estudio. […] La verosimilitud no tiene ya ningún valor, porque el artista lo sacrifica todo a la verdad, a la necesidad de una naturaleza superior que él imagina sin descuidarla.
Y más adelante, continúa Apollinaire, refiriéndose al sentido de la actividad del artista:
Hoy los sabios ya no se atienden a las tres dimensiones de la geometría euclidiana. Los pintores se han visto llevados naturalmente, y, por así decirlo, intuitivamente, a preocuparse por nuevas medidas posibles del espacio…
La palabra “Surrealismo” proviene de la unión de otras dos, del francés sur o “sobre”, y réalisme o “realismo”, denotando un significado y una intensión de llegar más allá de la realidad, tomando como herramienta a la imaginación y como estandarte, la libertad. En palabras de André Bretón uno de los líderes del movimiento surrealista:
Únicamente la palabra libertad tiene el poder de exaltarme. Me parece justo y bueno mantener indefinidamente este viejo fanatismo humano. Sin duda alguna, se basa en mi única aspiración legítima. […] Reducir la imaginación a la esclavitud, cuando a pesar de todo quedará esclavizada en virtud de aquello que con grosero criterio se llama felicidad, […] Tan sólo la imaginación me permite llegar a saber lo que puede llegar a ser, y esto basta para mitigar su terrible condena; y esto basta también para que me abandone a ella.
Palabras que plasman una imagen, un concepto, que comparte tiempo con la masificación de la fotografía. En 1888, más de sesenta años después de la primera fotografía, empieza a circular en el mercado el slogan: you press the button, we do the rest (tú presionas el botón, nosotros hacemos el resto), era la compañía Kodak.
George Eastman había fundado la Eastman Kodak Company y llegaba a los aparadores de venta con una cámara con carretes de 100 fotos, ofreciendo una calidad de imagen muy fiel a la realidad y bajo coste en el revelado. El nombre del futuro gigante comercial, no puede tener más distancia con respecto al del surrealismo, pues George Eastman lo ideó como una palabra “pegajosa”, que se quedara en la mente del cliente – y vaya que lo logró. La masificación de la cámara fotográfica como producto era en toda regla el objetivo de Kodak, en palabras de George Eastman: “Estamos empezando a hacer de la fotografía algo cotidiano, haremos las cámaras tan convenientes como un lápiz”.
Anuncio de una de las primeras campañas de Kodak
Antes de la fotografía gran parte de las obras consistían en retratos o escenas de eventos importantes, por supuesto, idealizados en su gran mayoría, pero eran tal cual las “Fotografías del Pasado”. Antes del surgimiento y asimilación de la fotografía, el buen pintor era aquel que fuera capaz de plasmar con mayor precisión y estética una imagen. La fotografía hizo imposible para los pintores el competir en este sentido contra este nuevo “pintor mecánico”, motivando esa ruptura con la realidad que culminará en el surrealismo. Así, paulatinamente el rol de la pintura fue asumido por la fotografía.
La tendencia era imposible de detener. Para 1930 Kodak ya había vendido al gobierno de los Estados Unidos cámaras montables en aviones, y previamente, la compañía ya había entrenado en el uso de la cámara a soldados durante la primera guerra mundial.
En el comienzo, tanto la pintura como la fotografía compartían un “mercado” que era el de la nobleza y la burguesía, pues eran actividades que por el talento del pintor o la pericia del fotógrafo, resultaban bastante caras. Pero después de 1888 la fotografía se separó de la pintura definitivamente, pues si bien el pintor seguía requiriendo de talento, estudios y esfuerzo, el fotógrafo podía ser ya cualquiera. La Producción en Serie de un objeto que antes era considerado como exclusivo, cambia su percepción y valorización entre los individuos de una sociedad. La Fotografía es en sí una producción en serie de imágenes, donde cada uno de nosotros es su propia fábrica, su propia línea de ensamblaje y su propio pintor.
Ahora el mercado de la pintura sigue siendo básicamente el mismo, pero lo que se establece como el talento de un pintor ha cambiado por completo, pues ya no es exclusivo de los artistas el representar imágenes en forma precisa. En palabras del filósofo Walter Benjamin:
Antes de la fotografía, la representación precisa requería gran talento y habilidad para dibujar o pintar, esos eran considerados indicadores de genio pictórico […] En respuesta [a la aparición de la fotografía] los pintores inventaron nuevos géneros basados en una nueva estética no-representativa: Impresionismo, cubismo, expresionismo, surrealismo.
¿Podríamos afirmar que nuestra apreciación y percepción de lo estético es una especie de consciencia que nos hace diferenciar lo que es difícil de lo que es fácil de hacer? ¿O apreciar la diferencia entre lo común y lo extraordinario? ¿O quizá hasta entre lo barato y lo costoso?
Ya en el presente es posible realizar modificaciones a fotografías mediante software como el popular photoshop hasta el punto de que bien un diseñador gráfico podría modificar una imagen para hacerla ver con un estilo “cubista” o “surrealista”, pero eso le emplearía horas de trabajo y además una formación previa. En ese sentido, los diseñadores gráficos de la actualidad no son tan distintos de los primeros fotógrafos en los tiempos inmediatamente posteriores a Nicéphore Niépce, cuando se requería conocimiento para emplear las cámaras fotográficas, previa capacitación para su uso y horas en el proceso del revelado.
Vayamos un poco más allá, ¿Se imaginan qué pasará cuando llegue el día en que al momento de captar una fotografía, con sólo presionar un botón en nuestra cámara podamos traducir la imagen a alguna corriente artística? Digamos, por ejemplo, si las fotografías son representaciones realistas de objetos y las pinturas cubistas son representaciones en las que los pintores, al momento de crearlas, recrean la tridimensionalidad y la estructura de las superficies ¿No podrá eso modelarse y traducirse a un software para que con un simple you press the button, we do the rest, uno pueda ser, desde su propia cámara personal y a un sólo click de distancia, su propio Picasso? De la misma forma que en el año 1888, cuando Kodak llevó el realismo pictórico al alcance de todos, la propia Kodak o cualquier compañía fotográfica podría ahora en el siglo XXI llevar la abstracción pictórica al alcance de todos y cada uno de los individuos en la sociedad, lo que, dicho de otra forma, ocasionaría una segunda masificación del arte y dejaría al descubierto una serie de preguntas por demás interesantes: ¿Cómo afectará esto a los pintores? ¿A dónde llegarán ahora? ¿Llegarán a algún lugar? ¿Serán desplazados? En suma, todas estas cuestiones hacen de este breve relato que ahora compartimos, un vaticinio similar al que el propio Pablo Picasso nos ha legado como ejemplo de estas ideas, en una pintura que debería ser calificada como la primer obra de Arte Ficción:
Picasso, Las Meninas, 1957, óleo sobre lienzo, Museo Picasso en Barcelona
Texto © 2011 Jaime Eduardo G. Meléndez
Todos los derechos reservados.
[…] que ocasionó en el arte de la pintura. Publicado el 14 de Julio de 2011 en la revista Babab (Link aquí). Share this:TwitterFacebookMe gusta:Me gustaSé el primero en decir que te gusta esta […]